La gesta de la gestión tiene sus aristas: la realidad, los docentes, los padres, lo nuevo, UNOi, la supervisión, los alumnos los costos, las inversiones y nosotros.
Sin estos componentes en pugna no existiría gestión. Si los humanos nos organizáramos instintivamente como las hormigas, no necesitaríamos de la gestión. Seríamos directores por decreto y todos cumplirían su rol, sin chistar.
Libertad mediante, esto no ocurre. Gestionar es hacer que lo que parece opuesto o difícil de alcanzar, el líder y un equipo de trabajo, lo logran.
Por esto el primer hito de la gestión es el destino. ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál imaginamos sería el norte para la escuela, para sus alumnos, para la comunidad, para mi propia vida?
El segundo hito es el camino. ¿Cómo vamos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Por dónde lo hacemos?
Los impedimentos son anécdotas, datos del paisaje, telón de fondo. Es frecuente encontrar gestores que los ven como su centro. Sus relatos son largas descripciones de las dificultades, casi infranqueables, que justifican el porqué no se hace lo que se tiene que hacer. Si nada puede funcionar, tampoco hace falta la gestión. El lamento no es un buen consejero de líderes.
Los pantanos de Orlando eran un páramo hasta que apareció un sueño, con él un camino. Hoy el destino es realidad. En la dificultad no está la impotencia, sino la oportunidad de transformar lo que hoy no tengo y quiero tener.
Me invito y los invito a hacer el ejercicio frecuente de preguntarnos: ¿Dónde quiero que esté mi organización? ¿Dónde quiero estar yo en mi organización? No es una pregunta superficial, es una pregunta necesaria, esencial. Tiene que atravesar nuestras acciones. De lo contrario, haremos un conjunto de intervenciones inconexas con resultados pobres y esfuerzos desmedidos.
Una vez que vimos el norte buscamos el camino. Ese que elegimos transitar. El que se juega en los actos concretos, en las intenciones más íntimas. El camino que no siempre coincide con lo que se dice, pero siempre está del lado de lo que se hace. Actuar en consecuencia es una fuerza muy poderosa, casi imparable.
Destino – Camino – Acción son la trilogía necesaria para una buena gestión. Cuando falte una de ellas nuestra propuesta será incompleta y por lo tanto inoperante.