Opinión UNOi - UNOi Internacional - Page 25
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Con la participación de 35 directivos y coordinadores de 14 instituciones de Sinaloa que en el presente ciclo escolar adoptaron la propuesta educativa de Sistema UNO, el pasado 12 de enero, en Culiacán, en las instalaciones del Centro Educativo Cualli, se llevó a cabo el primer Taller de Gestión que forma parte del proceso de formación del sistema, en el que los colegios reciben asesoría y capacitación, resuelven dudas y se da seguimiento en general a los avances realizados.

El taller –que a lo largo de este mes se imparte en los colegios UNO a nivel nacional– tuvo como lema: “Entre el reloj y la brújula” y, entre otros, destaca  el objetivo de que los directores tomen conciencia de su rol como educadores y moverlos en dirección hacia lograr un cambio sustancial en sus colegios para dar respuesta al reto del siglo XXI.

La capacitación estuvo a cargo de Kathy Demerutis, Daphne Macrís y Dionisia Pappatheodorou, asesoras académicas de Sistema UNO, mejor conocidas como coaches y participaron directivos de  los siguientes colegios: Colegio Independencia; Centro Escolar Cualli primaria; Cualli Kínder; SEBEC Bilingüe; SEBEC Elementary; SEBEC Kindergarten; Colegio Chapultepec; Colegio Chapultepec La Primavera; Kínder Girasoles Chapultepec; Kínder Girasoles La Primavera; Espacio Educativo México Global; Instituto Jean Piaget; Instituto Ovidio DeCroly; y Kínder Estefanía Castañeda.

Pablo Doberti. Organizamos muchos eventos para hacer demostraciones artísticas (canto, baile, etc.) o deportivas. Y en esos eventos el principal valor que transmitimos es el de la organización y muchas veces también en de la sincronización. Pero casi nunca aparecen el trabajo sobre la destreza, el talento o el disfrute. En general, en el escenario vemos rostros tensos o aburridos, mientras que debajo, en las gradas, inexorablemente reina la exaltación (y proliferan las fotos y los videos). Abajo está el goce y arriba, el sinsentido. ¿No debería ser al revés? O por lo menos, ¿no deberíamos dedicarnos a que arriba aparezca el goce de los protagonistas, su sonrisa y la sensación clara de que lo que se está haciendo tiene sentido para el que lo está haciendo? Pero no. No porque los niños perciben que estamos haciendo un montaje que los necesita, pero que los deja afuera. Y se aburren o se angustian, pero no gozan ni aprenden.

Los eventos suelen tener discursos. ¿No deberíamos exigir que esos discursos representaran los valores de liderazgo y de retórica que ponemos a funcionar en los procesos educativos con nuestros niños? Pues muchas veces no pasa. Nuestros discursos, tan preocupados por no decir lo que los padres no quieren escuchar, no llegan ni expresiva ni emocionalmente a casi nadie, pero lo que aún es peor, no llegan a sus verdaderos destinatarios, que son los niños. No siento que en los eventos les hablemos a ellos. Nos olvidamos de ellos, incluso; los ordenamos y los olvidamos. E incluso técnicamente, las más de las veces leemos los discursos, mantenemos la mirada baja, no conectamos con oyente, no damos énfasis ni generamos picos de conexión, no calibramos la atención del auditorio… en fin, no lo hacemos técnicamente bien. Modelamos mal. Nos olvidamos de que estamos modelando. Se nos invierten las prioridades.

Y si los eventos celebran hitos históricos patrios o fechas significativas para la escuela, pues no somos capaces de evidenciar en ellos el pensamiento crítico, la lectura crítica de la historia ni el valor de la no univocidad de los eventos sociales históricos (quiero decir, que es normal y bueno que no estemos todos de acuerdo en la interpretación histórica de lo que se está celebrando) que tanto pregonamos cuando estamos frente al salón de clases. Al contrario, el discurso y el mensaje de las habituales representaciones suele ser positivos hasta la médula, convergentes siempre, pretendidamente unánimes, es decir, anodinos y sin vida.

Y luego aparecen las producciones. Que son lindas, claro que sí. Pero que nos olvidamos de que valen mucho más en sus procesos de preparación que en su manifestación final. Que vale muchísimo más la emoción de la niña durante los días o semanas previos, que buscó o fabricó con mamá y con la maestra su traje de época, que el traje mismo que el día D llevará puesto; y que –en consecuencia- si la niña no participa de la preparación, su madre o la escuela lo compra y solo se pone el traje el día D, el proceso no tiene sentido alguno –por más hermoso y caro que sea el traje que lleva puesto. Que si el alumno no se involucra en el proceso de realización del traje, no hay entonces apropiación de la época y del hito histórico mismo, que es el único saldo didáctico eficaz que debería interesarnos. Que el traje era un pretexto para ese proceso pedagógico, quiero decir.

