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a N3 Visión XXUNO Panamá 016 Doberti

por Pablo Doberti

Lo único que realmente sé es lo que invento. Lo demás, repito y olvido, invariablemente.

No digo que lo invento en términos absolutos; que hago una contribución nueva para el mundo y esas cosas; simplemente, lo invento para mí. Llego por mis propios medios; le dejo mis marcas. Lo conquisto. A eso le llamamos “emprender”, a llegar a las cosas con espíritu de invención.

Vamos a ver este ejemplo. Festival de lectura en voz alta. ¿Cómo entrenarme para ese bonito juego colectivo? Sin dudas, empezando por tener claro que lo que mejor leeré será lo que yo mismo sea capaz de escribir, o por lo menos reescribir. Nada de oratorias ni de memorias; mi entrenamiento se llama apropiación, y tras ella viene la expresión; los énfasis, las pausas, los ritmos generales. Siento lo que digo y así progreso y me elevo. La técnica viene por añadidura, convocada por las necesidades propias de mi evolución, y no al revés.

La escuela debería –entonces– ser para mí una fuente de estímulos para inventarme el mundo y no como es, lo contrario, una presentación estándar y plana del mundo, en clave informativa. Yo necesito construirme lo que me constituye. Lo necesito yo, no necesariamente lo construido. El constructivismo es por mí, no por el conocimiento. El desarrollo del conocimiento es otra cosa y circula por otros carriles. No confundamos.

Sin apropiación no hay conocimiento. El proceso de revelación es inconmensurablemente más significativo que el de transmisión. No quiero enterarme de las cosas, quiero descubrirlas; procurármelas. De lo que me entero, así como me entero, me olvido; de lo que se me revela, ya no consigo olvidarme. No necesito ni de mi memoria para recordar. Lo que engancha conmigo se aloja en otra instancia cerebral.

Por eso me gustan tanto los ejercicios de reescribir y recrear.

El plano informativo huye de algunos registros que nosotros, acá, reivindicamos. La información y los informadores huyen de ellos por convicción y nosotros regresamos a ellos por convicción también; por eso es una discusión compleja y completamente ideológica.

El registro informativo educativo (sea libro escolar, profesor o cualquier otra instancia de la serie) huye de las narraciones. Detesta el olor a historias, incluso de la historia. Se atrinchera en las descripciones y las taxonomías, férreamente. Si no, siente que pierde seriedad y sobre todo, control, que es lo que le importa; control del efecto de sentido de su discurso. Las narrativas subjetivizan la enunciación y, sobre todo, la recepción, y por eso huyen de ella. Nada de apropiaciones polisémicas ni de interpretaciones ambiguas. El olimpo del sentido unívoco.

Para nosotros, por el contrario, la entrada de la maquinaria narrativa es una clave fundamental de la escuela nueva. Exactamente por las mismas razones, pero valorizadas a la inversa.

Lo mismo, procura huir de la índole misma del lenguaje; desea fervientemente que este se comporte como código biunívoco, para evitar desplazamientos distorsivos como metáforas, metonimias, polisemias, alusiones, evocaciones, reverberaciones, connotaciones, etc. El lenguaje –para ellos– es un medio y como tal, cuanto más fiel mejor, cuando más estable mejor, cuando menos espeso mejor. “Más claro que el agua”, pretenden.

Para nosotros, por el contrario, la entrada del lenguaje en toda su compleja dimensión es otra clave de la escuela nueva. Exactamente por las mismas razones, pero valorizadas a la inversa. Lo que para ellos vale la literalidad, para nosotros vale la literatura.

Procura huir de la pérdida de tiempo y por eso da las cosas ya inventadas y en paquetes informativos estables, para evitar procesos, distracciones, indagaciones, curiosidades y vanidades que no vienen al caso. Por eso la escuela adora las definiciones, las categorizaciones simples, las pruebas. El ejercicio sistemático, inalcanzable de hacernos saber que no estamos preparados. La confinación eficiente. La denigración ética constante disfrazada de objetivos nobles. La gran confusión soterrada. “No se trata de descubrir el hilo negro”; “para qué inventar de nuevo la cuchara” y otras expresiones del argot. La pedagogía eficiente empaqueta y manda, para su debida retención y fijación. Y centra todos sus esfuerzos en esos procesos: cómo empaquetar mejor, cómo mandar más eficientemente; cómo retener con menos distracción y cómo fijar con más claridad y por más tiempo.

Para nosotros, por el contrario, el tiempo sirve para dar sentido subjetivo al proceso de apropiación del conocimiento y esa es una clave más de la escuela nueva. Exactamente por las mismas razones, pero valorizadas a la inversa.

