Opinión UNOi - UNOi Internacional - Page 9
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Pablo Doberti - PSurf 2

 

En una entrevista, Stephen Kosslyn, un destacado especialista en ciencia cognitiva, por nacionalidad estadounidense, ofrece un diagnóstico –otro más– de la educación. Sus opiniones se publican en una revista que Pablo Doberti encuentra y comenta en su columna de esta semana.

Las observaciones de Kosslyn parecen ser lugares comunes, vox populi; pero que, sin embargo, se presentan como verdades reveladas que pese a ser de todos conocidas de tiempo atrás, no se han traducido en impacto alguno sobre los modelos educativos, sean estos estadounidenses o no.

El artículo original puede leerse en: http://pijamasurf.com/2014/07/el-inversor-otro-gringo-mas/

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Foto: © bilikblink/depositphotos.com

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por Lourdes Sánchez
Directora de Evaluación de UNOi

Lourdes Sánchez 00En los eventos educativos de Hispanoamérica, – ya sean congresos, seminarios, talleres- docentes, padres y directivos estamos de acuerdo con la transformación, con el cambio profundo para hacer una escuela que tenga sentido a nuestros niños y niñas.

En esos espacios, son alentadores y motivantes los discursos e intervenciones sobre la necesidad de instalar una cultura de la evaluación como mecanismo orientador de las transformaciones a producir para que la escuela se parezca al mundo, y que sea significativa a los estudiantes. Se saluda, hay fuegos artificiales y casi una fiesta por el soporte que nos dará la evaluación para transformar en cada uno de nuestros colegios lo que haya que transformar.

De evento en evento renovamos nuestros votos por la importancia de la evaluación, pero aún no hemos logrado desarrollarla como actividad rutinaria de la escuela. Sigue siendo sospechosa, todavía le tememos, le restamos importancia (¿para qué llenar más papeles?) o sencillamente no sabemos qué hacer con los resultados.

Una de las que causa mayor escozor es la evaluación institucional. Sí, la evaluación que debe sustentar el plan estratégico de gestión de la escuela; es decir, el plan de transformación institucional.

Hemos observado situaciones diversas. Colegios donde toda la comunidad participa, pero también unos cuantos que deciden no involucrarse con esta evaluación. Grave. ¿Con qué criterios dibujan el plan estratégico de transformación institucional? Otros disponen que los padres no participen en la evaluación. Me pregunto ¿No nos interesa saber qué piensan ellos de nuestro colegio? Padres que no participan ¿No se están perdiendo una oportunidad para expresar su opinión sobre el colegio donde aprenden sus hijos? Docentes que no contestan el instrumento de evaluación porque el colegio así lo decidió, o porque no le dan importancia o temen  expresar sus opiniones sobre la escuela donde trabajan ¿No desaprovechan,por mencionar algunos elementos, la oportunidad de manifestar anónimamente lo piensan de sus condiciones de trabajo, de la gestión y de los procesos de aprendizaje? Directivos que no realizan la evaluación. Trágico. Se supone que son los líderes de la transformación. Y de los que participan, la gran mayoría tienden a evaluar altamente positiva su gestión ¿Falta de autocrítica? Al punto de marcarse una gran distancia entre lo expresado por los docentes y alumnos y la opinión de los directivos.

Y la otra situación ¿Qué pasa con los resultados? A unos les disgustan y simplemente no los consideran; otros los aceptan pero se quedan allí, se engavetan, no se utilizan en el diseño del plan estratégico de gestión; hay los que elaboran el plan, pero no lo ejecutan, pero también hay colegios que realmente se sumergen, a partir de sus resultados y el plan de gestión, en un proceso de transformación institucional, de deconstrucción y reconstrucción de su escuela.

Y volvemos a otro encuentro. Ratificamos la transformación, pero ¿cómo la logramos si no conocemos realmente lo que anda bien o mal en nuestra escuela? ¿Cuál es la brújula que nos guía hacia la conceptualización y concreción de una escuela con sentido para los alumnos? Necesitamos apoyarnos en la evaluación. La transformación debe tener contenido, ser significativa. De lo contrario nuestras escuelas seguirán siendo el espacio donde llegan los estudiantes, cantan el himno nacional, toman lecciones y escuchan al maestro ¿Es ese el mundo actual?