… Y podría traer más ejemplos, pero para no fatigarlos, creo que con estos alcanza para evidenciar lo que quiero decir.

Los actos escolares son importantes. Todos los involucrados le conferimos importancia.  La escuela tiene una gran oportunidad en cada acto escolar.

Sin embargo, siento que la desaprovechamos. Y no tenemos tantas otras oportunidades. Solemos hacer de los actos escolares instancias que se estrellan contra el estereotipo y no logran zafarse de allí. A eso lo llamo “desaprovechar la oportunidad”.

Y recordemos que a los actos escolares vienen muchos padres. Que a los actos escolares se les suele dedicar mucho tiempo escolar de preparación (riquísimas horas cátedra). Que a los actos escolares los niños suelen venir energizados, estimulados y apoyados desde sus casas. Que a los actos escolares nunca falta nadie del staff directivo y docente de la escuela… ¿Qué duda cabe –entonces- de que son una gran oportunidad?  Presencias, preparaciones y expectativas de todos confluyen como casi nunca confluyen en la vida escolar.

Sin embargo –insisto- dejamos pasar la oportunidad. O tal vez hacemos algo peor: vamos minando día a día la posibilidad misma de que los actos escolares sean la oportunidad de presentar el proyecto de la escuela. El estereotipo nos va devorando hasta la potencialidad misma de los actos.

Soy un convencido de que el cambio, además de su propio proceso interno, debe ir labrando símbolos y ritos que lo prefiguren, lo celebren y lo representen. Que más allá de los anuncios, las eventuales circulares, las juntas de padres y los discursos en general, es muy importante que el proceso de cambio escolar se vaya ventilando a la comunidad escolar mediante ritos y símbolos que aunque no se expliquen demasiado, porten la impronta de la transformación en marcha.

No me gustan los actos escolares porque siento que son la expresión organizada de la cara más anodina de la escuela. No me gustan porque siento que están hechos para agradar a los padres. No me gustan porque en ellos no respira el aire vital que respira cualquier día en cualquier aula de clases. Al contrario, reina una abúlica sacralidad que aplasta la vida escolar. Son aburridísimos, estoy queriendo decir.

Pero además de aburridos, están en la senda equivocada, creo. Y esa es mi principal preocupación. Reforzamos el mensaje inverso al que nos interesa dar de verdad; nos vamos cavando nuestra propia fosa.

No me gustaría que se nos fuera la mirada a la crítica que esta nota presenta; quisiera que tú, lector, te quedaras con el registro de la oportunidad. Yo sé que mi descripción es injusta con cada institución en lo particular y que hay escuelas magníficas en las antípodas de lo que estoy diciendo, pero también sé que es suficientemente representativa del colectivo. Ninguna escuela hace de sus eventos exactamente lo que describo, pero casi todas las escuelas hacen de sus eventos más o menos lo que describo.

Ojalá estas líneas contribuyan al desbloqueo de una instancia que considero estratégica en la escuela; su manifestación organizada más importante, su gran puente a la comunidad escolar completa. Si coinciden, a ver cómo avanzamos en la cuestión. Los actos –reitero- son una gran oportunidad.

Pedro Landaverde. A través de la historia, una de las funciones primordiales de la escuela ha sido, además de inculcar al alumno los conocimientos y las habilidades necesarias para su desarrollo, ofrecerle también un clima propicio para el estudio. Al decir esto me estoy refiriendo concretamente a un lugar seguro, donde la persona pueda expresar libremente sus ideas, sus preocupaciones y algo muy importante: su forma de ser.

En las últimas décadas, tristemente y a pesar de muchos de nosotros que luchamos todos los días por reconocer y enaltecer el papel de los alumnos, se ha desarrollado una situación cada vez más frecuente llamada “Bullying”, que en concreto hace referencia al “acoso escolar”.

Para efectos prácticos puedo mencionarles que éste fenómeno llamado “Bullying” no es otra cosa que el maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuo que recibe un niño por parte de otro u otros, pudiendo traer como primera consecuencia que un alumno no quiera ir a la escuela, con temor de denunciar a sus agresores.

Y no solamente están involucrados los estudiantes; en muchas de mis pláticas hago referencia a la época en que el profesor, cuando deseaba cuestionar al alumno sobre tal o cual tema, frecuentemente hacía mención o alarde de alguna característica negativa o limitante propia del educando, por ejemplo dirigiéndose a él como: “El gordito de los lentes…” o algo similar; situación que a todas luces podemos observar que fácilmente afectaba su dignidad, por lo que los docentes, con la intención de no seguir contribuyendo a acrecentar este problema, deben referirse siempre a los estudiantes con respeto y nunca remarcando sus diferencias.

