Autor: UNOi

Fecha: 23 de junio de 2012

Me gustan los ángeles; siempre me gustaron

por Pablo Doberti      Son leves, como deben ser las cosas importantes. Suelen ser ambiguos, y eso es bueno. Son etéreos y frágiles, decididos. Queribles e […]

por Pablo Doberti     

Son leves, como deben ser las cosas importantes. Suelen ser ambiguos, y eso es bueno. Son etéreos y frágiles, decididos. Queribles e implacables como las Sirenas… Son suaves, compañeros y honestos, No dirimen los dilemas. No gustan de esos roles reveladores; no se sienten mesiánicos. Para eso hay otras deidades más vocacionales. Ellos insinúan, perfilan, atizan… y se diluyen.

No dejan la responsabilidad. Enseñan. Seducen. Saben que sin seducción no hay acción. Nos encantan. Son alados, ya sabemos; alados porque los idolatramos. Bellamente ficcionales. Son un sueño.

Quiero recuperar el sueño de los ángeles. Tengo la impresión de que hoy día los educadores los necesitamos. Nos faltan ángeles entre nosotros. Tal vez incluso nos falten santos, también. Nos faltan místicas, fes. Estamos secos. Hemos hiperracionalizado la educación y la tenemos atrofiada. Debemos abrirnos a las luces y sombras de otros mundos. Debemos reconvocar.

Hiperpositivistas como somos, nos hemos vuelto hipernegativos, si cabe la paradoja. Insistimos en que las cosas son como son, o no son. Nos incomodan las liviandades, las relatividades, las contradicciones, las paradojas, los sofismas; nos revelamos contra las incertidumbres y denostamos la divergencia. Tenemos clausuradas las vías de comunicación con el mundo. Hemos cerrado los debates. No queremos saber nada porque todo lo sabemos. Por eso siento que necesitamos de los ángeles. Porque necesitamos revulsivos poderosos, levitaciones eficientes. Sirenas maravillosas que canten y nos encanten…

Ellos nos empujan a quebrar esas taxonomías rapaces que nos tienen atrapados. Estamos presos en nuestras cortezas, que en lugar de reforzarnos nos atrofian. Asfixian ¿no lo sienten? Apenas imaginamos que sí pudiéramos… se nos impone el que no podemos. Estamos alucinando tanto que ya ni las alucinaciones nos ilusionan. No vemos más allá; no hay más allá. ¡Necesitamos ayuda!

Toca resetear. Invocar a los ángeles, aceptar el juego de seducción de las sirenas. Sólo robustas e insondables fuerzas impetuosas como éstas nos sacarán del ostracismo inconsciente al que estamos confinados. Parece que los educadores nos hubiéramos olvidado de que la realidad es compleja, la levedad una virtud, la ambigüedad un valor y la poesía una manifestación eficiente de la verdad. Nos olvidamos de que no saber es sabio, de que los humanos somos irreductibles y de que los niños son inagotables. Nos olvidamos de lo que leemos y de que el mundo es un caos, la incertidumbre la regla y el juego social la verdad última. Nos olvidamos de que Wikipedia no es una casualidad, de que los referentes son cada vez más complejos y nuestras necesidades, cada vez más desesperadas.

Los ángeles de este siglo tienen otros semblantes; ellos también han cambiado. Son esos que andan por ahí, revoloteándonos. Alcemos la vista, intuyámoslos y dejémonos guiar… y salvar por ellos. Es la hora.