Opinión UNOi - UNOi Internacional - Page 24
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Foto: © Leszek Glasner/depositphotos.com

Por Judith Kalman*

ED. 05/06/2012. Llevamos cuando menos 12 años durante los cuales la inserción de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) a la educación ha estado en el debate público. Desde el lanzamiento de Enciclomedia hasta la convocatoria más reciente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para equipar el proyecto de Aulas Telemáticas, las propuestas, sin excepción, parten de la premisa de que la tecnología va a mejorar la educación. Todos los candidatos presidenciales la incluyen en sus planteamientos,
y prometen una cruzada por la alfabetización digital (EPN), la dotación de equipos a maestros y alumnos (GQ), talleres de tareas aprovechando las nuevas tecnologías (JVM) y acceso gratuito a internet para todos los estudiantes de las escuelas públicas (AMLO).

Si a mí me hicieran la pregunta sobre lo que las TIC aportan a la mejora de la educación, a lo mejor diría “nada”. Pero pensándolo bien, tendría que decir: “depende”. La computadora es una máquina para escribir, dibujar, calcular, buscar información, entretenerse y comunicarse; y además, ofrece la posibilidad de integrar todas estas acciones. Sin embargo, no es el equipo el que agrega o aporta opciones nuevas a la educación, sino su uso. Esta no es una distinción banal, porque la computadora y el internet se pueden utilizar para seguir reproduciendo las peores prácticas escolares. Sirven para copiar y pegar textos y entregarlos al maestro como propios, o para resolver cuestionarios de opción múltiple. Tan es así, que en algunas escuelas los alumnos van al aula de medios para reproducir a mano los textos desplegados en la pantalla; es decir, copiándolos en su cuaderno.

Pero también la computadora y la conectividad sirven para investigar, analizar, colaborar, diseñar, animar e integrar representaciones multimodales de conocimientos y significados. Cuando se explotan sus propiedades posibilitadoras, son poderosas herramientas para pensar, para intercambiar ideas, para ratificar o rectificar hipótesis, para colaborar, para diseñar productos culturales como infográficos, videos, y podcasts; y para conocer diseños hechos por otros.

Al diferenciar entre la distribución de los equipos y la actividad que se realiza con ellos se pone el énfasis en distintos aspectos de la incorporación de las TIC a la educación: la disponibilidad de dispositivos o el acceso a las prácticas digitales. El primero es necesario pero insuficiente, el segundo es indispensable. Las máquinas y la conectividad son herramientas poderosas y potencialmente útiles para renovar diferentes aspectos de la educación, pero el solo hecho de ponerlas en la escuela, no garantiza ninguna transformación del quehacer educativo. La tecnología puede contribuir a mejorar la educación si su uso se contextualiza en una refundación de las relaciones institucionales y la transformación de la práctica docente, los propósitos educativos, los planteamientos pedagógicos y las propuestas didácticas. La organización de actividades de aprendizaje orientadas hacia el intercambio de ideas, la construcción de conocimiento, la apropiación de prácticas sociales, la colaboración y la producción de diferentes formas de representación, sólo son posibles con profesores que las sepan diseñar y llevar a la práctica. Lo que va a mejorar la educación es una comprensión profunda de sus problemáticas, la construcción de alternativas para resolverlas, y de propuestas cuidadosamente construidas, probadas y diseminadas. No hay computadora que haga eso.

*Investigadora del DIE-CINVESTAV; dirige el Laboratorio de Educación, Tecnología y Sociedad, Sede Sur.

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La nota original puede leerse en: http://educacionadebate.org/2012/06/05/las-tic-y-la-transformacion-de-la-educacion/

Aimee Verdisco*. 27/03/2012. ¿Será que estamos siendo testigos de dos fuerzas opuestas en los intentos por mejorar la educación a nivel mundial? En la búsqueda de una educación de mayor calidad, los gobiernos están invirtiendo más en maestros, tecnología y capacitación. Sin embargo, mientras esto sucede, los niños están menos dispuestos a aprender que nunca antes.

El cinturón que rodea al planeta se está ensanchando. La “globesidad”, término dado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a esta epidemia global de sobrepeso y obesidad, se está convirtiendo con rapidez en un problema mayor de salud. Se le asocia con el aumento desmedido en diabetes y enfermedades del corazón, con costos directos e indirectos que alcanzan un monto exorbitante. En los Estados Unidos, estos costos asociados a la obesidad son del alrededor de 150 mil millones de dólares al año, o casi tres veces el PIB de Bolivia, donde actualmente resido.

El problema no se limita a los adultos. En todas partes, los niños se están haciendo más gordos y, son pocos los países que tienen posibilidades fiscales para invertir una porción siempre creciente de su PIB en aspectos de salud que muchos expertos consideran en gran medida prevenibles (Youfa and Lobstein, 2006).

Desde los años setenta hasta la fecha, se ha duplicado e incluso triplicado la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños en edad escolar, en países tan diversos como Brasil, Chile, Finlandia, Grecia y Japón. Se proyectó que para el 2010, la mitad de los niños en norte y sur América tendrían sobrepeso u obesidad. Datos de la OMS dan a Argentina el dudoso honor de encabezar a América Latina en la tasa de obesidad de menores de cinco años: 7.3%.

