Una velada mágica fue la que vivió este jueves la comunidad del Colegio Euro Texcoco, que se volcó en muestras de admiración, respeto y cariño hacia Elena Poniatowska Amor, en reconocimiento a su trayectoria en el periodismo y las letras mexicanas y por su compromiso con nuestra historia, pasada y presente.
La Noche de Muertos Memorables, que el colegio celebra cada año alrededor del Día de Muertos, tiene como fin rendir homenaje a mexicanos difuntos que se distinguieron en los campos de las artes y la ciencia, pero es también ocasión para honrar en vida a uno que con su obra haya contribuido de manera notable a nuestra nación. En ediciones anteriores la Presea se otorgó a figuras como Cristina Pacheco, Julieta Fierro y Horacio Franco.
Dedicada esta vez a escritores mexicanos, la celebración inició al filo de las seis de la tarde, cuando acompañada por la directora Mayela Velázquez Luna, Elena cortó el listón para dar paso al patio central donde una multitud exultante la esperaba.
Dispuestos en círculo, tras un altar principal dedicado a las letras mexicanas, había pequeñas ofrendas en forma de paneles verticales con el nombre del escritor o escritora y un fragmento de su obra. En cada uno, cuatro alumnos de secundaria describían a los visitantes aspectos de la vida y obra del autor a quien uno de ellos personificaba. La breve exposición concluía con un poema o un texto del homenajeado. Cabe destacar en esta fiesta la intención pedagógica, ya que fueron los alumnos quienes investigaron sobre los escritores, su relevancia en nuestra literatura y prepararon sus presentaciones. Elena se detuvo ante las ofrendas de Nezahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz, escuchando atentamente y brindando palabras de elogio a los alumnos por su trabajo.
Padres, alumnos e invitados conocieron también así pormenores de hombres y mujeres que inscribieron su nombre en nuestra literatura, como: Ignacio Manuel Altamirano, Amado Nervo, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Monsivaís, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Alfonso Reyes, Jaime Sabines, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Ramón López Velarde, Elena Garro, Mariano Azuela, Salvador Novo y José Emilio Pacheco.
Antes de la ceremonia, un grupo de alumnos junto con el equipo de TV de la Universidad del Valle de México, Campus Texcoco, montaron un pequeño foro al interior del colegio donde Elena departió con los directivos quienes le expresaron el orgullo que les representaba tenerla entre ellos. “Para mí también es un gran orgullo –dijo Elena–, porque uno trabaja siempre en soledad; finalmente es la relación más cercana ahora con la computadora, antes con la máquina de escribir…”
Sobre sus comentarios en televisión de los que el presentador se declaró ferviente seguidor, Elena comentó: “A veces me corren; a veces me dicen que por favor me calle y entonces dejo de hablar un tiempo y, luego, de repente me dicen: ‘ya venga usted, porque si no van a decir aquí hay censura’. Pero siempre hay censura”.
Respondiendo a Mayela Velázquez, quien le pidió algunas palabras para los chicos en el tema de la lectura, Elena dijo: “Leer es adquirir una compañía de por vida; un mejor amigo de por vida, porque incluso, yo creo que la soledad se combate con el libro… muchas madres escogen aplastar a sus niños como gelatinas o como flan frente a la tele; todo el mundo te dice que la tele es la mejor nana, pero creo que si a un niño desde muy pequeño acostumbra todas las noches leerle un poco, ese niño va a ser un lector: si le enseña incluso a manejar el libro, a enseñarle que el libro es un objeto bello, también va a ser una gente que más tarde va a sacar un libro de un anaquel, lo va a leer y muchas veces va a tener ganas también de decir lo que siente. Y, si tú dices lo que sientes, y lo escribes, nunca necesitas psicoanalista…”
“Además –agregó–, hay que pensar que leer no es un castigo, porque leer es de veras un impulso: aquí qué pasó, yo quiero saber. Yo recuerdo que en Veracruz, en San Andrés Tuxtla, un profesor español que se llama Patricio Arredondo, recogió a niños que estaban en la calle y les enseñó a leer y a escribir debajo de un árbol. Ni siquiera –ahí el tiempo es muy bonito, no llueve–, ni siquiera necesitó una escuela techada y les dijo a los niños que escribieran todo lo que pensaban. Y una niña –su mamá se enfermó y se la llevaron–, y entonces la niña escribió un pequeño texto que después se imprimió con tipos y se hizo un cuadernito que luego se repartían entre todos. La niña escribió: ‘Mi mamá se enfermó. Vino la ambulancia. Se la llevaron al hospital…’, y luego puso: ‘…se estuvo como mil días’. Eso expresa toda la idea del dolor de la niña, la ausencia de la mamá y lo que significa”.
