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Mindfulness para niños: ejercicios y cómo aplicarlos

La conciencia plena o mindfulness es el estado que se logra al concentrar la atención en el momento presente, al tiempo que se reconocen y aceptan los propios sentimientos, pensamientos y sensaciones corporales. De acuerdo con la especialista Teresa Arévalo, son muchos los beneficios que aporta a los niños: Mejora el aprendizaje, la atención, la […]

Autor: UNOi

Fecha: 25 de mayo de 2016

La conciencia plena o mindfulness es el estado que se logra al concentrar la atención en el momento presente, al tiempo que se reconocen y aceptan los propios sentimientos, pensamientos y sensaciones corporales.

De acuerdo con la especialista Teresa Arévalo, son muchos los beneficios que aporta a los niños:

  • Mejora el aprendizaje, la atención, la creatividad y el rendimiento académico.
  • Pueden concentrarse mejor e ignorar las distracciones.
  • Les ayuda  a regular sus emociones, a encontrar la tranquilidad y el equilibrio cuando se sienten enfadados, angustiados, molestos y, a sentirse más seguros.
  • Aumenta la introspección, ven más claramente lo que sucede en su interior, en su exterior, en los demás y en su entorno.
  • Desarrollan la compasión y la amabilidad hacia sí mismos y hacia los demás.
  • Mejora las habilidades sociales como la paciencia, la empatía, la alegría por el bienestar de los demás o la ecuanimidad.

Los siguientes son algunos ejercicios sencillos que lo mismo pueden ponerse en práctica en el aula o en casa.

  1. Dile al niño que vas a tocar una campana. Pídele que escuche atentamente el sonido y que levante las manos cuando ya no oiga nada, cuando el sonido haya desaparecido completamente.
  2. Van a jugar a ser astronautas que visitan otros planetas. Ofrécele una pieza de fruta (o cualquier otro alimento) y pídele que la describa con los 5 sentidos pues jamás han visto cosa igual: cómo es ese alimento, que forma tiene, cual es su color, si pesa, si es blando o duro, si es suave o rasposo, si huele a algo, si hace algún sonido cuando lo masticas, si es dulce o salado, etc.
  3. Intenta recordar 5 cosas que veas de camino al colegio, en un tramo de un viaje en coche, en la visita a un museo o en un simple paseo por la calle (un árbol, una animal, un edificio peculiar, unos niños jugando). ¿Cómo son?, intenta percibir cada vez más cualidades de las cosas pero sin juzgar, sin decir si es bueno o malo, hermoso o feo, simplemente apreciando las características de lo que te rodea.
  4. El informe meteorológico. Sentados cómodamente, cierren los ojos y tomen un tiempo para descubrir cómo se sienten en este momento. ¿Qué clima está hacienda por dentro?. Dile que observe si brilla el sol y se siente relajado, o si hay nubes y está a punto de caer un chaparrón, o quizá si hay una tormenta. Pídele que observe de forma amable y curiosa el tiempo que hace por dentro e indícale que es simplemente lo que hay. Puede ser que en otro momento del día cambie, pero ahora es como es, y así está bien. Los estados de ánimo cambian como cambia el tiempo, pasan por sí mismos.
  5. Atentos y quietos como una rana. La rana es un animalito que puede dar grandes saltos pero también puede quedarse muy quieta, observando todo lo que pasa a su alrededor pero sin reaccionar de inmediato, respirando con mucha calma. Su pecho se hincha cuando entra el aire y se deshincha cuando sale el aire. Vamos a sentarnos y a respirar como la rana, así, la ranita no se cansa y no se deja arrastrar por todos los planes interesantes que se le pasan por la cabeza. Durante un rato vamos a estar quietos como una rana, notando como su pecho se abulta un poco y después se hunde otra vez.

Consejos para la práctica:

  • Constancia y paciencia: elige momentos fijos, por ejemplo 2 o 3 días  a la semana, a la misma hora. Con unos 4 o 5 minutos es suficiente para los niños pequeños (de 4 o 5 años de edad) y entre 5 y 15 minutos los mayores. Los resultados no siempre se dan de inmediato, es con la práctica regular como se observan los mayores beneficios.
  • Lugar: cuando se está aprendiendo es aconsejable buscar un lugar tranquilo en el que no haya interrupciones. Con el tiempo, se podrán hacer los ejercicios en espacios más bulliciosos.
  • Actitud: propón la práctica con una actitud lúdica, llena de humor y de aventura pero de forma relajada. Si el niño se resiste puedes acordar hacerlo en otro momento.
  • Repite algunos ejercicios que les sean especialmente atractivos o fáciles. Aunque el ejercicio sea el mismo, la experiencia personal puede cambiar en cada ocasión.
  • Participación: resulta muy motivador practicar con los niños, estar ahí con ellos, viviendo una experiencia compartida. No obstante, a algunos niños les gusta practicar también en solitario.
  • Aceptación, valorar el esfuerzo, con amabilidad. Hay días que uno se siente mejor y la práctica sale “redonda”; otros, uno está más distraído, más tenso y aparecen más dificultades. En todo caso, hay que decirle al niño que se dé cuenta de ello y que lo está haciendo bien, aceptando las cosas tal y como son en ese momento. “No hay que juzgar las experiencias de los niños, todas las experiencias están bien”.
  • Escúchales: pregúntales por la experiencia, pídeles que expresen sus sensaciones al terminar los ejercicios. Estas no son ni buenas ni malas, simplemente vivencias de cada momento. Si le apetece comentarlo bien y si no, también.

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El artículo original puede leerse aquí.