Autor: UNOi

Fecha: 25 de febrero de 2014

El valor pedagógico del silencio

por Claudia Rojo Hablar de capacitación a los docentes desde la visión constructivista tendría que partir del conocimiento previo de su práctica diaria; y qué […]

Foto: © khamidulin/depositphotos.com
Foto: © khamidulin/depositphotos.com

por Claudia Rojo

Hablar de capacitación a los docentes desde la visión constructivista tendría que partir del conocimiento previo de su práctica diaria; y qué más práctica diaria que pedirles a los alumnos que guarden silencio. Desde el ancestral “Ya cállense que no me dejan dar clase”, pasando por el “Silence please” y, por supuesto, usando la creatividad y la inteligencia musical de: “…un candadito nos vamos a poner, el que se lo quite a a per-der, 1-2-3”.

No importa el idioma en que se pida, ni el nivel de abstracción de los estudiantes en kínder o en profesional, pedir silencio debería llevar también una connotación filosófica y humana que, con la práctica diaria, enseñara al ser humano a valorar –atesorar–, esos momentos de silencio, de introspección, de autoconocimiento y de autodisfrute.

No hablamos de “enseñar” una nueva habilidad, ni de alcanzar una nueva “competencia”, ni de “enriquecer” el currículum; sino de abordar la práctica diaria desde un ángulo más profundo.

Los periodos de atención en los niños de preescolar son muy cortos, por lo que los docentes deben cambiar de actividad constantemente e ir de lo teórico a lo práctico en segundos… mismos en los que podemos intercalar minutos de silencio no para enseñar algo teórico, sino para reforzar este tema tan importante que se trabaja dentro del plan de estudios de Educación Preescolar que es el autoconocimiento: Quién soy.

Conforme los niños van creciendo, se requieren más conocimientos para “acreditar” el ciclo escolar, y la solicitud de silencio del profesor, va encaminada a captar la atención del estudiante: craso error. 

Pareciera que les dicen: “hagan ruido, lo que tengo qué decir lo encuentran en 3 minutos en Wikipedia!!!”   O al menos, así lo interpretan los chicos… y con toda la razón. Son otros tiempos, son niños del siglo XXI que nacieron con un dispositivo móvil vigilando sus cunas y que cambian de canal con un movimiento de brazo a la derecha o a la izquierda frente a una pantalla inteligente con más de 600 canales!!!

Guardar silencio en el aula es un suicidio al prestigio del profesor, se confunde con “qué aburrida clase” y todo esto tiene mucho qué ver con el valor pedagógico del silencio, en el manejo del tiempo efectivo de clase, en la planeación de actividades enriquecedoras o motivantes.

Un silencio como ejercicio de salud emocional y mental tendría mucho valor social si los alumnos tras 12 años de educación básica, se graduaran de secundaria con el hábito de “guardar silencio” para ESCUCHAR AL PROJIMO, para ESCUCHAR LO QUE SU CORAZON SIENTE, para ESCUCHAR al que –por EXPERIENCIA-, sabe más. Si esto fuera un hábito, nuestra sociedad sería más empática, más respetuosa, más considerada, y nuestros adultos mayores serían más valorados.

 ¡¡¡Cuánto VALOR tiene el SILENCIO!!!

De aquí que la propuesta de este ensayo y de una servidora dedicada al campo de la educación, que también ha estado frente a grupo (de universitarios y de kindergardenianos), sea sensibilizar al docente –mediante la capacitación–, del valor pedagógico del silencio… pero usted, ¿qué opina?

¿Qué opinarían nuestras autoridades, ahora inmersas en la REFORMA EDUCATIVA, en el ENLACE y en los conflictos magisteriales, si llegara una ciudadana con experiencia en el ámbito educativo y les propusiera esta línea de trabajo para el ciclo escolar 2014-15?

POR FAVOR: NO GUARDEN SILENCIOOOOOOOOO!!!!!!!

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Claudia Rojo 02 cegMtra. Lic. Claudia R. Rojo Casas
Dirección General
COLEGIO EUROPEO DE MEXICO RS

La autora es licenciada en periodismo, con maestría en administración y especialidad en mercadotecnia e innovación educativa; actualmente cursando la maestría en dirección de instituciones educativas