Particularmente a mí, siendo consciente de este fenómeno, me interesa enfocarlo como un asunto de “CONVIVENCIA Y RESPETO”, pues he observado que es una situación que se presenta cada vez más dentro de las escuelas, afectando a todos los que de alguna manera participamos en ellas y lo más importante es que también está teniendo alcances muy graves y peligrosos para la sociedad.

Urge que hagamos algo y pongamos manos a la obra para que podamos primero, tomar conciencia, luego controlar y finalmente tratar de erradicar este mal que está afectando a nuestros niños, jóvenes y sociedades a nivel mundial.

En esta ficha técnica me voy a permitir hacer un resumen de algunos aspectos que considero importantes y es necesario que conozcamos todos, especialmente aquellos que trabajamos más directamente en el sector educativo, ya que si nos interesamos por entender el fenómeno, tendremos las herramientas necesarias para poder intervenir oportunamente.

Tipos de bullying: verbal, físico, psicológico, económico, social, cyberbullying.

Algunas causas: influencia del contexto familiar como abusos, abandono, malos tratos; situación de vulnerabilidad y desprotección por parte de las autoridades involucradas.

Personajes: la víctima, el agresor, los terceros activos o pasivos.

Foto: © mandygodbehear/depositphotos.com

Algunas razones para convertirse en víctima: rasgos físicos; forma de vestir; capacidad intelectual; orientación sexual; manera de hablar; raza; religión.

Características del agresor: impulsivo, violento, abusador; no cumple normas; carece de capacidad de autocrítica; aparenta tener autoestima muy alta, cuando en realidad siente que sólo vale si puede imponerse sobre otros; no necesariamente tiene bajo rendimiento académico; posible ausencia de una relación afectiva positiva.

Características de la víctima: cierto aislamiento social; conducta pasiva; vulnerabilidad; baja autoestima y rendimiento escolar; ansiedad, depresión e incluso suicidio; sentimiento de culpabilidad; tendencia a conductas impulsivas o agresivas,

Consejos para padres de familia y profesores: estar pendiente de los cambios de comportamiento en sus hijos o alumnos; tener una actitud emotiva buena y sólida hacia ellos; deben hacerlos sentir amados, valorados y respetados; reafirmar su personalidad y confianza; la actitud violenta en la casa o escuela hacen que la persona sea violenta en su entorno, ya que tiene una tendencia a imitar.

Al analizar todos estos aspectos, resulta imprescindible que empecemos a tomar en serio esta situación; pues como maestros y padres de familia no podemos permitir que sigan existiendo en los grupos figuras como “el puerquito o el burrito del salón”, ni los apodos ofensivos o humillantes, ni el abucheo general hacia aquel que se equivoca al hacer una participación.

Tomemos conciencia de la importancia de respetarnos unos a otros y de convivir en paz en cualquier circunstancia, pues las consecuencias de no hacerlo, pueden ser muy caras para nuestros hijos y nuestra sociedad.

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Extracto de la Conferencia “Convivencia y Respeto”

© 2010  Derechos Reservados José Pedro Landaverde López.

 

Pablo Doberti
Pablo Doberti

Hablar para callar o hablar para poner a hablar. ¡He aquí el dilema! Escribir para silenciar o escribir para poner a escribir. Participar, que es su nombre más adecuado. Para que quien lee, escriba, debo molestarlo. Sí, moverlo de su lugar. Desestabilizarlo. Porque uno solo se mueve si lo han movido. (De hecho, Santillana se ha movido porque lo hemos desestabilizado con UNO. Pero ésta, es otra cuestión. ) Fuera de su vertical, uno realmente es el que es. En vertical, sostenido, uno apenas es el que los otros quieren que uno sea. Y no es lo mismo. Pensemos en nuestros alumnos. Cuando está en juego mi estabilidad, entonces mi carácter responde con su resto. Y ese resto del carácter se llama «yo». El problema de molestar es que molesta. Y el problema de que yo moleste es que generará en ustedes molestia. Y el problema de la molestia es que rompe las zonas de confort, abre nuevas agendas, pone en crisis, apura, tensa, compromete y apasiona. y a ver cómo acabamos luego. Vamos a hacer una extrapolación a una anécdota familiar suficientemente reiterada: La familia decide comprar un perro. O peor, un amigo de la familia acaba de regalarnos un perro. ¡Es hermoso!, pero no querido. ¡Se armó el lio! Goces, angustias y molestias por doquier cubren la atmósfera otrora apacible del hogar familiar. Claro, el perro es perro, y es cachorro (porque tienen la mala costumbre de empezar siendo cachorros) y rompe los cojines, ensucia las alfombras, gime de noche, rasca las puertas y devora calcetines. Ya saben. La casa ha perdido su homeostasis; la casa está compelida a una nueva configuración. Todos opinan. Todos se sienten con derechos. Nadie es responsable y todos buscan culpas. Y el cachorro es hermoso. Y no sabe lo que generó.Se ha puesto en marcha un ambiente de aprendizaje en la casa. Eso es una familia y no la de antes. Ahora todos interactúan, porque el problema es de todos e incide en todos.Los revulsivos (el perrito) son los símbolos de UNO. Vamos a regalarle varios cachorros (de perros, monos y más especies) a cada escuela, para que se líen, nos liemos y a ver cómo le hacemos. ¿Aceptan? Vamos a fisurar los muros pulidos de las prácticas anquilosadas y a trabajar juntos para administrar la nueva casa. ¡No es fácil! Nosotros también tenemos esa actitud refleja que tiende a la aquiescencia. Debemos trabajar mucho, poner a rodar revulsivos internos a diario, para que entonces sí seamos creadores de revulsivos eficientes, de buen calado. Y también en las oficinas y en nuestras juntas soltamos cachorros por todas partes, ¡y a correr! Estamos todos metidos en este lio hermoso que es cambiar nuestras prácticas. Será intenso, y cada vez más. Habrá de todo en el camino. Habrá que ver y sostener. Habrá que creer.
Empecemos, ¿No? Tú (ocupes el rol que ocupes en tu escuela ¿suscribes este «contrato»? Tú, te lanzas a esta aventura? Te leo.

