Autor: UNOi

Fecha: 8 de noviembre de 2013

Sin excusas

En silencio bajé la escalera. Fui a la dirección. Golpeé la puerta. Sentí que no sentía nada. Aquella mujer alta abrió la puerta. No se […]

Fredy Vota - En los caminos

En silencio bajé la escalera. Fui a la dirección. Golpeé la puerta. Sentí que no sentía nada. Aquella mujer alta abrió la puerta. No se sorprendió. «López, ¿qué lo trae por acá?». «Me manda la profesora de lengua», dije. «Siéntese… Supe que venía un largo sermón, y con la primera frase mi cabeza volaría a otra dimensión. No confiaba en palabras, escuché muchas. ¡Todos hablan mucho! No le creí a la directora. No le creo a los adultos en general. Mi mamá también me habla, pero luego nunca está. Mi viejo ni me habla, pero tampoco está. No sé si le importo a alguien, la verdad es que no sé si me importo. No sé porque actúo como actúo. No sé si quiero otra cosa. Quizás lo mejor sea caer un poco, irme de acá. Quizás no haya ningún quizás. La escuela… ¿qué es eso? Nada me importa, casi nada.

Fui un poco más contento al colegio, raro, pero ocurrió. Hice un trabajo para literatura que me impactó. Debo confesarlo, a pesar de mis pronósticos, me gustó. El guardián entre el centeno. Esa caída a la nada, me dio vértigo. Sentí que podía sentir cosas semejantes. La profesora nos habló del autor y la generación de posguerra de escritores norteamericanos. Nos leyó otro cuento de Salinger, sobre el pez banana, o algo así. Discutimos entre todos. Cada uno pensaba cosas distintas. A mí me gustó esa locura del autor, ese juego que no lleva a ningún lado. Sentí que lo podía sentir. Me dio escalofríos cuando se acerca a esa nena… Me gustó leer y que me guste. Me hizo bien. Entendí cosas, no sé bien cuáles ni cuántas, pero acomodé algunas ideas. O no, pero algo pasó ahí. La discusión me develó a mis compañeros. Pensé: “Mirá, Pedro detrás de esos anteojitos lo que es capaz de pensar. ¡Bien!”.

Nos sentamos uno atrás del otro, en fila. Sin compañeros  a los costados para no copiarnos. Había estudiado, siempre en matemática parece poco, porque si aparece un ejercicio con alguna trampa, podés caer. Igual tampoco me maté, pero algo había estudiado. Me sentí nervioso, bastante. Repartió las hojas. Cuatro ejercicios. Uno era fácil, 2 más o menos, el último era lo más complicado que vi. Saqué cuentas: tengo que hacer los 3 primeros perfectos para aprobar. Ejercicio 1. Terminé. Me dio un número raro, no puede ser me dije. Volví, volví y volví, una y otra vez. “No me doy cuenta donde está la falla” me dije. “Tengo que hacer los tres primeros perfectos para aprobar”; esa idea me taladraba la cabeza. Justo cuando empecé la cuarta vez a rehacerlo tocó el timbre y la voz de “Entreguen” sepultó mi esperanza.

Escenas de la vida escolar donde se cuelan viejos dolores, nuevas amarras, vidas… ¿Qué sentido tienen? ¿Para qué están puestas ahí esas prácticas ancestrales? La profesora, la dirección y su director/a, el diálogo vacío, la literatura, la evaluación, la nota, los retos, las charlas, la carpeta, las matemáticas. ¡Y cuántas cosas más! ¿Qué función cumplen? Creo que es momento de preguntarnos en profundidad, dejando de lado las respuestas rápidas y cerradas. ¡La educación no es un multiple choice! Los de marketing no lo entienden, ni tienen porqué. Los docentes tampoco y sí deberían. Es momento de meter la cabeza y desentrañar la racionalidad que trae la realidad, tal como viene, no como imaginamos o quisiéramos que venga.

Quizás…  es hora de repensar algunos ritos sin excusas. Y sin excusas hacer los cambios necesarios.

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