No todos los incidentes de rudeza, rechazo u hostilidad son bullying. A veces resulta que solo se trató una provocación o alguien que le hizo pasar un mal rato que no fue fácil asimilar.
Debemos tomar muy en serio si nuestros hijos se quejan de bullying y darles el apoyo y las herramientas para manejarlo e intervenir a su favor cuando sea necesario. Pero no queremos enseñarles que toda experiencia negativa con sus pares es una forma de bullying.
El bullying ocurre:
- Cuando hay una diferencia de poder: El bullying lo hace alguien que está en una posición de poder –puede ser en forma de fuerza física, o popularidad– y está dirigido a alguien a quien se percibe como menos poderoso.
- Cuando hay la intención de causar daño. El bullying puede manifestarse como un ataque físico o verbal, hacer amenazas, difundir rumores o, excluir a alguien de un grupo a propósito. No es casual, sino intencional.
- Cuando es repetido. El comportamiento del bullying es un patrón continuo de acciones hostiles o abusivas dirigidas al niño que es el objetivo.
- Cuando causa daño: El comportamiento se convierte en bullying cuando menoscaba el bienestar o el desempeño de aquel a quien está dirigido.
Antes de cualquier reacción, los especialistas recomiendan obtener con la mayor precisión posible el detalle de lo sucedido, no expresar enojo y configurar una estrategia de solución que, entre otras acciones puede incluir:
- La práctica de la asertividad, donde el niño exprese con firmeza a su acosador que no desea ser tratado así.
- Que platique con sus amigos sobre situaciones similares puede aportarle ideas y evitar que se sienta aislado.
- Involucrarle en actividades que disfrute le brindará confianza que puede trasladar a los entornos donde se siente menos seguro.
- Establecer una alianza con sus maestros con la expectativa de que le comunique siempre que haya indicios preocupantes y que usted hará lo propio cuando observe algo.
________________________________________