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Foto: © eltoro69/depositphotos.com

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Por Dionisia Pappatheodorou

 

“Se dice que las nuevas generaciones serán difíciles de gobernar. Así lo espero”    

Alain

Sin lugar a dudas, las relaciones humanas son sumamente complejas, y esto se debe principalmente a que somos individuos, y cada uno de nosotros percibimos, pensamos, sentimos y actuamos de maneras muy diversas. No existen en el mundo dos personas iguales, pero si resulta posible, y además deseable, encontrar nuestras similitudes con los demás. Las similitudes nos acercan y nos unen, son los aspectos que tenemos en común con otras personas y a través de ellos podemos conectarnos.

Cuando conversamos con alguien que anteriormente no conocíamos, normalmente lo primero que buscamos es encontrar algún punto de coincidencia, por pequeño que sea, de manera que a partir de éste podamos desarrollar una interacción que nos resulte mutuamente interesante y la relación florezca. Sin embargo, encontrar nuestras similitudes no garantiza una buena relación, es sólo constituye un primer paso. El segundo, sería respetar nuestras diferencias, y es aquí donde en términos generales, la dificultad comienza.

El respeto por nuestras diferencias es algo que requiere de educación y como cualquier aspecto educativo, involucra necesariamente conciencia y disciplina, dos aspectos sumamente importantes… y por educación no me refiero únicamente a la instrucción sino a un concepto mucho más amplio. Me refiero al conjunto de características que nos convierten en humanos, incluyendo a la cultura en todas sus dimensiones. En ella se encuentran involucrados aspectos intelectuales, afectivos y espirituales: el ser humano considerado en su totalidad. Es por ello, que en la actualidad hacemos tanto énfasis en la educación integral. Sin embargo, para ser íntegros, requerimos ser congruentes y consistentes; alinear lo que pensamos, decimos y hacemos. Cuando decimos una cosa y hacemos algo distinto, estamos siendo incongruentes, y cuando esto sucede, o cuando actuamos de forma inconsistente, muy seguramente estaremos generando conflictos. Esta es la regla.

En la actualidad, la apertura de fronteras entre países y culturas, exigen el respeto por la diversidad y por el entorno. No es posible convivir y relacionarnos armónicamente sin esta cualidad. Pero el respeto presupone la capacidad de reconocer la individualidad –la propia, y la de los demás- aceptarla, y dar espacio, libertad… algo que únicamente puede lograrse a través de la comprensión. ¿Cómo podríamos respetar aquello que no comprendemos? Resultaría un tanto difícil ¿no les parece? Esto aplica especialmente bien en las relaciones humanas, y aquí me parece prudente incluir a las relaciones que se dan entre generaciones.

La brecha generacional y los conflictos que a partir de ésta se generan, a mi juicio, no son otra cosa que falta conocimiento y de comprensión, lo cual favorece que haya poca tolerancia y respeto entre unos y otros.

Cuando hablamos de generaciones, estamos refiriéndonos a un grupo de individuos que nacen y viven en una época determinada, lo cual marca de manera decisiva su forma de vida y su personalidad. Como grupo, llegan a compartir ciertas características y puntos de visita, similitudes que conforman lo que se denomina “el espíritu generacional”. Debido -obviamente- a los acontecimientos y experiencias vividas, este espíritu puede diferenciarse entre una época y otra, y es posible también describirlo con cierta precisión. Si analizamos sus peculiaridades, resulta mas sencillo comprender a las personas que pertenecen a una generación u otra, e inclusive llegamos a vislumbrar algunos efectos de los paradigmas de una generación en la siguiente, lo cual resulta interesante.