Una escuela atravesada por pequeños milagros diarios. Milagros para cada quién, que se inventa cada qué. Erupciones de cotufas, una a una, a cada tiempo, exclamación por exclamación. Eurekas tras eurekas. Construcción de personas mediante el conocimiento y no al revés.

Es más lento, lo sé, pero como no está claro adónde debemos llegar, mejor fortalecer el sentido del viaje. Es más concéntrico, lo sé también. Es redundante, sí, para la historia del conocimiento, pero no lo es para la historia de cada alumno. Porque el otro modelo es al revés, eficiente para el proceso curricular, pero irrelevante para los aprendices. (Irrelevante quiere decir también obligatorio, dicho sea de paso).

Todo como cuando escribo, que empiezo de cero como si empezara de cero. No importa si estoy citando a alguien de quien estoy olvidándome, discutiendo con otro, alineándome en alguna corriente o inscribiéndome en algún debate canonizado; simplemente voy, a mi manera. Yo sé que el lector agradece el foco y el tono. Y para mí, cada artículo es una nueva manera de decirme quién soy.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Información, estructura y proceso son tres aspectos que analiza Pablo Doberti, en su columna de esta semana, para señalar la dirección fallida de la escuela en la actualidad.

De acuerdo con el autor, la escuela se afana en informar en vez de formar, e incluso utiliza para ellos fuentes limitadas como el libro de texto, taxonomías cerradas y datos duros que ignoran el contexto en que se produjeron.

Doberti califica de inútil la erudición si ésta no se aplica. Necesitamos, afirma, saber qué hacer con lo que sabemos.

El artículo completo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/06/el-inversor-saber-para-que/

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Foto: © konradbak/depositphotos.com

Foto: © konradbak/depositphotos.com

por Isabel de la O *

 

Para mis maestros:

Me queda claro que la labor del docente tiene que romper con lo lineal de la vida; digo vida ya que lo que seamos capaces de proveer a los alumnos, se entraña en la sangre, en los huesos, en el consciente, en el inconsciente, en el infinito y más allá.

Tenemos que romper con la rigidez de lo ortodoxo, del magno manual de lectura del “oso que se asea” y de la expectativa tan poco creativa del cuento aquél que decía: “Mi mamá me ama”.

Tomemos la decisión de crear variantes con la armonía de la fluidez y esperando que la flexibilidad no se nos rompa nunca, ni cuando estemos viejitos y contemos cuentos sin dientes, cambiándoles los nombres, a veces, hasta a nuestros propios hijos.

Todos, desde que nacemos, observamos la vida. Vivimos rodeados de signos: el calor abrasante que anuncia la próxima lluvia, las flores naranjas con destellos rojizos y amarillos de la granada que significa la llegada de la primavera, los vientos avasalladores que indican peligro, las mariposas en el estómago cuando vemos a alguien que nos gusta o por el temor de enfrentar algo nuevo, experiencias adquiridas a lo largo de nuestra existencia en algún capítulo de nuestras vidas.

Todos estos saberes previos son con los que nos enfrentamos al mundo cuando enseñamos. Los alumnos poseen su propia definición de la vida y ninguno viene con el diario de su vida en blanco. Cada uno es capaz de interpretar su propio entorno y nos asombramos ante este hecho, porque, de alguna manera esto nos acerca y nos obliga a la mágica tarea de enseñarles un nuevo código: el código de aprender a aprender.

Aprender a desarrollar habilidades, a solucionar, a brincar obstáculos a intentarlo todo, a ser con el otro, compartiéndolo con esos otros seres que nos rodean aún en la distancia y en el tiempo.

El compromiso es ineludible, es propio y por ende para con nuestros alumnos que vienen comprometidos con su vida, su felicidad, sus sueños… Nos toca desarrollarlos, hacerles saber que ellos son protagonistas de su propia vida y por ende de su aprendizaje, abrirles las expectativas más allá de un final feliz, de una vida continua de saberes encontrados y cuestionados, una vida de decisiones y resoluciones, un encuentro consigo mismos en el otro y con la capacidad de leerse y escribirse a través de aquellos que siguen flexibles y armoniosos, con la responsabilidad cumplida y los sueños escritos en el alma.

En efecto, el desconocimiento de cualquiera de los enfoques, de las teorías, de las metodologías y de la falta de preparación docente, nos lleva a imitar modelos que tuvimos cuando niños y caer en la falta de visión para entender el compromiso que esto implica.

Es el mismo docente el que va construyéndose a si mismo partir de los elementos de los que dispone y por ende no es una construcción consciente hasta que sobreviene la reflexión, misma que viene de aprender que no todo lo que se hace intuitivamente es correcto y que todo lo que hacemos tiene un nombre y un lugar en la historia, el desarrollo y las emociones del alumno, de “nuestro” alumno o del que tenemos formándose junto a nosotros.