por Pedro Landaverde.

Siendo actualmente maestro en muchos de los niveles de estudio, no me cabe la menor duda de que la relación existente entre los diferentes actores que participamos en el proceso educativo formal, es decir el que hoy en día le corresponde a las escuelas, institutos, colegios e incluso a las universidades, está siendo cada vez más compleja y ¿por qué no decirlo? llega en algunas ocasiones a ser difícil y áspera.

Aunque las relaciones son muchas, desde la existente entre el maestro y sus autoridades, entre el maestro y sus alumnos y para finalizar, entre el maestro y los padres de familia, parece ser que ésta última está demandando nuestra atención y análisis en particular, pues en los últimos años el vínculo existente entre estos dos pilares fundamentales de la educación, se ha visto seriamente deteriorado.

Me quiero permitir compartir con ustedes amigos lectores, algunos consejos que a través de los años y con base en la experiencia he podido ir acumulando y practicando; créanme que me han dado muy buenos y óptimos resultados en la relación con los padres de familia de mis educandos y por ende con mis respectivas autoridades escolares en su debido tiempo.

Entre estos tenemos:

• Dedique tiempo a escuchar seriamente a sus padres de familia, en muchos casos no se olvide de que usted también lo es o probablemente en un futuro lo será.

• Sea cuidadoso en los detalles y el trato fino, amable y cordial con los alumnos y sus padres.

• No etiquete a ninguno de sus alumnos, esto sólo los perjudica.

• Preocúpese por atender por lo menos una vez al semestre, de manera personal, a los padres de cada uno de sus alumnos, para comentar con ellos sus cualidades y áreas de oportunidad.

• Respete los tiempos de una cita con padres de familia y lea con anterioridad el expediente del alumno en cuestión.

• Sea cordial y amable con los parientes de sus alumnos.

• Sólo ventile los asuntos en un lugar adecuado y nunca les dé un tinte o carácter personal.

• Para los casos y citas difíciles, hágase acompañar de los psicólogos y/o psicopedagogos de la institución.

• No se enfrasque en conflictos de carácter personal.

• No manifieste condiciones de área de oportunidad o defectos de sus alumnos de manera despectiva.

• Preocúpese por su capacitación constante y exhiba su calidad y desarrollo profesional.

• Tenga mucho cuidado con su presencia, su imagen y su aspecto personal.

• Trate de evitar el manifestar favoritismos o comparación entre sus alumnos, tanto en el salón de clases, como en las citas con los papás.

• No haga comentarios despectivos acerca de sus alumnos ni de manera individual, ni con los papás, ni con los compañeros de trabajo.

• Evite hacer comentarios acerca de la situación familiar de los padres de sus alumnos.

• Haga a los padres propuestas asertivas para el desarrollo de sus hijos.

• Establezca un canal de comunicación serio y respetuoso por donde un padre de familia pueda hacerle comentarios y propuestas acerca de sus hijos y la relación con usted.

• Por ningún motivo desacredite la actitud y los comentarios que le hacen sus papás a los alumnos, aunque se traten de usted.

• Evite tener contacto físico o privado con sus alumnos.

• No reciba regalos comprometedores de sus alumnos o de sus padres.

• Procure no involucrarse sentimentalmente con los padres de sus alumnos, de ser así solicite un cambio oportunamente.

• Reconozca los esfuerzos de sus alumnos y hágaselos saber.

