La autorregulación consiste en saber regular nuestros pensamientos, sentimientos y acciones para poder lograr nuestros objetivos.
En los niños significa que sean capaces de regular lo que piensan, lo que sienten, para que puedan saber manejar sus acciones y responder a cualquier situación que se les presente en la vida, de una manera positiva, productiva, de una manera que sea de beneficio para ellos mismos y a los demás.
Primero que nada les enseñamos con el ejemplo. Un adulto regulado siempre va a ser un ejemplo para que el niño sepa como regularse. Después se trabaja con ellos para que sepan que cuando suceden ciertas cosas, como un enojo, una tristeza, cuando tienen miedo, cuando sientan cualquier emoción, hay diferentes cosas que ellos pueden hacer para tranquilizarse y, en el momento que se tranquilizan, ponen una pausa entre lo que les sucedió y su respuesta, en vez de reaccionar inmediatamente a lo que ocurre. Es aprender a responder en lugar de reaccionar.
La escuela es un lugar donde los niños pasan mucho tiempo y están expuestos a experimentar diferentes emociones. Ahí les ocurren conflictos y podemos aprovechar la oportunidad para que a partir de estos conflictos que se presentan diariamente, enseñarles diferentes estrategias para la autorregulación. Enseñarles qué pueden hacer en vez de pegarle a alguien si es que están enojados, qué pueden hacer en vez de quedarse callados si algo les molestó. La escuela representa un lugar donde se manifiestan muchas posibilidades para enseñar habilidades de autorregulación a los niños. La idea es usar todas estas oportunidades como una enseñanza y no como una excusa para parar el comportamiento, para detener el conflicto sin que los niños aprendan algo.
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Colaboración de Leticia Valero