Estas tendencias trascienden todos los niveles socioeconómicos y no desaparecen al madurar estos niños en adultos. Las estimaciones sugieren que la mitad de los niños obesos y el 70% de los adolescentes obesos mantendrán ese estado en la edad adulta. Esta última cifra se eleva a 80% si por lo menos uno de los padres es también obeso (Whitaker et al., 1997). Como adultos, estos adolescentes tienen menores niveles de educación e ingreso que sus pares más sanos. En los adultos, la obesidad podría estar asociada con una señalada disminución en el volumen del cerebro en áreas relacionadas con la atención, la memoria y la cognición (véase Burkhalter and Hillman, 2011).

La nutrición conlleva una fuerte asociación con el desarrollo del cerebro y la niñez, y los bloques de construcción de la buena nutrición son esenciales para mejorar la cognición y el desempeño académico. Las atrofias en el crecimiento en la primera infancia (medidas mediante desviaciones estándar inferiores a -2 en estatura-edad) son provocadas por una nutrición deficiente más que por diferencias genéticas y se le asocia con daños cognitivos irreversibles. Nuevos datos (aunque limitados) apuntan a problemas similares asociados con el consumo excesivo. En pruebas cognitivas, los niños y adolescentes obesos tienden a desempeñarse peor que sus pares con peso normal. Además, ser obeso en el kínder parece conducir a una declinación en el desempeño académico durante toda la educación, siendo las niñas las que están en mayor riesgo. Las niñas de peso normal en kínder, que para el tercer grado se clasifican como obesas, muestran una disminución importante en la calificación de sus exámenes. En comparación con sus pares de peso normal, es 50% más probable que las adolescentes obesas repitan un grado; los adolescentes varones son dos veces más propensos a abandonar la escuela (Ibid).

Parte del problema reside en el cambio de los patrones nutricionales de los niños. Las raciones diarias de fruta, verduras y fibra están cayendo por debajo de los lineamientos recomendados, al tiempo que las grasas saturadas y el sodio se consumen en exceso. Esta tendencia es universal. Las dietas en los países en desarrollo, particularmente en áreas urbanas, se asemejan cada vez más a las de Europa y Estados Unidos. Pero también se observa una disminución en la actividad física, desde moderada hasta vigorosa. Datos reportados para los Estados Unidos indican que entre los 8 y los 18 años, niños y adolescentes pasan más de cinco horas al día frente a una pantalla.

Las soluciones a los problemas de gran escala nunca son sencillas y con frecuencia son difíciles de implementar, pero como este blog argumentó desde su primer comentario, los datos son claros con respecto a la importancia de la actividad física. Existe una relación clara entre la salud física y la salud mental. Sin una atención explícita a esta relación, ninguna cantidad de tecnología, capacitación u otras acciones orientadas al cambio, es probable que produzca las mejoras en calidad que demandan las sociedades en todo el mundo para sus sistemas educativos.

Lecturas recomendadas:

Kelishadi, Roya (2007). “Childhood Overweight, Obesity, and the Metabolic Syndrome in Developing Countries.” Epidemiologic Reviews. 27:62-76. http://epirev.oxfordjournals.org/content/29/1/.

World Health Organization. WHO Database on Child Growth and Malnutrition. http://www.who.int/nutgrowthdb/en/.

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* Aimee Verdisco es Especialista en educación en el Banco Interamericano de Desarrollo. Es autora de diversos informes técnicos y ensayos sobre educación y reforma del sector, primera infancia y desarrollo de fuerza laboral en América Latina y el Caribe.

La nota original puede leerse en: http://blogs.iadb.org/education/2012/03/27/improving-readiness-to-learn/   Traducción: UNONEWS.

Por Humberto Belli.*  

PREAL. 05/03/2012. Llueva o truene, el profesor Asunción López no falla a sus clases; sus alumnos aprenden mucho y disfrutan de su ingenio. Casi ninguno abandona sus clases. Tiene diez años de enseñar y gana US$ 183 mensuales. Su compañero de promoción, el profesor Ramiro Argueta, falla los lunes y los viernes, sus alumnos no aprenden con sus tediosos dictados y muchos de ellos le desertan. Gana US$ 185.

Los nombres son ficticios, pero las historias son reales. Pertenecen al mundo de la educación pública e ilustran un aspecto de tremenda importancia rara vez discutido: la total desvinculación entre la remuneración de los docentes y su desempeño en el aula. Ser bueno o malo, cumplido o faltón, esforzado o haragán, no influye para nada en lo que devengan. Lo único que mejora el salario, aparte del título obtenido, son los años de antigüedad.

Al igual que lo que ocurre en la mayoría del continente, nuestro sistema educativo carece de incentivos queestimulen la buena docencia. Esto, en combinación con los bajos salarios magisteriales, tiene un efecto perverso sobre la calidad de la enseñanza. El hecho de que un maestro faltón e ineficiente reciba la misma recompensa que el cumplido y competente es desmoralizante para estos y contribuye a perpetuar la conducta de los primeros. ¿Para qué entrar por la vía del mayor esfuerzo si la vía del más mínimo recibe la misma paga? Imaginemos las consecuencias que tendría para una empresa pagarle a su vendedor de diez autos mensuales lo mismo que al que vende uno.