• Procure explicar a sus alumnos lo que implica cada trabajo que aplica.

• Trate de dar una aplicación práctica a los conocimientos que transmite y enseña a los educandos.

• No se olvide de motivar y buscar los mejores recursos en sus métodos de enseñanza–aprendizaje.

Como bien podrán observar, hoy en día ser un buen maestro no es una tarea nada fácil y está demandando que las personas que nos dedicamos a tan noble y bonita profesión, dimensionemos cada vez con mayor profundidad el enorme compromiso al que nos sometemos, ya que la sociedad en su conjunto espera lo mejor de nosotros.

¡Manos a la obra y enhorabuena!

Por Pablo Doberti.

Flamante, reluciente, curvada, pulida, aerodinámica, plateada… ¡Despampanante! Seriada, edición limitada, livianísima, con una cuchilla perfecta, leve, etérea, rugiente, ¡lista! y a tu medida… Nunca tuviste una tabla como la que tienes ahora. ¿Qué harás con ella?

Eso es Sistema UNO, mi querida maestra, mi querido maestro. ¡Bienvenidos! UNO es la mejor tabla de surf que tuviste jamás en tus manos. Nueva y renovada. Incorpora toda la nueva tecnología. Navega a otra velocidad. Genera otras experiencias. Bate récords. Reduce al mar a mero lago calmo. Y está pensada exclusivamente para gente como tú. UNO ha revolucionado por completo la industria de las tablas de surf y tu tienes ya la tuya en tus manos. ¿Qué harás con ella?

Ahora, ¡eso sí!, ya lo sabemos: no hay surf sin buenas olas. Y tampoco hay surf sin buenos surfers.

Olas tenemos. Y de las grandes, de las buenas. A menudo de las muy grandes. E incluso, tenemos también verdaderas majestuosidades. ¿O no? Son los niños.

Rebalsan de energía y de vitalidad; están repletos de pulsión y colmados de ímpetu. Son olas inmensas, únicas, imponentes, magistrales, portentos de la naturaleza. Nunca paran, jamás se cansan, son infinitas. Una y otra vez, una detrás de otra.

El escenario ideal para cualquier surfer. De ésos que se encuentran sólo en las islas Fiji, a veces en Hawai y en otros rincones de ésas sofisticaciones a los que los güeros surfers acuden cuando pueden. Y nosotros las tenemos a diario, ineludiblemente, inevitablemente, en cada salón de clases.

Y para completar, ahora también tenemos la mejor tabla para surfearlas. ¡Qué hacemos, entonces? ¿Surfeamos de una vez? ¿O dejaremos pasar nuestra tan envidiable y pronto envidiada condición?

Pero por más tabla magnánima que tengamos, por más majestuosas que se nos repitan una y otra vez las olas delante de nuestros ojos, no habrá surf sin surfers. Nos hacen faltan los surfers.

Los surfers de este surf, mis queridos maestras y maestros, son ustedes. Musculosos y asoleados como los veo; experimentados y sabiondos del mar como los sabemos, honestos y prudentes cuando toca –también-, los surfers de este surf UNO son ustedes.

¿Les da miedo? A mí me da miedo que les dé miedo. A mí me da miedo que no percibamos que lo que nos debería dar miedo es no surfear. Las olas te pasan por encima y te vuelven nada.

Es cierto que las olas son altas y fuertes y a diario revuelcan al que las quiera penetrar. Pero eso es lo que pasa hoy, en cada aula, a cada hora. Es que ustedes ya surfean –no lo olviden-, pero lo hacen con unas tablas que parecen de planchar y no de surfear. El mundo ha cambiado y las tablas de hoy ya son de aleaciones complejas y sofisticadísimas, pesan mucho menos y navegan muchísimo más. Son veloces como el rayo Mac Queen, flotan y cortan las olas de una manera nueva y espectacular. Nos toca reaprender a surfear para que a las mismas olas le saquemos otras experiencias; inimaginadas. Y ya verán: hasta las olas serán felices al vernos poderles, ganarles, sacarles partido, gozar de ellas.

El surf es deporte de valientes, lo sé. Hay que saber que uno, con su tablita (por más UNO que sea), debe enfrentar esos portentos de la naturaleza, solito. Y no ganarles, porque los surfers no les ganan a las olas, sino que las usan para ganar velocidad y potenciar su propia experiencia. El surfer no es fuerte; el surfer sabe usar las fuerzas naturales. La fuerza del surf viene del mar. La vitalidad del surf proviene del mar. Pero el surfer no teme. Deja al mar hacer su trabajo y él hace el suyo. Y más le pide al mar y mejor hace su trabajo. Más por más. Plagados de adrenalinas, claro, porque en el surf nadie reduce a nadie. El mar se siente bien mar, y el surfer, bien surfer. Y así se sostiene.

