Dos aspectos principales dejó en claro Leonardo Kourchenko durante su exposición “La educación en América Latina”, ante los directores de colegios UNOi congregados en Cartagena: primero, que tenemos que formar alumnos creativos y, segundo, que el mundo que van enfrentar es totalmente distinto al que conocemos hoy.
Leonardo mostró el panorama de una América Latina rezagada, donde la tecnología en el ámbito educativo debe ir más allá de los aparatos y concretar, por parte de los alumnos, una creación tecnológica sirviéndose de ellos.
Subrayó la importancia de tener metas claras y perfiles de egreso acordes, para establecer parámetros de medición. Consideró un avance que las evaluaciones comenzaran a realizarse por medio de organismos autónomos en lugar de los ministerios educativos.
Además, planteó diversas preguntas sobre qué elementos se deben evaluar, quién lo determina y, si son incompatibles las visiones de quienes apuestan todo a la tecnología y los que se inclinan por la formación de valores cívicos y de democracia ciudadana.
Sobre la problemática de la formación docente que alguien comentó en un espacio anterior, dijo que un reciente estudio del perfil del docente en México reveló que el 69& proviene de hogares de escasos ingresos y, en parte por lo anterior, de una preparación deficiente.
Porque la economía está ligada intrínsecamente a la educación, señaló a la movilidad social como la clave para aspirar a un sistema educativo que produzca incentivos de crecimiento y de desarrollo. Cuando la educación está alineada con un proyecto, los conceptos de equidad, igualdad, calidad de vida y abatimiento de la pobreza cobran sentido, apuntó.
Venimos, dijo, de economías postindustriales, con energías sucias, con profusión de bienes, esquemas cerrados, desigualdades estratificadas y acumulación de bienes. Vamos hacia economías abiertas, globales y competitivas, energías limpias, autosustentables y con conciencia ecológica pero, sobre todo, digitales y de producción del conocimiento.
Aquellos centros educativos –sentenció–, que pongan el énfasis en el desarrollo y la creatividad, en formar cerebros que sean capaces de crear conocimiento nuevo, estarán insertando jóvenes en pleno siglo XXI en la economía del conocimiento.
Advirtió que vamos hacia una educación del cambio, con nuevos modelos de aprendizaje, nuevos lenguajes y códigos con un cambio total de paradigmas. Vamos hacia el fin de la escolaridad como la conocemos, con matriculación y estructuración temática y programática de contenidos, porque la vida demanda otros perfiles. Una educación que establece un nuevo diálogo entre el espacio y el conocimiento: lo importante es qué aprenden, cómo lo aprenden y qué son capaces de hacer con ello. Un 10 en la boleta, dijo, no significa nada si no se aplica el conocimiento más allá de un examen. El mundo que les espera requiere de colaboración, de trabajo en equipo, de flexibilidad y de aprendizaje perpetuo.
Vamos a un mundo de educación no escolarizada, donde la educación es para la vida, para resolver problemas reales en la vida cotidiana. Un mundo totalmente nuevo para el que hay que prepararlos.
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