Lo que vale para el mundo de las empresas vale para la docencia. Aunque las fábulas de los políticos hagan referencia a maestros héroes, o “apóstoles”, que solo buscan recompensas espirituales, la inmensa mayoría de estos son ciudadanos corrientes que aspiran a llevar más pan a su hogar. Y es justo que quienes trabajen más y mejor reciban una paga mayor. Y es también más eficaz: cuando las buenas conductas traen ventajas y las malas desventajas, la conducta tiende a mejorar. Es ley de la vida.

Por otra parte, el hecho que los salarios docentes sean tan bajos induce a reclutar a las personas peor calificadas. A la docencia entran indudablemente personas excepcionales dotadas de una vocación especial. Pero en mayor cantidad suelen hacerlo quienes carecen de capacidad o motivación para entrar en ocupaciones mejor remuneradas. Ante la ausencia de premios al desempeño, la minoría competente que busca superarse encuentra que sus únicas alternativas de promoción son buscar un puesto administrativo dentro del ministerio, es decir, fuera del aula de clase, o trabajar fuera de él.

Las víctimas de este sistema inicuo son los niños de las escuelas públicas, condenados a ser educados por maestros de pésima calidad. Superar el problema solo podrá ocurrir a través de aumentos significativos en las remuneraciones docentes, pero vinculándolas al desempeño. Sin esto podrían duplicarse los salarios del magisterio sin producir mejoría alguna en la calidad de la enseñanza, como efectivamente ha ocurrido en numerosos países.

Medir el desempeño exige evaluar el aprendizaje de los alumnos; el mejor indicador de la eficacia de un maestro es el progreso de sus pupilos. Pero no es fácil hacerlo. A mayor mediocridad magisterial mayor oposición sindical a las mediciones de calidad. A mayor populismo estatal mayor propensión a los aumentos “parejos”, que igualan a buenos y malos, aunque perjudiquen la educación de los pobres. Ojalá que una mezcla de consenso educativo, nobleza magisterial y valentía gubernamental, superen estos escollos.

Los docentes no enseñarán mejor si se les paga más; solo lo harán si se les paga más a los que enseñan mejor.

*El autor es sociólogo y fue ministro de educación de Nicaragua 1990-1998.

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La nota original puede leerse en: http://prealblogespanol.blogspot.mx/2012/03/normal-0-false-false-false-en-us-x-none.html

Pablo Doberti.

¿Cómo era nuestra vida antes de Facebook?

En términos operacionales, digamos que bastante parecida a la de ahora. Facebook no nos ha cambiado esa vida, la práctica, la diaria. No entra por ahí. No nos trabaja en ese plano.

Pero sin embargo, nuestra vida es otra desde Facebook. Y a escala planetaria, por si fuera poco.
¿En dónde o por dónde entra Facebook en la vida de millones de personas y las cambia? (Yo tengo para mí que Facebook vale lo que vale por eso, porque ha entrado en la vida de millones de personas en todo el mundo para cambiarnos, y eso, la verdad, más allá de los modelos de valoración que los financieros puedan tener, no puede no valer.)

Facebook entra por las sensaciones que nos deja tener. Y las sensaciones son parte estructural y estructurante de la vida. Facebook nos eliminó la sensación de soledad. Ya nadie esta solo desde Facebook. Y más… Facebook nos hace sentir enredados, conectados todo el tiempo con otros, que además se llaman y se comportan como mis amigos. Otros  cercanos, otros abiertos y expuestos a nuestras intimidades. Otros desnudos, como yo; tan desnudos como yo. Otros definitivamente cómplices de lo que pueda venir.
Desde Facebook vivimos en red. Y una vez enredados es otra cosa. Entra vida por la pantalla; la pantalla es parte de mi vida.

Desde Facebook sabemos que podemos o podríamos, juntos, hacer mucho más de lo que imaginábamos que seríamos capaces de hacer, y además protagonizando. Desde Facebook sabemos que estamos listos. Que ahora sí. Que nunca antes habíamos sentido, como ahora, que estamos así de listos. Facebook nos alistó. La red nos da esa potencia. Enredarnos nos fortaleció.

Yo, el mismito que antes, ahora siento que puedo mucho más que antes. Y que muchos otros como yo, tan mismitos como antes, también sienten ahora que pueden mucho más que antes. Sentimos que sabemos que podemos. Es decir, podemos. Enredados en y por Facebook, ahora podemos. We can es ahora.
Facebook, entonces, nos dio poder. Es que las redes empoderan. Ponen más cerca a las personas y a los grupos y nos acercan los ideales. Nos confunden la vida con los sueños. Nos hacen ver que querer puede ser poder. Nos hacen sentir que sabemos que podemos. Nos hacen poder, en definitiva. Y ahora que podemos, ¿qué?

Redes de recorridos imprevistos, de enlaces insólitos y fecundos. Sinapsis alucinantes. Redes irreductibles.  Horizontales y niveladas, redes refractarias a las concentraciones y tan amigas de las distribuciones. Redes ideológicas aunque no lo parecieran. Redes coercitivas a la acción. Redes.

Y por las redes corren proyectos, en todas direcciones. Y los proyectos enlazan y van cohesionando a los amigos. Y de pronto hay miles, y de imprevisto hacen cosas que no hacían. De pronto se caen, también, es verdad. El proyecto debe tener base para no ser apenas un impulso efímero. Pero ahí van, miles de miles, de acá para allá y de allá para acá.

