En la actualidad, de acuerdo con Kim Payne –consultor estadounidense en educación–, los niños están expuestos a cuatro excesos: cosas, opciones, información y velocidad. Lo anterior ocupa a los niños de tal manera que no les deja tiempo para explorar, reflexionar y liberar las tensiones cotidianas. Demasiadas opciones terminan erosionando su libertad y les roban la oportunidad de aburrirse, que es fundamental para estimular la creatividad y el aprendizaje por descubrimiento.
La mejor manera de proteger la infancia de los niños es decir “no” a las pautas que la sociedad pretende imponer. Se trata de dejar que los niños sean simplemente eso: niños. La vía para proteger el equilibrio mental y emocional de los niños consiste en educar en la simplicidad. Para lograrlo es necesario:
- No atiborrarles de actividades extraescolares.
- Dejarles tiempo libre para que jueguen, preferentemente con otros pequeños o con juguetes que puedan estimular su creatividad, no con juegos estructurados.
- Pasar tiempo de calidad con ellos, es el mejor regalo que pueden hacerles los padres.
- Crear un espacio de tranquilidad en sus vidas donde puedan refugiarse del caos cotidiano y aliviar el estrés.
- Asegurarse de que duermen lo suficiente y descansan.
Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología. - Simplificar su entorno, apostando por menos juguetes y cerciorándose de que estos estimulan realmente su fantasía.
- Disminuir las expectativas sobre su desempeño, dejándoles que sean simplemente niños.
Los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia.
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El artículo completo puede leerse aquí.
Equivocarnos es una excelente forma de aprender. Al saber que una respuesta que dimos no fue la correcta, hemos dado el primer paso para encontrar la que sí lo es.
Hoy en día, las escuelas¸ cada vez más se están apartando de estigmatizar los errores para concentrarse en destacar los aciertos –aunque sean pocos–, y subrayar que siempre es posible mejorar.
Mediante estrategias como premiar las intervenciones por encima de las respuestas, se fomenta la participación, la pluralidad y el que los alumnos –todos–, pierdan el miedo a equivocarse, con la consecuente ganancia en confianza y autoestima.
Debe quedar claro que el error es el inicio de la respuesta correcta y que tal vez sólo sea necesario reorientar la pregunta o permitir la ayuda de un compañero que ellos mismos elijan.
El error es una gran oportunidad de educar y generar conciencia de que forma parte importante del aprendizaje.
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Dicho llanamente, la “gamificación” consiste en aplicar los principios y procesos de los juegos a entornos que en principio no son juegos.
“La gamificación en el aula está relacionada con el aprendizaje basado en juegos, que nos brinda contextos abiertos, nuevas ideas y posibilidades. Estudios sobre este tema confirman que favorecen el desarrollo de habilidades cognitivas como la concentración o la memoria, junto con las habilidades psicomotoras al trabajar la destreza visual, la coordinación espacial y la discriminación perceptiva que potencia las habilidades de autonomía, autocontrol y creatividad”.
Óscar Ray expone algunas de las claves de la gamificación, destacando que se basa en las mecánicas de juego, esto es, las reglas que de los juegos que proporcionan placer, participación y compromiso por parte de los jugadores, al aportarles retos y un camino por el que discurrir. Las principales mecánicas son:
- Recolección de objetos
- Obtención de puntos
- Comparativas y clasificaciones
- Niveles de dificultad
- Feedback o retroalimentación
Por otra parte, la gamificación también está relacionada con las dinámicas de juego, es decir, con las motivaciones o deseos que se esperan conseguir por parte del jugador. Para alcanzar esas motivaciones se utilizan las distintas mecánicas de juego. Existen muchas dinámicas de juego distintas, pero entre las más utilizadas están:
- Recompensa
- Estatus
- Logro
- Expresión (o auto-expresión)
- Competición
- Altruismo
La combinación entre deseos o motivaciones y las mecánicas para conseguirlas, hacen que los juegos tengan éxito. Aplicar estos elementos en las actividades o proyectos de aula sería la gamificación aplicada a la educación.
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Fuente: Conversaciones GESS México
En todo caso, y más ante la duda, quienes mandan son los padres; y no «porque sí», sino porque –aparte de muchas otras razones–, ellos son responsables de sus hijos por lo menos mientras ellos sean menores de edad. Si lo que pretendemos es «educar a los hijos en el ejercicio de su libertad y crecimiento en autonomía», hemos de ir ampliando progresivamente las ocasiones en las que en su libertad puedan responsabilizarse ya no sólo de sus cosas sino también de sí mismos.
