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Entre dos mundos

por Dionisia Pappatheodorou “La juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere”    Jean Cocteau    La juventud se caracteriza por una búsqueda intensiva de identidad, una identidad propia que nos permita ser únicos y diferentes… especialmente diferentes de los padres, de quienes aspiramos independencia. Este afán, lleva con bastante frecuencia […]

Autor: UNOi

Fecha: 24 de julio de 2014

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

por Dionisia Pappatheodorou

“La juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere”   
Jean Cocteau   

La juventud se caracteriza por una búsqueda intensiva de identidad, una identidad propia que nos permita ser únicos y diferentes… especialmente diferentes de los padres, de quienes aspiramos independencia. Este afán, lleva con bastante frecuencia a los jóvenes a adoptar posturas opuestas a las de sus progenitores, lo cual hace que muchos de los rasgos distintivos de una generación, se encuentran presentes en la siguiente, pero en sentidos diametralmente opuestos.

Lamentablemente, en muchos casos esta oposición complica profundamente las relaciones, lejos de simplificarlas. Sin embargo, las tensiones pueden atenuarse o desvanecerse si se comprenden y respetan las necesidades, los sentimientos, las experiencias y la filosofía de vida entre ambas partes. Analicemos entonces diferencias y similitudes, para adoptarlas como herramientas que nos ayuden a construir relaciones mas sólidas y enriquecedoras.

De acuerdo con Héctor García, las personas que nacieron entre 1917 y 1946, la generación “S”, se vieron sometidasa esquemas sumamente tradicionales de educación, que se fundamentan en valores morales muy rígidos, grandes prejuicios, tabúes, y dogmas de fe que se presentaban como absolutamente incuestionables. En esa época, las instituciones ejercían fuerte control sobre los individuos, a quienes se entrenaba, no para tomar decisiones propias ni aceptar riesgos, sino para obedecer. A los hijos podía controlárseles “con una mirada.”

En términos generales, el hombre era sobrevalorado y la mujer devaluada. Mientras a la mujer se le preparaba para la maternidad, al hombre se le incitaba a gastar buena parte de su energía e ingresos, para destacar su posición masculina, y afirmar una fortaleza -de la que en frecuentes ocasiones carecía-, a través de diversas manifestaciones de poder. Era el tiempo de los machos, muy machos, las casas chicas, la inflexibilidad, y la sumisión femenina frente a la supremacía masculina. ¿Podemos identificarles? A esta generación de rigidez  y control le sigue la generación de los “baby boomers”, nacidos entre 1946 y 1961, en los albores de la revolución social.

A partir del fin de la segunda guerra mundial, el mundo cambió de manera drástica y vertiginosa sobre todo en el aspecto social: mientras el gobierno norteamericano peleaba en contra de Vietnam, se desataban una gran cantidad de expresiones contrarias a la guerra, manifestaciones en nombre de la Paz y el Amor, destacándose de manera especial el movimiento Hippie, el rhythm ‘n’ blues, y el rock and roll. Con base en una filosofía de paz y libertad, con grandes movimientos sociales a favor de la igualdad de derechos, el respeto por la diversidad racial y de género fue ganando terreno en materia de derechos civiles. Las mujeres comienzan a salir de casa, se preparan formalmente y consiguen un lugar en el mercado laboral.

Hijos de la generación “S”, a los baby boomers les tocó vivir el choque entre dos mundos contradictorios, de ahí que se le denomine la generación sándwich: por un lado, vivieron una niñez y una educación muy similar a la de sus padres, con valores y tradiciones fuertemente arraigadas, en contraposición con una juventud llena de dudas y rebeldía, ancladas en grandes expectativas y deseos de libertad, para los cuales no fueron preparados.  Esto trajo como consecuencia, una madurez totalmente desubicada, que se acentúa con un cambio radical en el significado de los valores, y en un mundo que evoluciona con gran rapidez.

Entre los baby boomers, prevalece el eterno dilema entre ser en apariencia de un modo, y en esencia de otro. Se fuerzan por participar e integrarse al mundo moderno, por el cual se sienten fuertemente atraídos: es el modo de vida que hubiesen deseado para sí. Pero sólo en lo superficial, en apariencia… en el fondo, se sienten realmente ajenos a esta forma de ser, la cual no tiene lugar en el esquema conservador en el cual estuvieron inmersos. En las mujeres, existe una terrible lucha interna entre un mundo de oportunidades, éxito social y profesional, y el sentimiento de culpa por el abandono de los hijos, del marido y del hogar, que le fueron inculcados como prioridades. Este es el origen de un conflicto que se traduce en una generación inconsistente, que obedeció primero a sus padres, y decide después obedecer a sus hijos, lo cual lógicamente, tiene consecuencias observables en la siguiente generación: la generación “X”.

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