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Otra vez la tarea

Equilibiro entre el deber y el esparcimiento, comunicación entre padres y maestros, refuerzo del interés, utilidad para el aprendizaje y aplicación de nuevas metodologías, son algunos de los puntos que desde España aborda Ramón Besonías en esta reflexión sobre las tareas escolares Existe un debate cada vez más presente en los medios y en los […]

Autor: UNOi

Fecha: 7 de marzo de 2016

Equilibiro entre el deber y el esparcimiento, comunicación entre padres y maestros, refuerzo del interés, utilidad para el aprendizaje y aplicación de nuevas metodologías, son algunos de los puntos que desde España aborda Ramón Besonías en esta reflexión sobre las tareas escolares

Existe un debate cada vez más presente en los medios y en los foros de padres y docentes acerca de la utilidad o no de los llamados «deberes». Abordado así, de forma tan poco precisa, puede llevar a confusión. Haciendo la pregunta adecuada encontraremos respuestas más eficaces. Quizá sea bueno determinar antes un marco previo sobre el que hablar.

No es una cuestión de tareas sí o tareas no. Más bien debiéramos hablar de metodologías de aula, de estrategias docentes a la hora de evaluar lo que queremos que nuestros alumnos aprendan. Aún así hay un debate enconado entre los docentes tradicionales, que centran su intervención en temario, ejercicios y exámenes, y otros docentes que diversifican sus metodologías y modelos de evaluación, reforzando un aprendizaje activo y cooperativo (sin por ello desdeñar otros métodos). Aquellos ven a estos otros como animadores socioculturales que no enseñan, sino que entretienen, y estos otros ven a aquellos como australopithecus que no desean reciclarse e insisten inútilmente en enseñar tan solo contenidos de memoria.

Ambas tipologías de docente pueden «mandar tareas» para casa, pero las nuevas metodologías facilitan que las llamadas tareas se enmarquen en un contexto lúdico, socializado y práctico, reforzando la motivación y el interés, e incluso implicando a los padres en el proceso de aprendizaje. La metodología importa y mucho a la hora de gestionar el trabajo fuera del aula. De una pedagogía del qué debemos pasar a una del cómo, del contenido a la metodología.

Este debate es más virulento en Primaria, debido principalmente a la implicación de los padres en el proceso de aprendizaje y del trastoque de horarios que supone insertar las tareas dentro del contexto de actividades cotidianas del alumno en el ámbito familiar. En Secundaria el padre casi desaparece y la gestión del tiempo es delegada en exclusiva al propio alumno; pasamos a menudo de una preocupación constante a una dejadez inquietante.

Salvo excepciones, claro está. La preocupación se centra en la calificación trimestral y en la promoción final del hijo, no en el proceso de aprendizaje. Es más, el padre que se preocupa quiere resultados cuantificables; entiende mejor una metodología clásica, con examen y ejercicios que otra activa y que diversifique las metodologías de trabajo. El debate de tareas sí, tareas no, es exclusivo de la etapa de Primaria, y proviene más de los padres que de los maestros.

Partiendo de esto, es evidente que tiene que haber una comunicación fluida y bidireccional entre padres y docentes. El docente debe hacer entender su metodología de trabajo y su forma de entender el trabajo fuera del aula. Existe mucha confusión y en ocasiones posturas muy polarizadas que generan algo más que cabreo en algunos centros.

Algunos padres plantean este asunto como una cuestión de Estado, que debe ser el Ministerio quien legisle este tema. Un error mayúsculo. Es evidente que es mejor solucionarlo según qué casos en el contexto real en el que suceden.

Lo que sí es necesario es que los docentes hagamos una reflexión serena sobre este asunto, entendiendo la importancia de equilibrar la vida personal de los menores con sus incipientes responsabilidades escolares. Y los padres igualmente debemos encontrar un calendario que facilite ese equilibrio entre ‘deberes’ y disfrute del ocio.

Las posturas extremas (deberes no, deberes más) son estériles. Reitero, el debate no debe centrarse en el qué, sino en el cómo.

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