Lo que ofrecemos a continuación son sólo algunos elementos, responsabilidades, tareas o actividades en las que cabe responder a la cuestión:
Decisiones que deben tomar los padres:
- Formación y objetivos en la educación de los hijos
- Presupuesto familiar
- Normas de convivencia
Decisiones que pueden tomar -juntos- padres e hijos:
- La elección del Instituto o Universidad
- Cambio de domicilio
- Salidas nocturnas
- Estudios complementarios o trabajos de verano
Decisiones que pueden tomar los hijos tras conversar con sus padres:
- Elegir carrera
- Fiestas extraordinarias
- Clases particulares
- Actividades con los amigos
Decisiones que pueden tomar los hijos informando luego a sus padres:
- Horario de estudio y tiempo libre, deportes
- Salidas diurnas
- Forma de vestir, compras con sus ahorros
Decisiones que pueden tomar los hijos solos:
- Utilización de su ropa y objetos personales.
- Actividades cotidianas (esto es bastante amplio, pero se relaciona con la intimidad que un hijo de esta edad necesita: cómo tener ordenados sus cajones, sus libros, su ropa; la manera con que enfrenta un malentendido con un amigo, un horario de estudio…)
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Más información aquí.
Cuando somos niños queremos “ser grandes” y, cuando llegamos a adultos, añoramos nuestra infancia como el lugar donde todo era posible, o al menos no había reparos para intentar que lo fuese.
¿Cuándo perdimos nuestra capacidad de asombro? ¿Dónde quedó la pasión por las cosas?¿Cuándo aprendimos a mentir, a ocultar las emociones, a sentir vergüenza? ¿Por qué dejamos de atrevernos?
Para Javier Megías, especialista en innovación, un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido y no tenemos que esforzarnos en aprender a ser creativos sino simplemente recordar cómo.
En su blog, Megías propone volver la mirada hacia características que tuvimos de niños y que quizá perdimos en el camino a la adultez. Flexibilidad, adaptabilidad, curiosidad y tenacidad son solo algunas. La lista completa se puede leer aquí.
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Jugar, convivir y aprender. El Centro Nacional de las artes y la Biblioteca Vasconcelos son dos espacios en la Ciudad de México que ofrecen actividades para celebrar el Día del Niño de manera gratuita con una diversidad de eventos para todas las edades.
Todos a jugar con música de jazz y más
El programa Alas y Raíces de la Secretaría de Cultura tiene preparada una serie de actividades desde bebés hasta adolescentes. Habrá talleres de música, teatro, artes plásticas, danza, robótica, improvisación musical, narraciones de cuentos, leyendas y poesía, arte circense y una gran variedad de conciertos.
Lugar: Centro Nacional de las Artes (Río Churubusco y Calzada de Tlalpan)
Fecha: Viernes 29, 12 y 14 horas. Sábado 30 y domingo 1º, de 10 a 19 horas.
Entrada libre.
El programa completo se puede ver aquí.
Día del niño en la Vasconcelos
Personas de diferentes profesiones y oficios compartirán con los niños lo que más les apasiona, lo que hacen o investigan, lo que les ha impresionado o alguna historia fascinante. Así un bombero te dirá como apaga incendios; un biólogo podrá explicar cómo las hormigas regresan a su colonia; un astrónomo describirá secretos del universo; o un viajero narrará historias asombrosas de otras culturas. Otros bailarán, cantarán, harán dibujos o nos sorprenderán con algo inesperado. Todo en pequeñas dosis de 15 a 20 minutos.
Lugar: Biblioteca Vasconcelos (Eje 1 Mosqueda esquiva con Aldama, Col Buenavista).
Fecha: Sábado 30 a partir de las 10 horas.
Entrada libre
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… vivimos en un mundo de princesas. Ellas reinan y están en todas partes: en la ropa, las loncheras, los cuadernos, en la televisión, en las películas y en nuestros hogares. Nuestras hijas se han convertido en princesas, y no lo digo en sentido figurado, hasta el punto de que “princesa” y “niña” se han convertido prácticamente en sinónimos. ¿Pero, no es esto lo que hace a las niñas, niñas? ¿Ser inofensivas y lindas hasta que les llegue el momento de crecer? Quizás.