Facebook nos cambio la vida. Definitivamente. Aunque no tengamos Facebook, Facebook nos cambió la vida.
… Pero ahora vengámonos para acá. Y qué tal si probamos releer lo leído pero en donde dice Facebook leamos Red UNO. Y a ver… Tal vez aparezca lo mismo.

Para un colectivo específico como nosotros, tal vez estemos también empezando a sentir que de pronto la Red UNO nos puede cambiar la vida. Como allá en Facebook, no desde las rutinas más elementales, sino desde las sensaciones más estructurales. Estamos abandonando nuestras soledades y estamos instalando nuevas y ambiciosas potencialidades. Inmensas. Corre una adrenalina que me gusta llamarla ímpetu en nuestra Red UNO. Se siente el zumbido. Yo al menos lo siento.

Amigos por la Escuela XXUNO. El club de los sueños más trasnochados esta instalándose. Estamos enredándonos, queridos camaradas de la Red UNO, en una historia nueva. ¿Lo perciben? Estamos enredándonos en no sé qué que nos llevará sin dudas a no sé dónde; pero que vamos, ¡vamos!
Mientras estábamos enredándonos, ya hemos quedado enredados. Así de misterioso es el futuro perfecto del indicativo: de pronto nos habremos enredado. Ya no hay salida.

Y qué bueno, porque a esa salida creo que es más justo y mejor -a estas alturas- empezar a llamarla entrada.
Creo que nos haremos una pregunta similar en poco tiempo respecto de la Red UNO.

 

 María Mercedes de Brigard. Colombia ha sido por muchos años un país “sin sociedad civil”, es decir un país cuyos ciudadanos han tenido una mínima conciencia de sus derechos y sus deberes, además de haberse desenvuelto dentro de un ambiente de escepticismo e impotencia frente a las instituciones que desmotiva a cualquier tipo de acción colectiva.

Hoy, después de 40 años durante los cuales se extendió la violencia que generaron el narcotráfico y las guerrillas y creció sin freno la corrupción dentro de las instituciones estatales, la sociedad civil parece estarse organizando, aunque sea de manera incipiente. La ciudadanía parece sentir que tiene algo que decir y que vale la pena hacerlo.

En medio de este marco, existe un importante grupo social, el de los padres de familia, en cuya capacidad de protección y de educación, ha puesto por años nuestra cultura gran parte de sus esperanzas de cambio y de progreso. Sin embargo sólo hasta épocas muy recientes ha empezado a nacer entre los padres de familia, la conciencia de constituir un colectivo con necesidades, intereses y angustias comunes; quizá haya sido la escuela, la que, a través de sus asociaciones de padres y de sus acciones de educación a los padres de familia, ha evidenciado que ser padre significa compartir con muchos una loable tarea que, como ninguna, tiene todo reconocimiento social.

Por otra parte, le ha correspondido a la familia contemporánea colombiana desarrollarse dentro de un medio radicalmente intercomunicado, con una escasísima noción de límites institucionales en favor de los menores y con una vocación consumista sin freno, factores que hacen la tarea de los padres cada vez más compleja. Unos medios de comunicación que no se han asumido como evidentes educadores y que no han tomado conciencia de su responsabilidad social en la construcción de una sociedad mejor sino se han sumado a las múltiples ofertas comerciales y cuya programación está cada día más sujeta a  los beneficios económicos, son los que informan y recrean a la niñez y a la juventud de hoy. Una sociedad de consumo que no repara en consideraciones de naturaleza académica, ética o social para producir y vender, no es tampoco una gran aliada. Y, finalmente, unas instituciones débiles incapaces de hacer cumplir los mandatos legales que podrían proteger a la niñez y la juventud, son supuestamente el recurso de control de la sociedad.

El panorama no es nada halagüeño. Y quizás esto sea lo que le da más  sentido a la decisión de un grupo de padres de empezar a tejer unas relaciones que les permitan salirle al paso a los múltiples factores que hacen cada vez más remota la esperanza del cambio. Construir unos sistemas de interacción, lograr hacer escuchar sus voces y que se consideren quizás como las más representativas de lo que una sociedad debe ofrecer a las generaciones en proceso de educación. Generar un espacio de acción colectiva que canalice de manera eficaz las iniciativas de miles de padres de familia que buscan lo mejor para sus hijos. Aglutinar buenas voluntades para potenciarlas y hacerlas influyentes, eficaces y transformadoras.

Las anteriores alternativas son, en términos generales, una síntesis de los propósitos de PaPaz, esta Red de Padres y Madres Colombianos, que se ha organizado a partir de las asociaciones de Padres de Familia de varios colegios. Quiere pues, la red ser constructora de tejido social a partir de una mirada desprovista de intereses económicos, políticos, confesionales o institucionales y más bien con un claro sesgo ético y social.

 

María Luisa García Pérez.*

Los caminos  de la vida son extraños, azarosos, fortuitos. Desde que tengo conciencia de mi vida me ha quedado claro que mi misión en ésta, es ser maestra, aún en contra de las expectativas de mi padre que ejercía la profesión de médico y le parecía que el ser maestro era una carrera corta que no valía la pena. Pese a que él ha sido mi ejemplo de vida decidí no cumplir con sus expectativas.