Y en medio de ambos, o como integración de ambos, para hacer su trabajo y favorecer la experiencia de ambos, está la tabla, está UNO: la mejor tabla de surf para la educación que existe en el mundo hoy.

Permítanme insistir: ¿qué harán con ella? Las olas ya están esperándonos.

 

Leonardo Kourchenko

Leonardo Kourchenko


Por Leonardo Kourchenko.

Al visitar colegios y centros educativos públicos y privados de todo el país, me encuentro con frecuencia con una profunda actitud de resistencia a la tecnología por parte de los docentes. Maestros y directivos, que la visualizan esencialmente como un instrumento de apoyo administrativo, cuando mucho de planeación, pero jamás como una poderosa herramienta de fortalecimiento didáctico y pedagógico.

Me parece natural. El promedio de edad maestros en educación media y media superior en el país es superior a los 45 años. Somos una generación de educadores  ajena a los nuevos dispositivos inalámbricos;  distantes de Internet; sin la agilidad o el dinamismo para asimilar en automático –como los niños- funciones y aplicaciones. No somos “nativos digitales”.

Por ello, la actitud más frecuente entre los docentes, consiste en rechazar la tecnología, devaluarla, considerar que su utilidad se limita a algunas funciones mínimas de comunicación primaria, de negocios y de entretenimiento.

O con mucha comodidad y “sabiduría”, se instalan en el ficticio discurso de los valores y el humanismo como víctimas de los nuevos dispositivos tecnológicos. Dejemos de satanizar a los iPhones, iPads, Blackberries y MP3; hagamos a un lado esta actitud de pseudo soberbia intelectual, pretendiendo que el ser humano es destruido por la tecnología.

Todos estos aparatos son simples, pero valiosas herramientas, a los que se les asignan funciones y contenidos. Son tan útiles y poderosos, como las personas los construyamos, les entreguemos y deleguemos funciones, aplicaciones, responsabilidades de agenda, de contactos o enlaces.

En nuestro sector educativo, la implementación de tabletas digitales con contenidos académicos, es un terreno prácticamente virgen. Firmas como Apple y Dell trabajan incansablemente por diseñar en el mundo entero, funciones que fortalezcan el trabajo pedagógico en el aula.

Sin embargo está en nosotros, los docentes frente a grupo, hacer eso realidad. Y se preguntarán ¿y yo por qué? ¿acaso soy accionista de alguna de estas empresas? ¿por qué voy a ayudar a que se vendan más dispositivos?  Muy simple: porque su trabajo educativo elevará sensiblemente su calidad, fortalecerá la capacidad de comprensión y de asimilación de sus estudiantes, hará su práctica docente más efectiva, más eficiente, más pertinente y en suma, más exitosa. Pero sobre todo, porque hablará el lenguaje digital de las nuevas generaciones.

En este 2011 llegan a la universidad, los primeros alumnos que son 100 por ciento nativos digitales, aquellos que nacieron cuando Internet era ya de uso público. Han pasado 18 años, casi 19, desde ese importante fenómeno y los jóvenes de hoy hablan, piensan, aprenden, registran información e imágenes y hasta interactúan y se relacionan de forma diferente. Cerrarnos a esa realidad, es pretender que nada ha cambiado y que el mundo sigue siendo igual.

Los valores humanos, la edificación de un ser integral con visión, con sentido de vida, con objetivos y valores, es también función del maestro. Con frecuencia escucho a educadores afirmar que ese trabajo corresponde sólo a los padres de familia. ¡Falso!  Esa vital e irrenunciable labor del docente, no se limita, no se obstruye, ni se debilita con el uso de la tecnología. Por el contrario, se fortalece. El maestro que sea capaz de construir aprendizaje significativo, de enlazar e interconectar el contenido de su materia con lo que sucede en la vida real, estará dotando de elementos concretos al joven estudiante para comprender el mundo, para interrelacionarse con él, para analizarlo y adaptarse al cambio constante. Y hacer todo eso sin la tecnología, resulta imposible.

El maestro que sea capaz de innovar, de crear medios y redes, de invitar a sus alumnos a enviar tareas por Internet, a realizar investigaciones colectivas en un “blog” o un “chat”, a compartir la construcción de conocimiento en equipo, será un auténtico educador del siglo XXI.

Desechemos pues las prácticas añejas de castigar teléfonos y dispositivos, de guardar las laptops o los juegos de video. Aceptemos el reto de que ese es el lenguaje en el que nuestros niños y jóvenes van a vivir –lo hacen ya-   y de que nuestra tarea es darle sentido y significado, la de orientarlos y ofrecerles elementos de discernimiento entre lo que sirve y lo que no sirve.