Pero… ¿y si no es así? Lo cierto es que las niñas necesitan prepararse para vivir en el mundo real y, por ello, las escuelas juegan un papel primordial. Sin embargo, la educación no puede cumplir su papel a menos de que los maestros sepan inspirar a las niñas a tener grandes sueños y les den las herramientas necesarias para convertir esos sueños en realidad. Hoy en día, las niñas ya son minoría en los campos de las ciencias y las matemáticas. Además, muchas veces estas niñas no poseen la suficiente confianza en sí mismas para llevarse al mundo por delante. De hecho, tres de las afecciones más comunes en niñas son baja autoestima, depresión y desórdenes alimenticios.
Todos sabemos que la vida no es un cuento de hadas. ¿Has pensado qué ocurriría si las actitudes y aires de princesa –“una vez princesa, siempre princesa”– con las que criamos a nuestras niñas fueran, en verdad, la manera en que las niñas de hoy en día perciben y actúan en la vida real? ¿No crees que esto haría que, desde muy temprano, las niñas se decepcionaran a raíz de sueños vacíos y nociones poco realistas e imprecisas de cómo funciona el mundo? Por eso, en vez de volver a la época medieval, el reto es seguir adelante. Esto significa deshacerse de las prescripciones estereotípicas y de los prejuicios para traspasar las fronteras en las que la determinación y la inteligencia sí cuentan.
Los finales felices no ocurren por casualidad. Debemos hacer que ocurran, intencionalmente, y paso a paso.
Aimee Verdisco
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Fuente: blogs.iadb.org
Gracias a un amigo que aún conservo, aprendí a andar en bicicleta alrededor de los nueve años. Recuerdo que corriendo tras de mí, él sostenía el asiento para asegurar mi equilibrio y en determinado momento lo soltaba y gritaba: “vas solo”, lo que de inmediato hacía que yo perdiera la confianza y fuera a dar al suelo o a estrellarme contra un árbol. Cuando por fin dominé el asunto, la sensación de logro, de libertad y de poder, fue incomparable. Quedé hechizado.
La primera respuesta que tuve en casa fue: “ahora no podemos comprarla”. Pero ante la insistencia de mi súplica, que se prolongó por mucho tiempo, mi madre ideó una estrategia. “Si obtienes el primer lugar de tu clase durante tres meses seguidos, te la compro”. Estoy seguro de que no pensaba con esto librarse de adquirirla –confiaba en mi capacidad–, pero quizá le daría tiempo para hacer algunas economías y satisfacer mi anhelo.
En la escuela no me distinguía por ser el primero. Mientras otros se mataban por los dieces yo prefería jugar a la pelota y me conformaba con un lugar decoroso que no me representara un esfuerzo mayor. Pero esta vez las cosas eran diferentes y me apliqué.
Más de un año hubo de pasar desde mis primero pedaleos hasta que finalmente logré tener mi propia bicicleta. Tras las mil recomendaciones que hizo mi madre, me lancé a conquistar las calles; jugar carreras con los amigos; presumir mis habilidades en el parque; sudar en las cuestas para luego bajar a toda velocidad; descubrir recovecos y lugares nuevos. El mundo –o al menos mi barrio–, me pertenecía.
El gusto me duró 22 días. Un muchacho de unos 15 años observó que traía una llanta ponchada y se ofreció a pagar la reparación a cambio que le dejara dar una vuelta. Mi ingenuidad me costó mi tesoro. Mamá recibió la noticia dándome una bofetada: “No te pego porque te la robaran, sino porque me desobedeciste. Te dije que a nadie la prestaras”. La cosa no pasó a más, pero su frustración –ahora lo sé–, debió sin duda ser mayor que la mía.
Nunca volví a tener una bicicleta en mi niñez, ni fui tampoco el primero de la clase, pero algo me dejó la experiencia. Aprendí que podía alcanzar aquello que me propusiera. De la peor manera, supe que no todo el que te tiende la mano es por ayudarte. Y aprendí, sobre todo, a no desoír las recomendaciones de mis mayores.
Hoy mis hijos tienen sus bicicletas y tras ellos saqué la lengua jadeando para que las pudieran controlar y disfrutar, lejos de las pantallas de celulares, viedojuegos y computadoras y televisores. Para ellos va esta historia.
e.s.
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Y tú, ¿a qué jugabas cuando eras niño?