Comencé a trazar mi camino profesional estudiando la Normal para Educadora, a los dos años de haber egresado de la Normal fui nombrada Supervisora Escolar para los cuatro municipios más marginados del Estado de Michoacán (Aguililla, Tumbiscatío, Chinicuila, Coalcomán), ya que nadie aceptaba el reto que representaban esos municipios en cuanto a la incomunicación y peligrosidad.

Cada vez que conocía más las necesidades educativas de mi Estado, y en especial de mi región, mi motivación intrínseca hacia mi profesión fue creciendo y no me importaban los obstáculos que tenía que vencer para cumplir mi trabajo de asesoría y promoción a las escuelas que integraban la Zona Escolar a mi cargo.

Corrí con la suerte de tener de jefe inmediato a la Maestra María Teresa Herrera Guido que ha sido mi inspiración profesional por ser una persona brillante intelectualmente, con un corazón bueno y extremadamente trabajadora. Aprendí bajo su tutela a comprender a otros, aprender de otros, convivir con otros desde su propia cultura y su propio camino de vida. Me fue quedando claro que el camino de ser maestra es interminable, cada vez se tienen nuevos retos, nuevos conocimientos, nuevas condiciones sociales… en fin, una serie de factores que hay que contextualizar y hacer que ese “touch” entre seres humanos se realice y me prometí no dejar de estudiar mientras no dejara de trabajar.

Después de 20 años de trabajo para el Gobierno Federal y una serie de irregularidades vividas en el ambiente magisterial que no me satisfacían, clarifiqué que nadie tenía la responsabilidad de hacer realidad mis sueños, más que yo misma;  me armé de valor e inicié mi proyecto educativo personal donde pudiera concretar mi proyecto educativo por 20 años. Recorriendo en búsqueda de mi preparación, muchas y diversas universidades.

Con muchas ilusiones, con un proyecto educativo claro, con mucha conciencia social, pero sin dinero… inicié mi sueño anhelado. Para concretar Cumbres Comunidad Educativa nos apoyamos físicamente en las aportaciones de la Dra. María Montessori (salones octagonales, selección de material para armar las diferentes áreas de trabajo) y para fines mediacionales hacemos vida un enfoque constructivo-cognoscitivista-sociocultural a través del Programa de Currículum Cognoscitivo para Niños de Preescolar y Dimensiones del Aprendizaje, en la Sección de Primaria.

Una de las grandes satisfacciones que hemos tenido en estos 14 años de servicio es la integración de niños con capacidades diferentes (Síndrome Williams, Dawn, Debilidad visual, entre otros) que seguramente nos han dado más al personal docente y a sus compañeros que lo que humanamente nos ha sido posible ofrecerles. Estamos seguros que hemos contribuido para que sus vidas tomen alegría, seguridad; respetando, mediando y puenteando sus habilidades y competencias.

En fin, nuestra propuesta es holística, ya que retomamos lo mejor de los programas en los que nos hemos formado y, nuestra última inclusión, ha sido Sistema Uno con lo que comulgamos en principios epistemológicos desde el sueño de nuestra Institución Educativa.

Despertar el deseo de conocer, valorar la verdad, el bien, la belleza, parecen actualmente, situaciones anticuadas, pero es la única brújula que conozco para transitar por la vida… una aspiración que ha signado mi quehacer como maestra.

* Tras más de 20 como educadora en el sector público, María Luis consiguió financiamiento y fundó su propia escuela: Cumbres Comunidad Educativa en Zamora, Michoacán, que hoy es un ejemplo de modelo educativo.

Arnaldo Esté.

Ahora no podemos concebir la educación sin la participación del estudiante. Hay que formarlo para ello y eso se logra sólo en la práctica, en el ejercicio de ese valor.

La participación, desde hace siglos y en muchas culturas, ha estado vinculada a la Democracia. Se podría decir que a más participación, mayor Democracia. No obstante no basta el deseo,  las proclamas, discursos o enunciados proponiéndola o “permitiéndola”. Al no existir instalado en el conjunto social el valor participar, poco se hace.

Para nuestro caso y para el proyecto pedagógico de Sistema UNO la formación y los aprendizajes son procesos constructivos que se dan en ambientes de aprendizaje en los que ocurren cosas, que suponen, que requieren la participación, la interacción, la cooperación a propósito de Problemas Pertinentes que lo propician.

Con lo Digital: Internet, las redes sociales, la WEB, los juegos y simulaciones (no los negativos juegos de guerra, destrucción y violencia, por favor)  se habla del advenimiento de la Cultura de la Participación. Todo lo que baja por Internet, también puede subir. Mensajes, propuestas, críticas, informaciones bajan y, crecientemente, suben. Creando intensos vínculos y relaciones.

Hay muchas especulaciones y predicciones acerca de los efectos que en las personas, grupos y comunidades estas cosas tendrán- Pienso que aún es temprano para poder colocar Lo Digital en una perspectiva lo suficientemente completa como para poder evaluar sus efectos. Pero sí estoy seguro de que cambiarán sustancialmente nuestra manera de ser y nuestra manera de vivir en sociedad. Las maneras de dirigir, producir y disfrutar es decir, repito, todas las formas de participar.

Siendo así, es necesario, es imprescindible prepararse, y ello implica mucho más que el manejo técnico de las herramientas (hardware y software). Implica la incorporación de todo ello a lo cotidiano, a la vida ordinaria e inmediata, como ya lo son los teléfonos celulares y los lenguajes y códigos que con ellos han llegado.

