Autor: UNOi

Fecha: 27 de septiembre de 2013

Cuando Se Acaba La Vida, Empieza El Método | Uno Internacional

Hay una mirada positivista que intenta encasillar todo a partir del “método”. La ciencia es la verdad, el resto queda afuera. La escuela es la […]

Columna Fredy Vota wp

Hay una mirada positivista que intenta encasillar todo a partir del “método”. La ciencia es la verdad, el resto queda afuera. La escuela es la institución que vulgarizó este enfoque.

Hay una primera dificultad: toda vulgarización es traicionera. Generalmente traiciona el quid de la cuestión. Lo hace intrascendente, le quita matices y lo transforma en pedestre.

Segunda dificultad: el paradigma científico está en jaque. Mostró su límite y más aún tratando de explicar lo humano.

La ciencia tomó nota de esto, la escuela no.

Es notable ver afirmaciones en nombre de la neurociencia, de la psicología, de las ciencias de la educación en general, descontextualizadas, mal aplicadas y finalmente nocivas a la hora de educar.

Si las Vulgatas son venenosas, la vulgarización de un paradigma en decadencia es letal.

Cuando preguntamos razones de las prácticas pedagógicas, aparecen explicaciones epistemológicas que no se condicen con las propuestas en sí. Hay una teoría expuesta y otra en uso. Frecuentemente opuesta.

Mucha vulgata dando vuelta,  mucho paradigma que merece ser cambiado.

Esto sería fácil, si el cambiar se leyera como una evolución natural y no como pérdida de la identidad.

Un científico (en cualquier disciplina) no tendría ningún inconveniente en cambiar sus postulados si la evidencia fuera contrastante con ellos. Volvería una y otra vez a rearmar sus conceptos, sus prácticas, sus rituales científicos.

Los que leen las divulgaciones no pueden. Creen que esas son verdades irrefutables. Y lo que nace como hipótesis verificable (hasta que se demuestre lo contrario), se transforma en dogma. En verdad irrenunciable.

El método es creado para entender la vida y no la vida puesta en función del método.

Esto último pasa, no pocas veces, en las escuelas. La evidencia de la cuestionabilidad del método, es dejada de lado, por la seguridad del dogma.

La vida siempre impone su verdad, el problema que a veces llega tarde y es mucho lo que perdimos en el camino. Tanto como los alumnos mismos.

¿Valdrá la pena?  ¿La vida por el método y la justificación espuria que sólo está puesta para quedarnos en el mismo lugar?

Creo que falta densidad existencial. Ésta destruye cualquier intento de encorsetar la vida. La de la escuela también.

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