En la actualidad convivimos en el mundo al menos cuatro generaciones con características bien definidas: la generación “S” a la que pertenecen la mayoría de los abuelitos y las personas de mayor edad; seguidos por los “baby boomers” o generación “sándwich”, que incluye a la mayoría de los padres en edad madura. La tercera, es la “generación “X” integrada por los adultos y padres más jóvenes; y finalmente están los más pequeños, nacidos con el milenio y a quienes se denomina generación “N” o “Net”. Cada generación posee rasgos únicos, y si bien existen ligeras similitudes debido a la crianza, también –y con gran frecuencia- existe un rotundo rechazo de los jóvenes a ser similares a sus progenitores. Las nuevas generaciones desean desesperadamente ser independientes, es parte de una necesidad existencial, lo cual explica en cierto sentido, las diferencias y contrastes entre una generación y la siguiente.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Casi a manera de desafío, Pablo Doberti, en su columna de esta semana nos ofrece una idea singular alrededor de la lectura, construyendo a partir de leer manera colectiva, diversa, incluyente y progresiva, no en el sentido de avanzar páginas sino en el de adelantar en descubrimientos.

Muchos son los hilos que se derivan de este proceso para generar interacciones que conduzcan al aprendizaje en un marco de libertad.

La columna puede leerse en: http://pijamasurf.com/2014/07/el-inversor-festival-de-lectura/

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

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Por Dionisia Pappatheodorou

“Los problemas de hoy derivan de las soluciones de ayer.”
Peter Senge

Nada sucede por generación espontánea, todo implica procesos en los que se ven involucrados elementos que se interrelacionan entre si para desarrollar una función y cumplir un propósito. A grandes rasgos, esto se acerca a la definición de sistema, y nuestro mundo está compuesto y organizado en sistemas. Dentro de un sistema, cada elemento o sub sistema existe de manera autónoma, pero su función se ve supeditada a otros elementos que son interdependientes. Juntos, estos elementos conforman un todo, una unidad mayor organizada cuyos resultados superan la suma de sus partes. Esta nueva unidad –o supra sistema– a su vez, forma parte de un mecanismo mayor… y así sucesivamente.

Existen sistemas simples como las células, imbuidos dentro de sistemas superiores que llegan a tener grados altísimos de complejidad: tejidos, individuos… el universo en su totalidad es también un sistema. Una  característica fundamental de los sistemas es su capacidad de adaptarse a su entorno, y su grado de complejidad se define con base en la cantidad de variables que intervienen en sus ciclos de funcionamiento. Cualquier cosa que implique cambios puede visualizarse como sistema, y la vida es en principio movimiento, evolución y cambio… operado por sistemas.

Si nosotros mismos nos percibimos como un sistema, resulta posible considerarnos parte de lo que sucede a nuestro alrededor, y podemos entonces distinguir la manera en que influimos y somos influidos por nuestro entorno. Lograr una visión sistémica de la realidad es una habilidad que nos permite tener cierto control sobre estas influencias y sobre lo que nos sucede.

Para subsistir, los sistemas requieren mantenerse en equilibrio, internamente y en relación al medio en el que existen. Romper el equilibrio significa problemas, y la impresionante aceleración con la que el cambio se lleva a cabo en la actualidad complica y pone en riesgo el equilibrio sistémico. Eventualmente, nuestra capacidad de respuesta resulta particularmente lenta e ineficiente para alcanzar el ritmo de cambio actual: la realidad nos rebasa y evidentemente quedamos cada vez mas desfasados.

Esto nos coloca en una posición sumamente desventajosa que requerimos atajar con extrema urgencia ya que irremediablemente, nuestros problemas adquieren la dimensión de nuestras propias incapacidades.  Las situaciones se tornan en problemas cuando carecemos de los elementos y recursos necesarios para resolverlas. El mundo ha cambiado, las condiciones y las circunstancias son distintas y lo que antes funcionaba, ya no funciona igual, especialmente en nuestra relación con los pequeños y los jóvenes, quienes han tenido la oportunidad de adaptarse naturalmente a estos cambios.

Esto nos obliga forzosamente a romper algunas reglas… a veces nuestras propias reglas y paradigmas -muy arraigados-, para adaptarnos a las nuevas situaciones, sobre todo en cuestión de formas. La manera de educar y disciplinar a los jóvenes puede ser un buen ejemplo. Aunque los conceptos permanecen a lo largo del tiempo, las situaciones han variado considerablemente, y con ello, nuestro comportamiento y formas de pensar requieren también inaplazablemente de adaptación.