Pero además, la exigencia y, lo que es más importante, la necesidad de participar, de ser respetado y reconocido. De ser parte evidente de un todo social.

La escuela tiene mucho que ver con todo este proceso. Los sistemas educativos tradicionales tienen que cambiar. No sólo por su ampliamente reconocida y costosa ineficacia, sino porque no suponen  esta cultura emergente.

No es fácil este cambio. Son muchas y variadas las resistencias y las incomprensiones. No es sólo cosa de cambios curriculares, con todo lo tortuoso que eso siempre resulta. Son cambios en el quehacer diario de las clases. En la actitud de maestros, directivos, supervisores que imponen clases silenciosas y pasivas en las que se dan lecciones viejas y repetidas que vienen prefabricadas en libros viejos y repetidos.

 

Pablo Doberti. Esta relación podría ser fructífera, si no fuera traumática. Estamos en esa encrucijada y deberíamos salirnos. Veámoslo a través de cuatro premisas.

Somos fans de aprender haciendo, ¿verdad? Cómo no, si hoy es a todas luces una máxima de alto consenso. Y encantadora, además. Pero en materia de cómo entra o no entra la tecnología en la escuela, lo primero que decimos es que debemos ir despacio; que hay que ir despacio porque no sabemos ni por dónde… Despacio, en nuestra jerga, quiere decir, primero pensar para recién, tal vez, actuar. Reflexión que enmarca la acción pero que al cabo la detiene. Posponer el hacer hasta que el ponderar nos habilite. Eso decimos, y entonces nos esperamos…

Nos esperamos mientras la sociedad todita se digitaliza sin pensarlo y sin esperarlo, para bien y para mal, avanza, coge ritmo. Y ritmo es valor. Hace y aprende de su hacer, y sigue haciendo y aprendiendo en un círculo, si no enteramente virtuoso, seguro que productivo. Pero en la escuela no. Un artificio nos ha congelado; un sofisma nos tiene confinados. A nosotros, justamente, el sofisma nos postró.

Yo creo que es al revés. Sé que es al revés. Debemos empezar ya mismo a hacer para poder entonces comenzar a aprender algo. Debemos empezar sin haber aprendido, quiero decir. La tecnología debe comenzar a actuar en la escuela y con eso aprenderemos algo de lo que querrá decir la tecnología en la escuela. El aprendizaje como una consecuencia de la acción. La encrucijada, como se ve, es crucial. Punto y aparte. Segunda premisa.

En la educación y en la escuela pretendimos también otro falso movimiento, al que llamamos –para simplificar- escolarización de lo digital. Que esta trama social espectacularmente abierta del mundo web en la escuela “se comportara”, es decir, se sometiera a reglas históricas y solo hiciera lo que la escuela desea que haga, tal como la escuela desea que se lo haga. Que lo digital en la escuela se dé cuenta de que está en una escuela… Y pues no. Lo digital es indomeñable y se sacude, se zafa y comienza a entrar por las grietas, es decir, por los descuidos de la escuela, en los bolsillos de los niños. Mala ecuación porque se carga de ímpetu conspirador y después vaya uno a saber…

Lo digital –como la adolescencia– no acepta reglas que lo nieguen como lo que es. Se trata de digitalizar la escuela, no al revés. Y lo digital viene con lo que viene. Punto y aparte. Tercera premisa.

Lo digital no es un objeto de estudio. No se estudia en sí. Ni es una competencia, siquiera. Es una atmósfera que atraviesa los procesos y las prácticas sociales (para el caso, los del aprendizaje). Los atraviesa y los altera, como toda buena atmósfera. Pero mientras, nosotros queremos “estudiar” lo digital, aprender lo digital, reducirlo a un proceso racional y organizado. Aparatoso gesto escolar que no comprende que no es ni posible ni necesario aprender a respirar la atmósfera digital, que simplemente, se trata de respirarla. Eso mismo que ya hacemos todos -aunque la escuela lo niegue; y bastante bien, además. Inconscientemente.

Lo digital es un nuevo medio ambiente en el que se desarrollan las prácticas sociales XXI y en el que éstas quedan redeterminadas, otra vez más. Eso es lo que la escuela no recrea en su interior. Por eso está rara. La comunidad escolar no respira digital. En las escuelas falta lo digital como falta aire en la cúspide del Aconcagua. Conforme nos vamos acercando a las escuelas, sentimos –como en las fosas nasales- ese enrarecimiento. Punto y aparte. Cuarta premisa.

Lo digital no vale en sí. Vale lo que vale por lo que repercute en términos de conductas y de lazos sociales. Esa es la manifestación socialmente relevante de lo digital. Eso es lo innegable y lo irreductible. Y repercute rediseñando las conductas y poniendo en entredicho las creencias fundamentales de la sociedad moderna. Es decir, tiene calado. ¿Unos aparatos hacen eso? Si y no. Es un tejido monumental de aparatos interconectados y de gente interconectada a través de esos aparatos que acaban creando cosmovisiones, inventando mundos en el mundo, rehaciéndonos. Así de potente lo veo; y así de literario. Así de desestabilizador para la escuela y la educación.

