Autor: UNOi

Fecha: 2 de noviembre de 2013

Grabados ‘vivos’ de Posada en la ofrenda del Manuel Acosta

Enormes reproducciones de José Guadalupe Posada penden de los muros del patio de la Escuela Maestro Manuel Acosta en la ciudad de México, que este […]

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Enormes reproducciones de José Guadalupe Posada penden de los muros del patio de la Escuela Maestro Manuel Acosta en la ciudad de México, que este viernes abrió a su comunidad y al público en general la exposición de su ofrenda dedicada al ilustre grabador a cien años de su fallecimiento.

Cada uno de los altares es representativo del grabado bajo el que se ubica y en ellos podemos encontrar reflejada la sociedad de la época –como fue la intención del grabador–, con sus clases, artesanos, músicos y gobernantes. Tapetes de aserrín pintado reproducen coloridas figuras enmarcadas en cempasúchil. Canastos de frutas, papel picado, pan de muerto, incensarios, figuras hechas con granos, veladoras  y diversas calaveras de azúcar, papel, chocolate, cartón y cerámica complementan cada montaje. En cada uno hay un atril con una calavera literaria que en jocosos versos nos recuerdan cuál es el fin último de nuestra naturaleza humana, sin distingo de posición o clase. Los propios alumnos que hicieron la investigación y compusieron los altares, explican con cortesía al visitante los contenidos, algún dato relativo a Posada y leen los correspondientes versos.

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En el altar central, coronado por un monumental dibujo de La Catrina, alumnos de diversos grados caracterizados como difuntas calaveras en ropajes de época, se alternan para posar en actitud circunspecta. Ahí vemos, catrines e indígenas que parecen meditar en la eternidad, Catrinas con gesto compungido u otras que departen sentadas en una banca. En un kiosco lateral, músicos tocan nostálgicas melodías, o parroquianos descansan a la sombra. Don Porfirio pasea con Doña Carmelita ante una mirada inquisidora de Madero.

José Arturo Matilde Nieto, alumno de 1º B de secundaria nos explicó así la representación titulada ‘Calaveras del montón’: “Como ve, es la época de Porfirio Díaz, y está representada por los jarrones, las frutas, las calaveras de azúcar; por supuesto, por el día de muertos”. Y sobre la vida de Posada: “Cronista excepcional que pintó la comedia humana, la tragicomedia mexicana en un siglo que terminaba y otro que nacía. Posada captó todas esas historias de la vida cotidiana: el silencio, la marginalidad, la tragedia, el dolor, la risa, la sorna, la miseria, el llanto, el placer, la vida, la muerte, lo blanco, lo negro, el amor a lo mexicano. Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada, como pocos artistas ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un artista mexicano que se convierte en universal”.

Y, su compañero Marco Antonio Castañeda Pelayo, leyó la calavera para nosotros: “Toditos los comerciantes / vendrán a ser calaveras / porque ahora sí es de veras / se acabó la Jauja de antes /los cómicos resabidos / que en todo son presumidos / huesos roídos y podridos / los dueños de tendajón / y todo dueño de giros / calaveras del montón”.

Maestros, padres y alumnos conviven sonrientes compartiendo la tradición. Los visitantes se refrescan con horchata y jamaica y se les convidan dulces típicos. En un extremo un coro interpreta canciones, que aunque no precisamente de la época, levantan el aplauso de la concurrencia.

No deja de invadirnos un sentimiento de nostalgia al pensar en lo efímero de esta fiesta y que en un rato más la espléndida puesta se habrá ido. Opinión que seguramente no comparten dos pequeñas Catrinas que –autorizadas ya para ello–, comienzan la una a morder un pan de muerto y la otra a pellizcar una calavera de chocolate.

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Un mercado en miniatura en la ofrenda del Kínder

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Cuando reflexionaba aún en lo anterior, me topo en la puerta contigua con la ofrenda del Kínder, cuyo jardín central, al que se accede por un arco, presenta una cruz de cempasúchil y, a su alrededor los puestos de un mercado típico que incluyen, tamales, flores, frutas y verduras, chiles, aguas frescas,  tortillas, pan de muerto y dulces típicos. Calaveras de cartón vestidas con delantal atienden los puestos.

En las macetas de cempaúschil que bordean el jardín y colocadas sobre el propio césped encontramos pequeños esqueletos, todos ellos decorados en forma diferente y original, que con la ayuda de sus maestras elaboraron los infantes.

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Lo singular de esta muestra es que el montaje está hecho a la escala de la estatura de los alumnos, llevando a su altura lo mismo el disfrute visual que la intención pedagógica.

¡Felicidades a toda la comunidad educativa del Manuel Acosta!

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