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Construyendo puentes

Por Dionisia Pappatheodorou “Los problemas de hoy derivan de las soluciones de ayer.” Peter Senge Nada sucede por generación espontánea, todo implica procesos en los que se ven involucrados elementos que se interrelacionan entre si para desarrollar una función y cumplir un propósito. A grandes rasgos, esto se acerca a la definición de sistema, y […]

Autor: UNOi

Fecha: 10 de julio de 2014

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

Por Dionisia Pappatheodorou

“Los problemas de hoy derivan de las soluciones de ayer.”
Peter Senge

Nada sucede por generación espontánea, todo implica procesos en los que se ven involucrados elementos que se interrelacionan entre si para desarrollar una función y cumplir un propósito. A grandes rasgos, esto se acerca a la definición de sistema, y nuestro mundo está compuesto y organizado en sistemas. Dentro de un sistema, cada elemento o sub sistema existe de manera autónoma, pero su función se ve supeditada a otros elementos que son interdependientes. Juntos, estos elementos conforman un todo, una unidad mayor organizada cuyos resultados superan la suma de sus partes. Esta nueva unidad –o supra sistema– a su vez, forma parte de un mecanismo mayor… y así sucesivamente.

Existen sistemas simples como las células, imbuidos dentro de sistemas superiores que llegan a tener grados altísimos de complejidad: tejidos, individuos… el universo en su totalidad es también un sistema. Una  característica fundamental de los sistemas es su capacidad de adaptarse a su entorno, y su grado de complejidad se define con base en la cantidad de variables que intervienen en sus ciclos de funcionamiento. Cualquier cosa que implique cambios puede visualizarse como sistema, y la vida es en principio movimiento, evolución y cambio… operado por sistemas.

Si nosotros mismos nos percibimos como un sistema, resulta posible considerarnos parte de lo que sucede a nuestro alrededor, y podemos entonces distinguir la manera en que influimos y somos influidos por nuestro entorno. Lograr una visión sistémica de la realidad es una habilidad que nos permite tener cierto control sobre estas influencias y sobre lo que nos sucede.

Para subsistir, los sistemas requieren mantenerse en equilibrio, internamente y en relación al medio en el que existen. Romper el equilibrio significa problemas, y la impresionante aceleración con la que el cambio se lleva a cabo en la actualidad complica y pone en riesgo el equilibrio sistémico. Eventualmente, nuestra capacidad de respuesta resulta particularmente lenta e ineficiente para alcanzar el ritmo de cambio actual: la realidad nos rebasa y evidentemente quedamos cada vez mas desfasados.

Esto nos coloca en una posición sumamente desventajosa que requerimos atajar con extrema urgencia ya que irremediablemente, nuestros problemas adquieren la dimensión de nuestras propias incapacidades.  Las situaciones se tornan en problemas cuando carecemos de los elementos y recursos necesarios para resolverlas. El mundo ha cambiado, las condiciones y las circunstancias son distintas y lo que antes funcionaba, ya no funciona igual, especialmente en nuestra relación con los pequeños y los jóvenes, quienes han tenido la oportunidad de adaptarse naturalmente a estos cambios.

Esto nos obliga forzosamente a romper algunas reglas… a veces nuestras propias reglas y paradigmas -muy arraigados-, para adaptarnos a las nuevas situaciones, sobre todo en cuestión de formas. La manera de educar y disciplinar a los jóvenes puede ser un buen ejemplo. Aunque los conceptos permanecen a lo largo del tiempo, las situaciones han variado considerablemente, y con ello, nuestro comportamiento y formas de pensar requieren también inaplazablemente de adaptación.

Los modelos de razonamiento ya obsoletos, deben transformarse para dar paso a nuevos esquemas y enfoques, distintos de los tradicionales, a fin de complementarlos. Construir “puentes” que suavicen el cambio y mantengan la armonía entre elementos aparentemente contradictorios, es importante. Nuestros jóvenes requieren desesperadamente de nuestra experiencia y guía, pero no logramos que nos escuchen.

Salvo contadas excepciones, lo que hacemos en este sentido no está funcionando porque insistimos en repetir con exactitud los viejos patrones que conocemos, sin tomar en cuenta los cambios. Permanecemos estáticos aunque requerimos exactamente de lo opuesto: del movimiento y la creatividad que en la actualidad a los jóvenes les sobra. Nos está haciendo falta flexibilidad y apertura para conectarnos con ellos y poder orientarles.

Definitivamente, no se trata de permitirles todo, ni de ser sumisos ante su voluntad. Se trata de establecer límites y lograr un acuerdo para unir modos distintos de comportamiento y al mismo tiempo dejarlos ser. Se trata de compartir y complementarnos; mantener el equilibrio entre dar y recibir. Esta es la mejor estrategia para crecer en todos sentidos, y se simplifica cuando aprendemos a pensar en la totalidad de los sistemas.

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