Pero la escuela y la educación son las que son; nosotros, los educadores, somos los que somos, y nos resistimos. Estamos atrapados en viejos pleitos y luchamos con viejos monstruos. Mediante gigantescos gestos de ponderación, pues ponderamos. Ponderamos en múltiples foros, en los medios, en cada oportunidad: “la educación no caerá en la trampa; la escuela no degenerará”, y nos acomodamos las gafas…

Pero no creo que sea así. La escuela y la sociedad XXI nos necesitan de otra manera. Nos necesitan para que demos los pasos, para que marquemos pauta hacia delante, para que hagamos que las cosas pasen, para que haya acción y de la acción, todos -¡pero todos!-, y de una vez, aprendamos y podamos escoger, otra vez, en este alucinante vértigo moderno, el mejor nuevo camino a recorrer.

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Pablo Doberti es psicólogo y educador. Desde hace cuatro años dirige el proyecto del Grupo Santillana que enfrenta las necesidades de innovación de los sistemas educativos y de la industria educativa en Iberoamérica, cuya manifestación más acabada se presenta ya con base en México bajo la marca “Sistema UNO”.

Esta columna se publicó el 24 de febrero en la página Arena Electoral y puede leerse en: http://www.arenaelectoral.com/article/detail/167

 

Leonardo Kourchenko.

El 24 de febrero se estrena en pantallas de 18 ciudades en México, el documental “De Panzazo”, dirigido por el cineasta Juan Carlos Rulfo y por el periodista Carlos Loret de Mola. Se trata de una película (80 minutos) que retrata, con crudeza y precisión, el desastroso y lamentable estado de la educación en México.

 El documental aporta una visión de conjunto que con frecuencia, a quienes trabajamos o colaboramos en el ámbito educativo, se nos escapa. Nos ofrece una panorámica integradora del problema, con cifras y datos apabullantes: sólo 10 de cada 100 niños que ingresan a primaria, llega a concluir una carrera universitaria. Obtenemos los peores lugares en la prueba PISA internacional: 34 de 34 en lecto-escritura, matemáticas y ciencias. Menos del 8% de nuestros estudiantes alcanzan los puntajes más altos a nivel internacional, mientras que arriba del 45% se ubica en niveles deficientes y mediocres. De seguir así, sin hacer nada, sin cambiar de fondo el sistema, nos tomaría 170 años alcanzar al promedio mundial en comprensión de lectura –y eso bajo el supuesto de que otros países se queden   estáticos, sin evolución o movimiento.

 La película fue producida por la organización “Mexicanos Primero” una OSC destinada a elevar la calidad educativa de nuestro país. La preside, Claudio X. González, un hombre talentoso e inteligente, que ha centrado su compromiso en mejorar la educación en México.

Los propósitos son varios: el primero entender que la educación –la mía, la de mis hijos, las de mi familia y la de mi país- no es un problema ajeno. No es un problema del gobierno o de “las autoridades”, sino que es un problema personal, familiar, nos afecta a todos.

Un segundo propósito tiene que ver con enviar un mensaje de que la sociedad está gravemente preocupada y se ocupará de hacer algo, es decir, tomará acciones concretas en sus manos para propiciar una atmósfera de cambio.

Si la película logra provocar este debate, abrir el tema y enfrentarlo entre todos, retirar el monopolio del tema educativo al SNTE, a Elba Esther –quien aparece en la película- y que la sociedad “se apropie” del asunto, será una gran ganancia.

 Hoy es evidente que la educación está cambiando en el mundo. Países y regiones enfrentan transformaciones, convencidos de que los viejos sistemas no responden ya a la sociedad del siglo XXI. México se ha quedado a la retaguardia en este proceso de cambio. La pesada estructura que controla la educación pública ha convertido nuestro sistema educativo en un inmenso fósil en un museo de historia natural. Dejamos de movernos, de avanzar, de innovar hace décadas y el resultado es este pobre desempeño.

 La película no pretende buscar o señalar culpables. No acusa a nadie de estos graves problemas, por la simple y sencilla razón de que es un problema de múltiples aristas, donde todos, padres de familia, directivos, maestros, sindicato, autoridades hemos construido este monstruo anquilosado y viejo que es nuestra educación.

Una señalada aportación del documental –desde el punto de vista cinematográfico- consiste en la introducción de pequeñas cámaras portátiles a las escuelas y entregárselas a los alumnos. El objetivo fue captar auténticas escenas en el cotidiano escolar, en vez de registrar las escenas impecables de orden, concentración,  disciplina y estudio que los directivos “montan” cuando llegan visitantes.

Es decir lo que vemos, se grabó con muchas de esas cámaras en manos de estudiantes, quienes fueron capaces de captar la realidad del ambiente escolar original. Esto le agrega un tono de absoluta autenticidad a la película que nos permite echar una ojeada al interior de muchas escuelas.

Otro gran acierto del filme consiste en derribar el mito de la educación privada por encima de la pública. Las cifras y los resultados de las pruebas demuestran una mínima diferencia porcentual entre primarias y secundarias públicas y las llamadas “particulares”.

 Lo importante es lo que seamos capaces, todos, de construir después de la película. Mexicanos Primero tiene previstas una serie de acciones estratégicas, escalonadas,  que van desde la presentación de una Reforma de Ley ante el Congreso, hasta los compromisos previamente adquiridos de los candidatos presidenciales, para avanzar sobre una agenda de cambio concreto a partir del siguiente gobierno.

Además, un pliego petitorio con medidas concretas al sindicato y a los gobernadores de todos los estados en el país.

