Metáforas y analogías son recursos de lenguaje que empleamos para ilustrar algunos términos o conceptos que resultan complejos de explicar debido a que son abstractos, generales o profundos. Empleamos una metáfora o analogía siempre que intentamos comprender un elemento en términos de otro: cuando decimos “ese hombre es un león” empleamos la imagen de un león para llamar la atención de aspectos específicos que enmarcan nuestra comprensión sobre un hombre en concreto, de un modo distintivo aunque parcial. El amor es un concepto común, pero también sumamente amplio, abstracto y profundo, y por lo tanto difícil de definir o delimitar con palabras, es precisamente debido a ello que tendemos a malinterpretarlo y nos confundimos con respecto a lo que es y no es.
Comúnmente asociamos el amor con los sentimientos, debido a que es capaz despertar una gran diversidad de ellos; sin embargo, me atrevo a decir que amor no es en sí mismo un sentimiento, más definidamente es una capacidad, una decisión y una actividad. Sin pretender entrar en profundidades, de acuerdo con el Dr. Scott Peck el amor consiste en la voluntad de “abrirnos o extendernos” con el propósito lograr nuestro propio crecimiento y el de los demás, independientemente de los sentimientos que esto involucre. Es un proceso activo que implica cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento, como elementos básicos. Desafortunadamente, con demasiada frecuencia perdemos de vista estos elementos o sin darnos cuenta, los aplicamos de manera errónea; consiguiendo resultados opuestos a los deseados.
Un ejemplo concreto de una concepción errónea que algunos padres tenemos con respecto al amor, es asumir que para que nuestros hijos sean felices y seguros de sí mismos, debemos protegerles al máximo, evitándoles todos los sufrimientos y esfuerzos posibles. Los sobreprotegemos, y la lección de la mariposa me parece un buen recurso para ilustrar de una manera análoga sus posibles consecuencias:
Un día un hombre encontró un capullo de mariposa y observó que en él había un pequeño orificio. Se sentó a observar mientras la mariposa luchaba durante varias horas para forzar su cuerpo tratando de pasar a través del agujero, pero parecía que no hacía ningún progreso. Apiadado, el hombre decidió ayudar a la mariposa, tomó las tijeras y cortó el resto del capullo. La mariposa salió fácilmente, pero tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas y arrugadas. El hombre esperaba que en cualquier momento las alas se extenderían para poder soportar el cuerpo que, a su vez, debería deshincharse. Pero nada de esto ocurrió. Por el contrario, la mariposa pasó el resto de su vida con el cuerpo hinchado y unas alas encogidas… ¡nunca pudo volar!
Lo que aquel hombre, con su mejor intención no llegó a comprender, es que el capullo restrictivo y la lucha para que la mariposa pudiera salir por el diminuto agujero, era la manera diseñada por la Naturaleza para enviar fluido del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, de modo que estuviera lista para volar tan pronto obtuviera la libertad del capullo. A veces el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos en nuestras vidas, de esto no me cabe la menor duda, y aunque en el fondo sí lo sabemos, mantenemos oculto en nuestro inconsciente el mensaje debido a que resulta diametralmente opuesto a la información que recibimos de manera continua en nuestra cultura tecnológica que enaltece y fomenta la ley del menor esfuerzo.
Ideas como la anterior, que al educar aplicamos erróneamente -en este caso en forma de sobreprotección de los hijos-, lejos de hacerlos felices y plenos, limita sus posibilidades y debilita el carácter al no permitirles la oportunidad de obtener sus propios logros con base al esfuerzo, conocer sus fortalezas, plantearse metas; los vuelve dependientes e inseguros de sí mismos. En contraste, una concepción más asertiva del amor hacia nuestros hijos consiste apoyar su autonomía y asumir entonces que no debemos hacer por ellos nada que ellos puedan hacer por sí mismos. En la vida, el dolor es inevitable y el esfuerzo fortalece, ayuda a crecer y genera satisfacción y autoestima. En ello consiste buena parte de la formación del carácter.
_______________________________
La autora es licenciada en docencia de Inglés y máster en administración de instituciones educativas, se ha desempeñado en el ámbito educativo por más de 25 años, en áreas de docencia, desarrollo académico y curricular, y coordinación IB. Ha trabajado como consultora independiente y organizado conferencias de formación para padres con la participación de diversas instituciones educativas, y como columnista en un periódico local, tiene un especial interés por generar aprendizaje organizacional en las instituciones educativas y actualmente es Consultora académica de UNO Internacional para la región de Sinaloa