Abracemos a la tecnología sin temor, busquemos formas y caminos para incorporarla a nuestra práctica docente y les garantizo que tendrán, no sólo la atención total de sus alumnos, sino sobretodo, provocarán la explosión de ideas creativas y innovadoras sobre su clase, su materia, sus contenidos y la activa e involucrada participación de los jóvenes.  ¡Mucho éxito!

Por Pablo Doberti.

Pablo Doberti

Pablo Doberti

Flamante, reluciente, curvada, pulida, aerodinámica, plateada… ¡Despampanante! Seriada, edición limitada, livianísima, con una cuchilla perfecta, leve, etérea, rugiente, ¡lista! y a tu medida… Nunca tuviste una tabla como la que tienes ahora. ¿Qué harás con ella?

Eso es Sistema UNO, mi querida maestra, mi querido maestro. ¡Bienvenidos! UNO es la mejor tabla de surf que tuviste jamás en tus manos. Nueva y renovada. Incorpora toda la nueva tecnología. Navega a otra velocidad. Genera otras experiencias. Bate récords. Reduce al mar a mero lago calmo. Y está pensada exclusivamente para gente como tú. UNO ha revolucionado por completo la industria de las tablas de surf y tu tienes ya la tuya en tus manos. ¿Qué harás con ella?

Ahora, ¡eso sí!, ya lo sabemos: no hay surf sin buenas olas. Y tampoco hay surf sin buenos surfers.

Olas tenemos. Y de las grandes, de las buenas. A menudo de las muy grandes. E incluso, tenemos también verdaderas majestuosidades. ¿O no? Son los niños.

Rebalsan de energía y de vitalidad; están repletos de pulsión y colmados de ímpetu. Son olas inmensas, únicas, imponentes, magistrales, portentos de la naturaleza. Nunca paran, jamás se cansan, son infinitas. Una y otra vez, una detrás de otra.

El escenario ideal para cualquier surfer. De ésos que se encuentran sólo en las islas Fiji, a veces en Hawai y en otros rincones de ésas sofisticaciones a los que los güeros surfers acuden cuando pueden. Y nosotros las tenemos a diario, ineludiblemente, inevitablemente, en cada salón de clases.

Y para completar, ahora también tenemos la mejor tabla para surfearlas. ¡Qué hacemos, entonces? ¿Surfeamos de una vez? ¿O dejaremos pasar nuestra tan envidiable y pronto envidiada condición?

Pero por más tabla magnánima

que tengamos, por más majestuosas que se nos repitan una y otra vez las olas delante de nuestros ojos, no habrá surf sin surfers. Nos hacen faltan los surfers.

Los surfers de este surf, mis queridos maestras y maestros, son ustedes. Musculosos y asoleados como los veo; experimentados y sabiondos del mar como los sabemos, honestos y prudentes cuando toca –también-, los surfers de este surf UNO son ustedes.

¿Les da miedo? A mí me da miedo que les dé miedo. A mí me da miedo que no percibamos que lo que nos debería dar miedo es no surfear. Las olas te pasan por encima y te vuelven nada.

Es cierto que las olas son altas y fuertes y a diario revuelcan al que las quiera penetrar. Pero eso es lo que pasa hoy, en cada aula, a cada hora. Es que ustedes ya surfean –no lo olviden-, pero lo hacen con unas tablas que parecen de planchar y no de surfear. El mundo ha cambiado y las tablas de hoy ya son de aleaciones complejas y sofisticadísimas, pesan mucho menos y navegan muchísimo más. Son veloces como el rayo Mac Queen, flotan y cortan las olas de una manera nueva y espectacular. Nos toca reaprender a surfear para que a las mismas olas le saquemos otras experiencias; inimaginadas. Y ya verán: hasta las olas serán felices al vernos poderles, ganarles, sacarles partido, gozar de ellas.

El surf es deporte de valientes, lo sé. Hay que saber que uno, con su tablita (por más UNO que sea), debe enfrentar esos portentos de la naturaleza, solito. Y no ganarles, porque los surfers no les ganan a las olas, sino que las usan para ganar velocidad y potenciar su propia experiencia. El surfer no es fuerte; el surfer sabe usar las fuerzas naturales. La fuerza del surf viene del mar. La vitalidad del surf proviene del mar. Pero el surfer no teme. Deja al mar hacer su trabajo y él hace el suyo. Y más le pide al mar y mejor hace su trabajo. Más por más. Plagados de adrenalinas, claro, porque en el surf nadie reduce a nadie. El mar se siente

bien mar, y el surfer, bien surfer. Y así se sostiene.

Y en medio de ambos, o como integ

ración de ambos, para hacer su trabajo y favorecer la experiencia de ambos, está la tabla, está UNO: la mejor tabla de surf para la educación que existe en el mundo hoy.

Permítanme insistir: ¿qué harán con ella? Las olas ya están esperándonos.