De regreso a la explanada, Elena, junto con cerca de medio millar de integrantes de la comunidad del colegio, disfrutó del espectáculo que prepararon alumnos de preparatoria y que incluyó la escenificación de tres leyendas mexicanas: el Popocatépetl y el Ixtacíhuatl, La Llorona y, La Nahuala; así como bailables y cantos en lengua indígena; todo ello acompañado por la música en vivo del ensamble de música tradicional mexicana, La milpa de México que además dedicó unos versos a Elena con la música de El Querreque.
Después de la entrega de reconocimientos a miembros del personal del Colegio por sus años de servicio, se procedió a la entrega de la Presea Rey Poeta a Elena Poniatowska Amor, por parte de las autoridades del Colegio.
Interrumpida varias veces por un coro de voces que aclamaban: ¡Elena, Elena, Elena!, la escritora expresó: “Para mí –supongo que también para ustedes–, es una gran fiesta. Para mí, esta noche tan bella, con las luces, con los juegos de artificio, este templete, la presencia de la presidenta municipal que hace un rato me dijo que lo que más le encantaba en este momento –y me parece lo más justo y lo más inteligente–, son los jóvenes. Y es que ahora estamos en una fiesta que yo vivo por primera vez, y seguramente por última vez, porque esto que vivimos ahora nunca se va a repetir. Nunca seremos los mismos, nunca será la misma noche, nunca sentiremos la mismas felicidad, la misma satisfacción por haber estudiado bien, trabajado bien, cumplido; cumplido ante la Virgen de Guadalupe, ante nuestros muertos en esta fiesta que es de los muertos que todos reverenciamos, sabemos que hemos cumplido. Y ahora mismo yo creo que es momento de que recordemos también a los 43 muchachos normalistas de Guerrero [sonoros aplausos y griterío por la concurrencia], cuyos rostros están impresos no solo en los periódicos, no solo en los carteles que cargan sus papás, sino están impresos en nuestra mente, en nuestra preocupación, porque los queremos de regreso. No es justo lo que ha sucedido y todos nos manifestamos en contra. Creo que es un gran dolor para nuestro país, México, y una gran vergüenza que no hayan sido encontrados. Todos los padres de familia, todas las abuelitas como yo –soy abuelita de diez nietos, diez; dos veces esta mano–, estamos muy pendientes y muy adoloridos, porque esos muchachos son nuestros, son nuestros muchachos, son nuestros hijos y son nuestros hermanos. Muchas gracias por esta gran fiesta”.
Al festejo se sumó la presidente municipal de Texcoco, Delfina Gómez Álvarez, quien obsequió a Elena una pequeña reproducción del monolito de Tlaloc, a 50 años de que el original fuera trasladado al Museo de Antropología.
Para concluir el espectáculo, tres enormes calaveras danzaron sobre el escenario para despedir a la invitada de honor, quien en todo momento se dejó arropar por la gente, intercambió palabras con los niños, se tomó cientos de fotografías y regaló sonrisas y palabras bellas a cuantos se le acercaron.
Por si fuera poco, en un gesto más de su generosidad, Elena firmó al menos un centenar de libros, en su mayoría a niños que formaron una larga fila para tener en ellos estampada la firma de la afamada autora.
Una gran fiesta –como dijo ella–, que sin duda quedará en el recuerdo imperecedero del Euro Texcoco.
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