Por eso el papel de los profesores es muy grande y de gran valor, pues es según como respondan a las habilidades que todo chico trae ya consigo, se va a producir el desarrollo y a potenciar el empoderamiento del mundo que los rodea expandiendo su visión.

El docente es un guía, un facilitador en el cual la actividad de la enseñanza está principalmente concentrada en la formación continua para poder llevar al estudiante a seleccionar y construir conocimiento, pensamiento y sentimientos que lo lleven a saber expresarlos y hacerlos significativos de manera consciente.

El propósito del docente, mediador, facilitador, profesor, maestro, es  facilitarle las herramientas al alumno para que se convierta en un ser humano auténtico, una persona capaz de asumir la responsabilidad por lo que es y por lo que tiende a ser: una persona capaz de tomar decisiones que lo definan como desea que sea definido. Un ser autónomo que va al encuentro de sí mismo en el otro.

Para esto necesitamos saber quiénes somos, de dónde venimos, como aprendimos y si lo que aprendimos nos funcionó y de ahí partir para hacer cambios radicales en nuestra formación. Necesitamos abrirnos a otra perspectiva que la que tenemos enfrente. Teorizar, como dicen los filósofos. Conocer de cerca el arte, la naturaleza y el desarrollo del ser humano, su historia, sus diferentes formas de vida. La globalización nos alcanza, ya nuestros alumnos tienen conciencia de otros mundos y de otras sociedades.

¿Qué podemos hacer nosotros para adecuar nuestras mentes al futuro que nuestros alumnos tendrán que enfrentar? ¿De quién será el compromiso de agarrar el toro por los cuernos y sacudirnos la comodidad de estar detrás de un escritorio cuando nuestros alumnos ya saben que hay muchas realidades más allá de las ventanas de nuestras aulas?

Sé que hay muchos maestros excelentes, sin embargo también creo que necesitamos expandir nuestras alas a otros horizontes y esto no implica salirnos del entorno pero si ampliarlo. Hay que salir de la comodidad de cumplir con el programa.

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* Isabel de la O es Coach de UNO Internacional en Mérida, Yucatán.

Pablo Doberti - PSurf 2

¿Se lee menos hoy? ¿Se lee diferente? ¿Escuchamos menos música? Dos objetos –el libro y el disco– que nos han acompañado durante mucho tiempo y son ahora especies en peligro de extinción, sirven a Pablo Doberti, en su columna de esta semana, para evidenciar los cambios que vivimos.

Doberti sostiene que leemos más que antes, escribimos más y escuchamos más música, aunque de manera distinta mientras que la escuela parece mantenerse ajena, lo mismo desde el punto de vista de la producción, como del consumo.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/06/el-inversor-de-libros-y-discos-hoy/

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Pablo Doberti - PSurf 2

Hace una veintena de años, en México, durante un congreso de la lengua española, Gabriel García Márquez se pronunció por abolir la ortografía; declaración que levantó gran revuelo lo mismo entre especialistas como en la gente común. En su columna de esta semana, Pablo Doberti, sin llegar al extremo de Gabo, confiesa que la ortografía no le importa.

En este caso, Doberti se manifiesta contra el acercamiento que tiene la escuela al respecto, mismo que puede llegar a constituir un martirio para algunos y asegura que “La ortografía llega, no la vamos a buscar”.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/05/el-inversor-vanidades-de-la-ortografia/

Pablo Doberti - PSurf 2

En su cruzada por deconstruir la escuela, esta semana en su columna, Pablo Doberti enfoca sus baterías hacia dos articulaciones de la estructura escolar: el saber y la objetividad.

Doberti sostiene –y sustenta–, que no es necesario esperar a saber para opinar y hacerlo significa poner a la persona antes que a la información, enriqueciendo su propio desarrollo.

En una segunda idea, el autor habla de la evaluación subjetiva, que considera podría ser además de más acertada, más justa.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/05/el-inversor-opinar-sin-saber/

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Pablo Doberti - PSurf 2

Dos textos cita Pablo Doberti en su columna de esta semana para examinar aspectos de los modelos educativos brasileño y finés. De su análisis parece claro que además de la distancia física que separa a ambas naciones, la percepción educativa difiere diametralmente y los nórdicos vientos de cambio parecen no alcanzar las latitudes amazónicas.

En particular, preocupa a Doberti la opinión vertida en el artículo brasileño –publicado en una influyente revista de gran alcance–, que pudiera representar el sentir de sus millones de lectores.

La columna puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/05/el-inversor-brasil-y-finlandia-un-comparativo-ente-modelos-educativos/

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Pablo Doberti - PSurf 2

 

El debate y, más que éste, el arte de generar debate es una competencia esencial del maestro del siglo XXI. Así lo afirma Pablo Doberti en su columna de esta semana, donde contrapone –una vez más–, las aulas expositivas a las interactivas.

