La rutina, la práctica reiterada, el rito vacío, la seguridad conocida, nos pone inexorablemente en estos lugares de trasparencia existencial.
Da lo mismo, haber pasado o no por la vida de los otros.
La bisagra se hace cuando hay coraje, pasión, foco en el alumno, honestidad intelectual e inteligencia puesta al servicio del educar.
Maestro no es un título, es un ejercicio.
La tragedia educativa contemporánea no se debe tanto a la falta de nivel de los alumnos (es sólo un síntoma de tantos), como a la intrascendencia que implica, para no pocos, el paso por la escuela.
Como docentes debemos hacernos dignos de un gracias sentido.
____________________________