Si tu hijo tiene un buen desempeño escolar pero para conseguirlo se toma un tiempo considerablemente mayor que el que requiere el promedio de la clase, lo primero que hay que hacer es descartar la presencia de un problema más serio como una discapacidad para el aprendizaje o un trastorno de déficit de atención.
Steven Butnik, en su artículo “Comprensión, diagnóstico y tratamiento de la lentitud en la velocidad de proceso”, señala que estudiantes calificados a los que no se diagnostica o educa correctamente podrían desanimarse, deprimirse, no alcanzar los conocimientos para los que tienen capacidad u obtener empleos menores al concluir sus estudios. Por el contrario, afirma, cuando a estos alumnos se les comprende y se les educa en forma adecuada pueden llegar a brillar en formas únicas.
Entre otras causas por las que el alumno está siendo lento deben considerarse: la ansiedad como discapacidad de aprendizaje que hace más difícil procesar los contenidos; disgrafía, que significa un reto el escribir a mano; problemas visuales que dificulten la lectura del pizarrón o documentos; dificultades de procesamiento auditivo que hagan difícil trabajar en un salón bullicioso.
Para abordar uno o más de estos problemas, se deben hacer adecuaciones para que el estudiante pueda trabajar a su paso; como por ejemplo, conceder mayor tiempo para completar las asignaciones, apoyar los textos con voz o, reducir el número de tareas requeridas para demostrar competencia.
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