Entre las iniciativas que están surgiendo en todo el mundo para transformar la Educación está el denominado Proyecto Independiente, ideado por Samuel Levin, alumno de la Monument Mountain Regional High School, en Massachusetts, con la idea de estudiar lo que realmente les motivara y apasionara.
El programa dura un semestre de tiempo completo y agrupa estudiantes de diferentes perfiles y grados de educación media. La regla de oro es “aprender a aprender”. La iniciativa se basa en la autogestión de los alumnos. Los profesores sólo aparecen como orientadores, pero no acompañan las actividades diarias.
En la primera de las 19 semanas del semestre, el grupo realiza una serie de actividades y discusiones que tienen como objetivo presentar y organizar el programa y crear una buena dinámica colectiva, en la que prevalecen la confianza y el apoyo mutuo.
Todos las materias se abordan dividiéndolas en dos grupos: ciencias (semana 2 a 9) y artes (semana 10 en adelante), y exploran la interdisciplinariedad. Sin importar el tema estudiado, el semestre se divide en tres tipos de actividades: estudio colectivo, desafío individual y desafío colectivo.
El estudio colectivo tiene lugar por las mañanas. Los lunes, cada participante trae un asunto relacionado con el contenido de la semana. “Lo más importante de una pregunta es que realmente se quiera saber la respuesta”. Las preguntas se comparten en el grupo, que a veces ayuda a pulirlas y mejorarlas. Establecida la pregunta, todos inician la investigación. El viernes comparten los resultados con sus colegas en una presentación. Así, aprenden no sólo de investigar sino también a hablar en público y para transmitir conocimientos.
La tarde se dedica al desafío individual. Cada alumno elige un proyecto personal que puede ser desde construir un barco hasta aprender un nuevo instrumento. Unos producen videos, otros escriben obras de teatro, novelas o colecciones de poemas o cuentos cortos, mientras que algunos prefieren investigar temas como el medio ambiente o la recuperación de las mujeres que han sufrido trauma. Para esta tarea, el participante puede contar con la ayuda de un profesor u otro mentor de la escuela o la comunidad.
En las últimas tres semanas, el grupo elige un reto colectivo que debe estar relacionado con las necesidades de la comunidad. En términos generales, el objetivo de este eje es el desarrollo de un proyecto que tenga un impacto social y “haga la diferencia”. En el proyecto piloto, los alumnos produjeron un video sobre la experiencia del propio programa.
En el proyecto que llos mismos adminsitran, uno de los alumnos es elegido como facilitador para motivar y apoyar a los demás y, para ser el enlace con un consejo escolar de tres profesores.
Otro punto a destacar de la iniciativa es que reúne a jóvenes de diferentes perfiles, desde aquellos con buen rendimiento académico hasta los que presentan más dificultades. Al final, los alumnos son evaluados por el propio grupo.
Los principales resultados, expuestos por el propio Samuel, señalan que los jóvenes aprendieron a desarrollar una investigación utilizando métodos científicos, utilizaron más fuentes de información y sus dudas y cuestionamientos fueron más precisos y ejor elaborados.
Además, consiguieron hacer mejores reflexiones acerca de sus trabajos, pudiendo, muchas veces responder su s propias preguntas y las de sus compañeros. Los participantes también organizaron mejor su tiempo y fueron más tolerantes en los debates, permitiéndose apreciar diferentes perspectivas para un tema.
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Con información de porvir.org
Sabemos que pequeñas acciones sumadas pueden lograr grandes cambios. Todos podemos contribuir en alguna medida para mejorar las condiciones de nuestro planeta y colaborar para preservarlo. Aquí algunas sugerencias:
- Remplazar los focos incandescentes por lámparas de bajo consumo
- Investigar qué es biodegradable y qué no y reciclar
- Apagar las luces al salir de una habitación
- Promover en los niños las actividades al aire libre, lejos de televisor, videojuegos o computadora
- No utilizar bolsas de plástico
- Averiguar qué son las energías renovables y cuáles están a tu alcance
- Plantar un árbol
- Organizar brigadas de recolección de basura en playas, plazas y parques públicos
- Caminar o usar la bicicleta en vez del automóvil, siempre que sea posible
- Fomentar en los niños el respeto a la naturaleza y el conocimiento de la biodiversidad
¿Quieres agregar algo a la lista? Comenta abajo.
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