 Los primeros objetivos concretos consisten en elevar el número de días efectivos de asistencia estudiantil a clases, alcanzar la cifra de 200 días hábiles; además elevar también el número de horas de estudio para cada niño: pasar de 4.5  hasta 6 horas diarias

Una tercera meta inmediata es llevar nuestro promedio educativo nacional hasta 12 años, lo que implica concluir la preparatoria.  

Si logramos estas tres, apenas estaremos alcanzando a muchos países desarrollados en años, días y horas de clases y estudio. El siguiente e inaplazable pendiente será qué contenidos poner en esas horas y días de clases.

 Sistema UNO es punta de lanza en este proceso transformador de las escuelas en Iberoamérica. Es una de las propuestas, no la única, que aporta una serie de elementos de cambio profundo en la práctica docente, en el perfil del maestro, en el uso de la tecnología, en la apertura de las escuelas al mundo. Es uno de los primeros que tomó conciencia del problema y decidido trabajar con profundidad y profesionalismo en generar soluciones.

 Ustedes y nosotros somos responsables de este proceso de cambio. Debemos fortalecerlo, contagiarlo, extenderlo. Por ello los convoco a todos, padres de familia y maestros, directivos  y propietarios, a ver “De Panzazo”, a firmar la pequeña boleta que nos entregan a la entrada del cine y depositarla en la urna al término de la proyección. Los invito a visitar la página www.depanzazo.com para sumar voluntades y energías ciudadanas a esta gran causa que es la educación de México.  Si no somos capaces de mejorar la educación de nuestro país, estamos condenados a convertirnos en un país de mano de obra barata en la globalización productiva del siglo XXI. 

Si no lo hacemos nosotros, los mexicanos preocupados e interesados en la educación, no lo va a hacer nadie.

Por Arnaldo Esté.

En general los medios de comunicación se regodean con las informaciones que como noticias y mercancías de fácil venta, hablan de muerte, asaltos, violaciones, venganzas, arreglos de cuenta.

La violencia entre los jóvenes en las escuelas es cotidiana y próxima.  No es necesario ver los informativos o abrir los periódicos. El chisme inmediato sobre la violencia vecina se hace saludo. La conversación se amarga.

Hay allí un grave costo social de vidas truncadas. Pero hay aun un costo ético mayor que menoscaba la calidad de vivir. Nos priva de espacios y lugares, de horas y momentos, de viajes,  visitas y disfrutes.

Sentir como si el  Demonio se apoderara de ellos. Y le cedemos tiempo y espacio recluyéndonos cada vez más al propio cerco de terror. El terror campea DUPLICANDOSE EN EL IMAGINARIO.

¿Qué tiene que ver esto con la educación? Y, más específicamente, con la Educación Formal, con el sistema educativo.

Una mirada no muy larga a un aula común nos descubre un cuadro dominante y permanente: un maestro hablando, explicando y unos niños sentados en filas de pupitres silenciosos, haciendo que escuchan o copiando desde un libro o desde la pizarra. Esta imagen es general y aceptada: allí se está educando, allí se está aprendiendo.

En realidad, poco se educa y menos se aprende. Pero lo que si ocurre con gran eficiencia es la negación y el irrespeto, la  violencia de la que es objeto continuamente el niño en ese escenario. No es tomado en cuenta, no es respetado, no es  reconocido como ser humano.

El respeto es mucho más que un acto de conservación. Es un acto de cultivo y enriquecimiento.  No es respeto tratar al niño como una hortaliza a la que se le coloca en el refrigerador para que no se pudra. El respeto no es tampoco dejarlo actuar o, a expresarse eventualmente. Hay que llevarlo a actuar y a comunicarse. Hay que crear el ambiente, los instrumentos y exigencias para que esa expresión se dé.

Si a mí me llevan a un ambiente extraño, donde no conozco a nadie (uno de esos compromisos!!!) y donde solo los iniciados hablan y participan, es claro que trataré de escabullirme tan pronto sienta que cumplí mi compromiso: no me fui: me fueron. Por supuesto me van a llamar desertor, drop out.

El niño no respetado puede responder de  muchas maneras, pero tomemos unas muy frecuentes:

Esto ha ocurrido por siglos y en casi todas las culturas donde ha existido la Escuela.

Pero ahora hay cambios y condimentos que le dan otra calidad a ese irrespeto escolar. La informaciones y estímulos que los niños reciben por todas partes e indeteniblemente: por Internet y por la intensificación de  los Medios sobre la existencia de graves  asimetrías sociales y que les hablan de ambientes donde se pueden realizar y ser reconocidos. De maneras de asociarse y agruparse, de éticas mafiosas con normas y leyes rigurosas, con las que se apoyan otras jefaturas y liderazgos que se presentan como opciones de vida, de vida a veces muy efímera, pero vida al fin.

También, y por los mismos Medios llegan informaciones sobre armas y recursos de violencia y la naturalización cordial de su uso en el lenguaje de los juegos digitales.

Así se le sirve la mesa a esta violencia que nos espanta.

La relación social, el juego social que se debe hacer en las aulas debe priorizar el respeto al niño. No como una simple opción o permiso que se concede a participar sino como una comunicación problematizadora, pertinente, intrigante, que incide sobre lo que el niño ya tiene en su acervo, que lo obliga a participar y así, a ser reconocido, respetado.