Los modelos de razonamiento ya obsoletos, deben transformarse para dar paso a nuevos esquemas y enfoques, distintos de los tradicionales, a fin de complementarlos. Construir “puentes” que suavicen el cambio y mantengan la armonía entre elementos aparentemente contradictorios, es importante. Nuestros jóvenes requieren desesperadamente de nuestra experiencia y guía, pero no logramos que nos escuchen.

Salvo contadas excepciones, lo que hacemos en este sentido no está funcionando porque insistimos en repetir con exactitud los viejos patrones que conocemos, sin tomar en cuenta los cambios. Permanecemos estáticos aunque requerimos exactamente de lo opuesto: del movimiento y la creatividad que en la actualidad a los jóvenes les sobra. Nos está haciendo falta flexibilidad y apertura para conectarnos con ellos y poder orientarles.

Definitivamente, no se trata de permitirles todo, ni de ser sumisos ante su voluntad. Se trata de establecer límites y lograr un acuerdo para unir modos distintos de comportamiento y al mismo tiempo dejarlos ser. Se trata de compartir y complementarnos; mantener el equilibrio entre dar y recibir. Esta es la mejor estrategia para crecer en todos sentidos, y se simplifica cuando aprendemos a pensar en la totalidad de los sistemas.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Para resaltar las virtudes de la intensidad (o las consecuencias de su ausencia), Pablo Doberti, en su columna de esta semana, recorre un puñado de ejemplos donde la intensidad ha inclinado la balanza hacia uno y otro lado. Los ejemplos van desde los encuentros deportivos hasta el enfrentamiento entre un perro y un gato.

Tras este preámbulo, el autor reitera la  necesidad de actuar en forma intensa para que las escuela pueda alcanzar su renovación, con la ventaja de que la oposición que enfrenta carace de esta característica.

La columna puede leerse en: http://pijamasurf.com/2014/07/el-inversor-la-intensidad/

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Foto: © eltoro69/depositphotos.com

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Por Dionisia Pappatheodorou

“El buen juez no ha de torcer las leyes a su condición,
sino torcer su condición conforme a las leyes”
Fray Antonio de Guevara

En nuestra vida, y más claramente en educación todo se reduce a principios. Hay siempre ciertos principios que seguir a la hora de tomar decisiones, y más aún cuanto más trascendentales sean para nuestra vida. La trascendencia tiene que ver con el impacto, con su capacidad para alterar el curso de nuestras vidas. Hay decisiones poco trascendentales y otras de muchísimo alcance, depende, en cualquier caso, de en qué medida y de qué manera modifican nuestra existencia.

En el caso de los principios, me refiero a criterios o filtros por los cuales vale la pena pasar hechos y decisiones. Son nuestras herramientas fundamentales, y conscientes o no, se encuentran siempre detrás de lo que decidimos. Podemos hablar de nuestros paradigmas y valores personales, como también de principios. Hay algunos muy generales, como la ética, la ecología o sustentabilidad, por ejemplo. ¿Esto que hago o decido será constructivo o destructivo para mí y para quienes me rodean?¿Es sustentable o me permitirá solamente sacar provecho inmediato, sin considerar siquiera el futuro?

Partir de principios implica hacer conciencia sobre la ineludible relación que existe entre causas y consecuencias. Esta es una ley natural, pero debido a que las consecuencias de lo que decimos y hacemos -o dejamos de hacer- no siempre se encuentran cercanos en el tiempo, los perdemos de vista. Lo mismo sucede cuando estamos inmersos en una situación, lo cual hace menos probable que percibamos y relacionemos causas y efectos. Lo común es que sigamos patrones previamente establecidos, y nos acostumbremos a ver el mundo desde una misma óptica. La realidad es que nos damos poca oportunidad de producir una visión diferente, y/o de actuar desde una posición novedosa que involucra incertidumbre. Otra dificultad común radica en el hecho de que nos centramos en síntomas, y poco nos ocupamos de llegar hasta sus orígenes, es decir a su causa inicial. Nos implica tiempo y energía que generalmente no estamos dispuestos a invertir.

