Un poco de cenizas no vendría nada mal - UNOi Internacional
Necesito ayuda

Un poco de cenizas no vendría nada mal

  La soberbia no ayuda No ayuda creer que lo sé todo, que doy clases perfectas, que mi escuela es la mejor, que mis proyectos pedagógicos no tienen comparación con ningún otro. No ayuda creer que el fracaso escolar se debe a que los alumnos cambiaron, los programas no son buenos, el estado no apoya […]

Autor: UNOi

Fecha: 29 de agosto de 2013

Columna Fredy Vota wp 

La soberbia no ayuda

No ayuda creer que lo sé todo, que doy clases perfectas, que mi escuela es la mejor, que mis proyectos pedagógicos no tienen comparación con ningún otro.

No ayuda creer que el fracaso escolar se debe a que los alumnos cambiaron, los programas no son buenos, el estado no apoya la gestión educativa, Unoi no cumple con los tiempos de entrega.

Aunque todo sea verdad, no ayuda.

Recuerdo haber leído hace tiempo,  una historia de Francisco de Asís.

Ya era un orador consagrado. Los frailes y el pueblo entero se reunían entusiastas para escucharlo.

En una ocasión, como tantas otras, todos los frailes y poblanos congregados esperaban sus palabras.

Francisco se sentó en el suelo y se puso cenizas en la cabeza, en señal de penitencia. “No soy digno de hablar”. Se levantó y se fue. A partir de eso decició escuchar más.

Él, el hermano de todos, el líder de un movimiento que daba por tierra todo lo conocido. ¡No tenía nada que decir!

Asumió su condición de aprendiz.

Invito al silencio del que aprende de todos y de todo.

 Escuchar.

 Escuchemos lo que acontece, sin juicios.

Escuchemos a los alumnos, a los padres, a los pensadores de la educación, al señor de la esquina de casa, al empresario, al obrero, al joven, al sentido común, a los resultados obtenidos, a los logros y fracasos.

Escuchemos sin justificar nada.

Sólo guardando las palabras escuchadas.

Y luego, sólo luego, pensemos como hacemos lo que hacemos.

Pensemos si lo hacemos bien o lo podemos mejorar, más aún, cambiar.

Nadie nos juzga.

Nos tocó un cambio de época. Nos tocó trocar prácticas, mudar paradigmas. No somos responsables de esto.

Nos toca ponernos al frente o quedar detrás, detrás para siempre, Inexorablemente relegados. De esto sí somos responsables.

Escuchemos como galopa la nueva escuela.

Escuchemos como debemos dejar de hablar y escuchar más.

El maestro escucha! Escucha sin juzgar, sin juzgarse.

Hace unos días, me encontraba entusiasmado, de más, lo reconozco, mostrando una didáctica de matemática donde se propone que los alumnos razonen y resuelvan problemas complejos. Les comentaba al grupo de directivos reunidos como los alumnos se entusiasman en la clase, se activan… En medio de la explicación un director intervino y dijo. “Yo vi un alumno que aplicaba esta metodología y necesitaba las tablas, porque no las sabía de memoria”

Todo cayó por tierra. Los directores debatieron sobre la idea de volver a enseñar como antes. Que sepan las tablas y reafirmar los algoritmos.

Nadie niega las tablas. Negamos el encuadre que sostiene que saber las tablas es saber matemática.

Negamos el encuadre que se niega a escuchar, a abrir la posibilidad de aprender, porque ya se las sabe todas.

No por nada en la mayoría de las religiones y éticas, la soberbia es el inicio de todas las rupturas humanas. Babel es la metáfora.

La soberbia, que puede ser defensiva, no ayuda. Envilece la posibilidad de cambiar.

La angustia del cambio no se salva con soberbia, ni acallando su fuerza disruptiva.

Defensiva u ofensiva, está ahí, lista para volver todo atrás.

Pongamos a nuestro vetusto maestro interior con cenizas en la cabeza. Quizás así logremos un diálogo honesto, audaz, renovador y necesario.

Ahora sí, me llamo a silencio.

Silencio activo.