Recientemente, se ha reabierto el debate sobre si el talento sobresaliente es una característica fija e innata de una persona o si se puede desarrollar a lo largo de la vida y con apoyo de los sistemas educativos. Veamos a continuación algunas claves para resolver esta interrogante.
La Regla de las 10.000 horas
En 1993, se publicó un estudio del psicólogo K. Anders Ericsson donde se encontró que la diferencia entre músicos con diferentes niveles de desempeño radicaba en el número de horas de práctica deliberada que había tenido cada uno. El grupo con el desempeño más alto tenía un promedio acumulado de 10.000 horas de práctica frente a la mitad o menos del resto de los músicos observados. Así, el estudio concluía que el esfuerzo prolongado, y no el talento innato, era el que explica las diferencias entre un experto y un principiante. De este estudio surgió la famosa “Regla de las 10.000 horas” de Malcolm Gladwell.
La mielina es pasión y persistencia
En ese mismo sentido, el periodista del New York Times, Daniel Coyle, dedicó varios años a la exploración del talento en diferentes campos deportivos y artísticos y encontró que el elemento común entre artistas y deportistas con altos niveles de desempeño era el número de capas adicionales de mielina que tenían éstos, frente a sus pares con menores desempeños. La mielina es el recubrimiento que envuelve las terminaciones nerviosas de las neuronas por donde circulan los impulsos nerviosos que permiten las conexiones sinápticas. De acuerdo con las investigaciones de Coyle, estas capas se construyen con mucho tiempo y mucho esfuerzo, a partir de las horas de práctica profunda o consciente que se le dedican a un campo específico. Por ello, el segundo elemento para el aumento de la mielina es la pasión. La construcción de las capas de mielina requiere tanta energía y persistencia que nadie va a dedicar largas horas de esfuerzo a hacer algo que no ama profundamente. De esta forma, Coyle concluye que cualquiera puede alcanzar desempeños excepcionales si tiene una mezcla de pasión por su campo y de práctica profunda. Conclusión que corrobora la teoría de Gladwell.
Los genes importan
A pesar de lo anterior, dos estudios más recientes – presentados en Slate por Hambrick, Ferreira y Henderson – han encontrado que la práctica deliberada o profunda si bien es muy importante, no es la pieza central para el desarrollo del talento excepcional. Uno de estos estudios descubrió que para llegar al mismo nivel de maestría, un jugador de ajedrez podía necesitar 22 veces más práctica deliberada que otro. Mientras que el otro estudio demostró que aunque más horas de práctica deliberada mostraban mejores resultados, este número adicional de horas sólo explicaba alrededor del 20% de la diferencia en campos como la música, el ajedrez y los deportes. En resumen, la práctica deliberada no garantiza que se pueda llegar a ser un experto porque existen otros factores que también influyen como la edad a la que se empieza la práctica y los genes.
Y el entorno también
En ese mismo sentido, Jairo Giraldo, físico colombiano experto en talento y nano-neurociencia, explica cómo además de la práctica y los genes juegan un papel muy importante el entorno y el cableado del cerebro. El entorno cultural es muy importante para que un talento pueda florecer o por el contrario extinguirse. Giraldo nos confirma como “el mismo Einstein…sin un ambiente familiar, escolar y social propicio no hubiera podido llegar a donde llegó”. Por su parte, el cableado del cerebro también es fundamental para explicar las diferencias de desempeño entre los individuos. Hay algunos cableados que son más eficientes que otros en un campo determinado. Mientras que para una persona puede ser muy fácil resolver incógnitas de biología molecular, puede que su nivel de competencia para meter un gol sea prácticamente nulo. El tipo de cableado que tenemos diferencia nuestros talentos y nos permite alcanzar niveles más sobresalientes en nuestro campo o inteligencia predominante. Por eso, si bien la mielina es muy importante, no se puede pensar que tener buenos recubrimientos es suficiente: las conexiones sinápticas siguen siendo fundamentales.
En conclusión, saber que genes, cableado cerebral, entorno, práctica y pasión influyen es vital para potenciar los talentos en las escuelas. La política pública se enfrenta entonces a un gran reto: la necesidad de tener una educación más pertinente para los diferentes tipos de inteligencia con más tiempo para la práctica profunda del talento de cada niño, que para currículos estandarizados que no tienen mayor relevancia para ellos ni para las necesidades productivas de su entorno.
Y tú: ¿Qué iniciativas conoces para potenciar el talento de los niños en el sistema educativo?
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Fuente: Rocío Gómez Botero http://blogs.iadb.org/educacion/