La cuestión es que como adultos, tenemos el compromiso de mostrar el camino a los más jóvenes, y lo que estamos demostrando definitivamente se aleja cada vez más de lo que quisiéramos, y esto nos debilita y nos resta interés ante sus ojos. Los ejemplos abundan en nuestras vidas, y tristemente cada vez son más cercanos. El bullying es solo una pequeña, pero alarmante muestra de ello y de nuestra inminente necesidad de un giro radical a la manera que tenemos de ver y actuar. Hacer más de lo mismo, inevitablemente nos está cobrando factura a un costo sumamente elevado, pero lo peor es que esto seguirá creciendo en la misma medida de nuestras propias incapacidades.

A raíz de la red y la tecnología, estamos viviendo un cambio de ciclo, una transición radical hacia una nueva era, en la que la información y la comunicación marcan nuevas necesidades y con ello la exigencia de nuevas formas de responder. Nuestra mayor dificultad radica en nuestra imposibilidad para adaptarnos, y ya no digamos a la velocidad requerida. Nos está siendo sumamente difícil modificar patrones de comportamiento que ya no responden de la misma forma ante nuevas realidades, que además se modifican a velocidades mucho mas aceleradas que nuestro pasmosamente lento –si acaso existe- proceso de adaptación.

Nuestra reacción natural es miedo, pero no se trata de un miedo que alerta, sino de un miedo paralizante que resulta sumamente preocupante…señal inequívoca de que requerimos modificar radicalmente el enfoque. Esto sería un primer paso esencial y necesario para ubicarnos en una posición que nos permita distinguir un panorama distinto para poder accionar, con una mayor claridad, de manera innovadora.

Crisis es igual a cambio. Una crisis no es otra cosa que un aviso evidente de la necesidad de ajustes: lo que era y ha sido hasta este momento, no funciona más de la misma manera, eso es todo. No tiene un sentido o un valor definido en si misma, es decir, no es positiva ni negativa por naturaleza. Depende de nuestro juicio, y éste del enfoque desde el cual elegimos mirarla. Sobre esto tenemos cierto control. Si nos lo proponemos podemos elegir ver las cosas de manera positiva, y para ello podemos optar por un principio constructivo.

Sólo así, desde una postura basada en principios ético y constructivo, y empleando nuestros valores como lente para observar con atención lo que sucede, nos abrimos a la posibilidad de actuar con mayor confianza. Tendremos certeza de que nuestras elecciones nos acercarán a nuestras metas en lugar de alejarnos; y conseguiremos entonces reducir nuestros miedos ante situaciones cambiantes… o al menos obtener resultados benéficos al responder decididamente sobre bases sólidas.

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

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por Dionisia Pappatheodorou

“La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia.
La inteligencia tiene sus límites, la tontería no”
Claude Chabrol

Un problema sumamente común en la actualidad es la falta de límites, lo vivimos y nos quejamos de ello a diario, somos capaces de detectar su ausencia en otras personas, pero pocas veces lo hacemos sobre nuestras conductas, debido a que cuando nos extralimitamos, afectamos a otros y no a nosotros mismos. Es básicamente por ello, que habitualmente no nos percatamos de nuestros propios excesos… casi nunca, o por lo menos no en el corto plazo. Aún así, debido a la ley da causa y efecto, terminamos pagando la factura de nuestras acciones, y cualquier exceso lleva irremediablemente al sufrimiento. La pregunta obligada sería entonces, ¿tenemos claros nuestros límites y actuamos en consecuencia? Sin temor a equivocarme, me atrevo a afirmar que muy poco. Sin embargo, nos volvemos extremadamente sensibles cuando nos toca a nosotros asumir los efectos de la conducta de otros, y con toda razón. Esta es la base principal de los problemas de convivencia.

