Autor: UNOi

Fecha: 20 de marzo de 2014

La diferencia

por Dionisia Pappatheodorou                         “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela.” Albert Einstein. Si educar fuera […]

Foto: © eltoro69 7 depositphotos.com
Foto: © eltoro69 7 depositphotos.com

por Dionisia Pappatheodorou

                        “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela.”

Albert Einstein.

Si educar fuera sencillo, no tendríamos tantas dificultades para hacerlo.

En una ocasión, charlando entre amigas precisamente acerca de la importancia de la amistad y la manera en la que los amigos nos influimos unos a otros, en especial entre niños, una de ellas comentó: “es curioso, pero hay amigos de mis hijos que logran sacar lo mejor de ellos, mientras que otros consiguen sacar lo peor, ¿en qué consiste?” La discusión que de allí derivó fue larga, y en esa ocasión no recuerdo haber arribado a ninguna conclusión definitiva; sin embargo, a medida que pasa el tiempo, más llego a convencerme de que, en este sentido, la diferencia entre una persona y otra radica básicamente en su educación.

La siguiente historia, transcripción literal de un texto escrito por León Denis sobre la vida en la antigua Grecia, coincide plenamente con esta óptica y confirma el poder de la educación, es por ello que me parece valioso compartirla ahora:

Se cuenta que el legislador Licurgo de Esparta, quien fue discípulo de Platón,  fue invitado a dar una conferencia sobre educación. Aceptó la invitación, pero pidió un plazo de seis meses para prepararse. El hecho causó extrañeza, pues todos sabían que él tenía capacidad y condiciones para hablar en cualquier momento sobre el tema; y por eso mismo lo habían invitado.

Transcurridos los seis meses, Licurgo compareció ante la Asamblea, que estaba expectante. Se ubicó en la tribuna, y enseguida entraron unos criados portando cuatro jaulas. En cada una había un animal; en total eran dos liebres y dos perros. A una señal preestablecida, uno de los criados abrió la puerta de una de las jaulas y una pequeña liebre blanca salió corriendo, espantada. Luego, el otro criado abrió una jaula donde había un perro, y éste salió en desesperada carrera a la captura de la liebre. La alcanzó con destreza, destrozándola rápidamente.         

La escena fue dantesca y golpeó a todos. Una gran conmoción corrió en la Asamblea, y los corazones de todos parecían saltar del pecho. Nadie conseguía entender lo que Licurgo deseaba con tal agresión. Licurgo no dijo nada. Volvió a repetir la señal establecida, y la otra liebre fue liberada de su jaula. Enseguida, se liberó al otro perro.

El público apenas contenía la respiración. Algunos, más sensibles, llevaron las manos a los ojos para no ver la repetición de la muerte bárbara del indefenso animalito que corría y saltaba. En el primer instante, el perro embistió contra la liebre. Sin embargo, en vez de destrozarla, la tocó con la pata y ella cayó. Luego se irguió y se puso a jugar. Para sorpresa de todos, ambos animales mostraron tranquila convivencia, saltando de un lado para el otro. Entonces, y solamente entonces, Licurgo habló:

Señores, acabáis de asistir a una demostración de lo que puede la educación. Ambas liebres son hijas de la misma matriz; fueron alimentadas igualmente y recibieron los mismos cuidados. Así, igualmente, los perros. La diferencia entre ellos reside, solamente, en la educación. Y prosiguió vivamente su discurso, exponiendo las excelencias del proceso educativo:

La educación, basada en una concepción exacta de la vida, transformaría la cara del mundo. Debemos educar a nuestro hijo, esclarecer su inteligencia pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándole a despojarse de sus imperfecciones. Recordemos que la sabiduría por excelencia consiste en volvernos mejores.

La educación no se constituye en mera transmisión e incorporación de informaciones, sino que consiste en trabajar las mejores potencialidades del ser… Una persona educada es capaz de sacar a la luz lo mejor de sí, posee mayor control para modular sus inclinaciones y emociones naturales y emplearlas para beneficio propio y de los demás. Debido a ello, es posible asumir que contará con mayores posibilidades para obtener también lo mejor de los demás. 

De cualquier manera, el único recurso con el que verdaderamente contamos en la vida somos nosotros mismos, nuestras capacidades y la posibilidad de expandirlas y canalizarlas productivamente a fin de alcanzar nuestras metas y nuestras más profundas aspiraciones ¿cómo no invertir en ello?

Dionisia cep_________________________________________

La autora es licenciada en docencia de Inglés y máster en administración de instituciones educativas, se ha desempeñado en el ámbito educativo por más de 25 años, en áreas de docencia, desarrollo académico y curricular, y coordinación IB. Ha trabajado como consultora independiente y organizado conferencias de formación para padres con la participación de diversas instituciones educativas, y como columnista en un periódico local, tiene un especial interés por generar aprendizaje organizacional en las instituciones educativas y actualmente es Consultora académica de UNO Internacional para la región de Sinaloa.