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Sexting, cuando la travesura es delito

Once millones de jóvenes mexicanos tienen  acceso a las nuevas tecnologías de información: Internet, computadoras, teléfonos celulares, dispositivos móviles y tabletas. Casi todos, dotados de una conexión a internet. En un mundo perfecto, supondría una puerta abierta al desarrollo, a las mejores oportunidades. Pero estas tecnologías -a la sombra de la supervisión de los padres […]

Autor: UNOi

Fecha: 15 de octubre de 2015

Sexting, el delito desconocido

Sexting, el delito desconocido

Once millones de jóvenes mexicanos tienen  acceso a las nuevas tecnologías de información: Internet, computadoras, teléfonos celulares, dispositivos móviles y tabletas. Casi todos, dotados de una conexión a internet.

En un mundo perfecto, supondría una puerta abierta al desarrollo, a las mejores oportunidades. Pero estas tecnologías -a la sombra de la supervisión de los padres y de la orientación de los maestros- pueden derivar en conductas terribles que hoy -también- son una realidad en nuestro país.

Primero fue el ciberbulling, luego la transmisión de peleas por internet. Hoy uno de los mayores riesgos para un adolescente en línea es ser víctima del sexting.

Sexting es una palabra importada que irrumpió en el escenario juvenil. Viene de la fusión de “sexo” y “texto” y hoy no sólo forma parte del vocabulario de adolescentes y jóvenes mexicanos, también de las actividades que practican a través de teléfonos celulares e Internet. El fenómeno de sexting que inició como envío de mensajes de texto con contenido sexual entre jóvenes, evolucionó  cuando los dispositivos móviles y multimedia permitieron dar un paso más allá e incorporar al sexting, fotografías y video.

Además, el despertar a la adolescencia de una generación que nació digital ha creado una nueva manera de comportarse en la red. Hoy el sexting es el coqueteo digital. Suena totalmente inofensivo hablar del romance juvenil en línea, del primer amor en la red, de la necesidad de los jóvenes de exhibirse y de su impulsividad -propia de la adolescencia-. Pero todo esto se encontró de golpe con los medios sociodigitales y juntos lograron un cocktail que ha dejado de ser divertido para convertirse en peligroso.

La Alianza por la Seguridad en Internet (ASI) estima que en méxico, el 8  por ciento de los jóvenes de secundaria ha enviado imágenes propias -desnudos o semidesnudos- a conocidos o extraños a través de un teléfono celular o una computadora. Y casi 4 millones de jóvenes conocen a alguien que ha enviado imágenes de sexting. Mattica, una laboratorio forense digital coloca a México en primer lugar de envíos de sexting en américa latina.

Pero más allá de las cifras, las practicas suponen una preocupación para todos. Primero porque los adolescentes han abierto la sensualidad y la sexualidad al terreno de lo público. Pero además porque el sexting califica como pornografía infantil, es un delito grave que se paga con cárcel.

Gustavo caballero es el Coordinador de Inteligencia Cibernética de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) donde se concentra la investigación de todos los delitos en línea. Reconoce que aunque desde el 2008 comenzaron a presentarse casos de este tipo, fue en el 2009 cuando el número se disparó. Nueve de cada diez víctimas -asegura Caballero- son mujeres, adolescentes que se muestran en fotografías sin ropa o en videos mostrando su cuerpo mientras practican bailes eróticos.

Generalmente, dice caballero, ellas envían ese material con carácter de “privado” a un novio a un compañero, cuya atención quieren llamar. Pero cuando terminan la relación, o hay un distanciamiento, ellos hacen público ese material; lo comparten con sus amigos, y sus amigos con sus amigos, y sus amigos con sus amigos, haciendo -a través de envíos y reenvíos- que una foto se dispare de manera infinita y descontrolada la red.

En esa cadena de reenvíos, que a los jóvenes les parece de gran diversión, todos juegan un papel dentro del delito de pornografía infantil. Según el artículo 202 del código penal federal una imagen con contenido sexual de una menor que a través de un medio es grabada, enviada, publicada, comercializada, distribuida, o almacenada califica como pornografía infantil. Es un delito grave. Se persigue de oficio.

Ellos ni lo imaginan, pero esto significa que  están involucrados todos quienes lo envían, lo reenvían, lo publican  o lo guarden en su celular o computadora. Significa que todos pueden acabar en prisión.

Algo que tampoco saben los adolescentes es que cuando lo privado se hace público, no hay vuelta atrás. Una vez que una imagen está en Internet, es imposible desaparecerla porque se ha replicado en  decenas, cientos o miles de páginas cuyo origen y existencia es prácticamente imposible rastrear.

Lo que sí es posible rastrear es el camino que una fotografía de recorrió.

México cuenta con laboratorios forenses digitales -gubernamentales y privados- capaces de recuperar información detallada de una computadora o cualquier dispositivo móvil alambico o inalámbrico, a los que los jóvenes tienen acceso. Así que una investigación puede revelar la ruta que siguió una foto o un video, de un celular a otro, de computadora a una red social, de ahí a un correo electrónico, en fin. Todos los que participan son parte de un delito del que ni siquiera han oído hablar.

ASI cuenta con una línea de ayuda, ofrece asesorías y canaliza los casos con las autoridades correspondientes a través de su sitio www.asi-mexico.Org . ASI ha brindado ayuda en muchos casos de sexting porque no sólo el ámbito judicial les preocupa. Una joven víctima de sexting, después de ser expuesta, es señalada, rechazada y humillada. Los casos documentados revelan que las víctimas tienen que cambiar de escuela, son expulsadas, pueden caer en profundas depresiones e incluso han tenido que abandonar su ciudad o país de origen. Otras se han quitado la vida.

Por eso, ante el crecimiento del fenómeno del sexting, hay que tomar medidas como padres y maestros. Primero hay que hablar con los adolescentes para hacerles saber que su diversión cruel puede ser -además de la desgracia de otro-  un delito que podría cambiar su vida para siempre.

Hoy el reto de la era digital es hacer entender a los hijos que-aunque es un mundo virtual- lo que hacen en la red, también tiene consecuencias el mundo real.

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