Como adultos, somos modelos de las generaciones mas jóvenes, y es importante asumir esta responsabilidad. Intencionalmente o no, modelamos conductas que ellos imitan, ya que la forma más básica de aprendizaje se da por imitación, lo cual es parte de la naturaleza misma. Por ello, pedir a los pequeños que hagan lo que decimos, en lugar de lo que ven, resulta mera falacia; simplemente no es real. Más aún, cuando hablamos algo y hacemos algo distinto, estamos siendo incongruentes y generando con ello un conflicto seguro. La incongruencia es la base de conflictos, y cuando actuamos de manera incongruente disminuimos nuestra autoridad, lo que exponemos pierde su valor. Sólo analicemos. Aún así, lo hacemos con excesiva frecuencia.

El papel de los padres es, en esencia, ayudar a los hijos a crecer… en todos sentidos, a ser mejores día con día, a convertirse personas más libres, autónomas, independientes y productivas: a ser cada vez más competentes en los diferentes roles que la vida nos asigna. Mientras mas capaces somos de solucionar nuestros problemas, nos sentimos y estamos mejor. Somos más competentes y productivos, dos de nuestras tareas existenciales: la competencia –en el sentido de capacidad para lograr- y la productividad, ambas, necesidades básicas de vida.

Durante la etapa escolar, el niño necesita sentirse competente, saber que puede resolver situaciones que se le presentan sin necesidad de que alguien mas lo haga por el; esta capacidad lo fortalece y reafirma como persona, elevando su autoestima. Por el contrario, si se le sobreprotege y no se le da la oportunidad de solucionar sus necesidades en la medida que le sea posible hacerlo, se sentirá cada vez mas dependiente, y por lo tanto menos capaz, y mas inseguro. En consecuencia, su autoestima se verá severamente disminuida. Es por ello que resulta sumamente importante que los padres y los adultos evitemos a toda costa la sobreprotección de los pequeños. Es necesario enseñarles como hacer las cosas, pero nunca hacerlas por ellos, cuando lo hacemos, les estamos negando la oportunidad de crecer. No obstante, lo anterior implica esfuerzo de ambas partes – a veces considerable- y requerimos estar dispuestos a realizarlo. Esta es precisamente la definición de disciplina: la voluntad de hacer el esfuerzo requerido para conseguir una meta, cualquiera que nos hayamos trazado.

Más tarde, durante la edad adulta, esta necesidad de logro vuelve a surgir con gran fuerza en términos de productividad laboral, y es necesario satisfacerla para vivir en plenitud y lograr paz interior. Fundamental ¿no es así?

Tristemente, y por importante que sea, el ideal dista mucho de nuestra realidad. Con gran frecuencia confundimos el concepto de amor, y buscamos evitar a toda costa que nuestros pequeños vivan frustraciones, realicen esfuerzos, o sufran cualquier tipo de incomodidad, sin percatarnos de que estamos quitándoles la oportunidad de crecer y desarrollarse. Es sano que nuestros pequeños aprendan a vivir con “un poco de hambre y un poco de frío”, sin extralimitar, por supuesto. Recordemos que no hay crecimiento sin esfuerzo, este nos fortalece y nos ayuda a sobreponernos y levantarnos de los inevitables fracasos. En lugar de sobreproteger, establezcamos con ellos metas y límites claros y concretos, exijamos con cariño, y observemos: ayudemos a crecer.

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 Pablo Doberti - PSurf 2

En su columna de esta semana, Pablo Doberti se lamenta de que la educación sexual en las escuelas se limite a los aspectos profilácticos que hacen que se quede simplemente en información sexual.

Deja entrever el autor que en esto hay una segunda intención de control y se pronuncia porque en las escuelas se imparta, en su lugar, la formación sexual, que considera más rica para la integral educación de las personas.

La columna puede leerse en: http://pijamasurf.com/2014/06/la-buena-educacion-sexual/

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Pablo Doberti - PSurf 2

Un salón de clases frente a un ambiente de aprendizaje es la comparación sobre la que esta semana nos propone reflexionar Pablo Doberti, que en su columna enuncia características de una y otra: dos perfiles opuestos que se enfrentan entre proponer y soportar, entre producir y repasar.

A diferencia de la escuela tradicional a la que asisten y egresan alumnos, en la escuela nueva el enfoque que propone se centra en las personas.

La columna puede leerse en: http://pijamasurf.com/2014/06/una-escuela-y-la-otra/