Por Ivette Luna Barra.

Mientras leía el artículo “Metáforas Marítimas” que publicó Pablo Doberti, recordé una de las palabras que más valoran los surfers: STOKED. ¿De qué se trata? Más o menos de lo siguiente: Para estar “stoked” hay que  prácticar con toda dedicación, hay que conocer y entender cada una de las olas pero, sobre todo, hay que surfear con toda la convicción de que se hace el mejor esfuerzo. Estar “stoked” es lograr el equilibrio perfecto entre esa óptima tabla de la que habla Pablo y la impredescible ola que le espera al  surfer. En suma, estar “stoked” es llegar a la cresta de la ola y mantenerse     -el mayor tiempo posible- en ella. Hace tiempo que no pensaba en esto pero, en el contexto del congreso y tras leer y escuchar las palabras del Director Internacional de Sistema UNO,  me vino a la mente la siguiente pregunta: ¿Cómo estar “stoked” con Sistema UNO en  las escuelas? ¿Cómo mantenerse en la cresta de la ola para que todo lo que ofrece el sistema lo aprovechemos al máximo? Quisiera tener la experiencia de cada uno de los ponentes del congreso para poder concretar  algunas respuestas. No obstante, percibo que en los congresos de Cancún, de Buenos Aires y –ahora- en el de Morelia, las respuestas ya han estado ahí. Las hemos descubierto con las ideas, con la convivencia y con las experiencias a las que nos hemos expuesto. En el regreso a clases tendremos la oportunidad de enriquecer estas respuestas aunque,  ya lo hemos escuchado insistentemente, se trata de un proceso, de un viaje o – pensando en las metáforas marítimas- de una travesía. Presiento que hay que tomar la ola con la mejor actitud, con la mejor preparación y con el mejor sistema posible. La idea es poder estar “stoked” en la educación  del siglo XXI.

Por Lino Contreras Becerril

«No hay mensaje, hay mensajero; como no hay Amor, sino quien ama«.

Julio Cortázar

Lograr una cultura digital en las escuelas requiere que profesores, directivos, padres de familia y alumnos hagan suyas las plataformas, dispositivos, y todos los recursos que la tecnología implica. Hacerlos suyos cotidianamente, es un proceso tan natural como la respiración. Como el aire que exigimos 13 veces por minuto. Y no se trata solo de cliquear en una computadora o acariciar suavemente una pantalla para ver videos, animaciones, interactivos o simulaciones. Se trata de trascender esas acciones que, no obstante ser útiles, finalmente siguen siendo transmisión de información.

En el sistema educativo UNO buscamos una cultura digital que favorezca la expresión de los alumnos, un hacer con propósito específico. En esa medida es imprescindible entender el desarrollo de competencias mediante la tecnología como la activa creación de productos digitales. Líneas del tiempo, cuadros y gráficas, presentaciones, comics, productos musicales, videos. Todos son ejemplos que un estudiante puede realizar con una computadora, o con un Ipad, desde su arquitectura conceptual hasta el desarrollo práctico. Pero es central que los alumnos elijan los temas a desarrollar con la tecnología, de manera que expresen sus intereses más íntimos, y que los profesores permitan esa expresión libre, y, aún más, que promuevan el surgimiento de las ideas que subyuguen a sus alumnos, aquellas que les resulten significativas: una línea del tiempo sobre la historia de los tenis, un comic de su relación con su mejor amigo, un video sobre su mascota, un esquema o mapa conceptual sobre una competencia deportiva, la edición con variaciones de su música favorita. Se trata de experimentar los dispositivos, tocarlos para producir, gastarlos en el uso creativo, en suma, desarrollar habilidades digitales.

Para elaborar esos productos digitales los niños y jóvenes tendrán que buscar información, procesarla, planear los recursos que necesitarán para su creación, tomarse tiempos, hacer los primeros bocetos, revisar lo elaborado, y llegar a la versión final de su trabajo. Estarán desarrollando competencias y se estarán formando en un hacer creativo. Una cultura digital como ésta busca cargar de sentido el uso de la tecnología: un pretexto para la vida presente y venidera. Porque el hacer ahora preparará a los niños y jóvenes para su hacer social y profesional futuro.

Pero la producción creativa queda corta si no se socializa. Por ello es importante que los alumnos compartan sus productos con otros mediante las redes sociales. La cultura digital que buscamos es la expresión de los alumnos y la socialización de sus creaciones digitales. Ello implica un cambio en el rol del docente y en la dinámica de la escuela. No más un sancionador de información dura, sino un facilitador de la expresión creativa de los alumnos; no más la formación individualizada presente, sino la formación colaborativa; no más una escuela que sujeta y limita, sino un colectivo que promueve. No más el Amor, sino quien ame.