Aparentemente existe un consenso sobre las bondades de las segundas con respecto a las primeras. Sin embargo, lo que no está del todo claro es el método a emplear para producir esa interacción, cómo articular verdaderos debates asegurando, al mismo tiempo, los aprendizajes que marcan los planes de estudio.

El artículo completo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/04/el-inversor-hay-debates-y-debates/

Pablo Doberti - PSurf 2

Ubicación espacial, participación, silencio como detonador, diálogo, instigación, debate, moderación, concatenación de ideas y cierre, son algunos de los ingredientes que propone Pablo Doberti en su columna de esta semana para estructurar una clase desde la difícil perspectiva de un profesor-mediador de un aula constructivista.

La “receta” exige estar atentos a muchos detalles y ofrece diferentes combinaciones que, al final del día, prometen una rica experiencia digna de ponerse en práctica.

El artículo completo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2015/04/el-inversor-el-aula-del-futuro/

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Fredy Vota - En los caminos

En silencio y sin pensar entregué el examen.

«Ya está y lo que no está tampoco estará» me dije a mí mismo.

«¿Qué me pasó? ¿Cómo llegué hasta acá?»

Y se contó para sí la historia, como viviendo cada instante nuevamente, con la misma dolorosa intensidad:

«No pude estudiar demasiado, mi casa era un campo de guerra.

Mi madre lloraba y gritaba, gritaba y lloraba.

Mi padre balbuceaba alguna explicación.

Mi hermano mayor se fue por la entrada de la cocina, el más chico corrió al cuarto.

¿Yo? Sólo me paralicé. Me quedé en el comedor con el libro abierto. No atiné a moverme. Sentí que me petrificaba. Primero las piernas, luego los brazos y  finalmente todo el cuerpo.

El libro quedó fijo en la página 34. No me acuerdo el título, pero me acuerdo el número.

No pude levantarme como por dos horas.

Cuando me digné a correr la silla, ya todo había terminado, mejor dicho, había empezado algo nuevo.

Mamá seguía en el cuarto, papá ya no estaba

El día siguiente tampoco estuvo, ni al otro, ni el otro.

Ese día mi madre no abrió su puerta. Creo que estaba saliendo el sol cuando me animé a golpear. Se escuchaba un llanto ahogado, pero no contestó.

Dos días después, papá me llamó al celular y me dijo que se iban a separar.

Sentí que un rayó quebró la casa en mil pedazos.

Al principio intenté reconstruir algo.

Empecé por mi hermano menor,  que con sus 10 años parecía que sólo quería jugar con la play. Intenté hablarle, pero en realidad me di cuenta que no tenía nada que decir.

No tenía palabras. A los 13 años parece que las palabras escasean.

Busqué a mi mamá para ver si encontraba algo y sólo dijo “son cosas de grandes” y luego con tono enojada, sin mirar a ningún lado balbuceaba “Tu padre rompió esta casa. No quiere a nadie”.

Cuando el fin de semana siguiente salí con mi papá a tomar un helado quise preguntarle para encontrar algunas palabras. “Cosas de grandes” repitió como letanía vacía. “Tu madre me hecha toda la culpa a mí, pero esto estaba quebrado desde hace tiempo”. Fin de las palabras.

Mateo con sus 17 años empezó a salir por la noche mucho más y los fines de semana cuando volvía se escuchaba a mamá “Otra vez volvés así !! Te parece que me faltan más problemas” ».

 

Finalmente le di la hoja a la profesora. Este papel fue el sello de mi condena escolar.

Una semana exacta después vino el 1 en rojo. ¡Bien rojo y bien grande!

Escuché varios comentarios de la profesora, que en realidad recuerdo poco, sólo algunas palabras aisladas: “Poca dedicación”, “Falta de estudio”, “No va a aprobar”.

Recuerdo que la profesora me preguntó “¿Qué va a hacer ahora?”

La miré y me volví a quedar sin palabras.

¡No sé  por dónde empezar!

 

Y nosotros, docentes, ¿por dónde empezamos?

Quizás entender que todo debiera ser una oportunidad formativa, si logramos descubrir la profundidad de lo que acontece en cada acto.

Sólo hay que aguzar la mirada y aprender que educar es mirar la oportunidad.

Al fin y al cabo, la vida en sí misma, siempre es una oportunidad, si entendemos que nunca en una primera mirada de lo que nos acontece se entiende lo que nos acontece.

Hace falta profundidad, ir al fondo de lo que nos ocurre, para poder entender lo que ocurre.

Hace falta este tipo de mirada y por supuesto este tipo de docentes que miren así lo que acontece para alcanzar el cambio que tan ligeramente pregonamos en las escuelas.

 

Alfredo Vota

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