Opinión UNOi - UNOi Internacional - Page 17
Necesito ayuda

Pablo Doberti - PSurf 2

Las visiones geniales suelen toparse con muchas puertas cerradas, de ahí que muchas veces la inteligencia no sea suficiente y haga falta la perseverancia para concretarlas. Inteligencia y tesón son los dos ingredientes que –en su columna de los martes en pijamasurf.com–, asocia Pablo Doberti como necesarios para la realización de una idea que pudiera no concordar con los cánones establecidos.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/09/el-inversor-no-cejar/

Columna Fredy Vota wp

Leer y escribir en la escuela. Sin dudas, una tarea que construye la identidad institucional.

Casi es la función central de lo escolar. Todo lo demás se da por añadidura.

Leer. Condición necesaria, claro que no suficiente. Condición que de acuerdo al modo que se la conciba repercute de maneras diversas en las personas.

Leer puede ser el arduo trabajo de  decodificar el alfabeto. Letras que cobran sentido sólo porque esconden un determinado sonido.

A cada grafema un fonema. Los maestros van detrás de unir grafemas y fonemas y a eso llaman leer.

Escribir, por tanto, es reproducir letras con determinadas formas prefijadas. Cuánto mejor se copien, mejor se escribe.

Conclusión: leer es unir esos signos escritos a una forma de decir, escribir es reproducir los mismos signos con la mayor exactitud posible.

¿Será suficiente?

¿De verdad leer y escribir son esos ejercicios mecánicos?

¿La escuela trasciende en sus propuestas didácticas estas estructuras?

Claramente leer y escribir son procesos complejos que tienen un aspecto mecánico, pero tienen otros mucho más interesantes, profundos y transformadores.

Transformar es sumergir a los alumnos en el universo  de significación que se esconde detrás de las letras, es bucear en los cuentos, relatos, textos informativos que encierran el tesoro más precioso que podemos presentar a niños y jóvenes.

A veces la escuela se queda con la letra muerta.

La ‘m’ de muñeca, mamá, mariposa. No importa la ‘m’ de qué, porque parece que sólo importa la letra.

La letra debería estar en función de lo que significa la muñeca preferida, la mamá que se extraña o la mariposa que vuela.

La ‘m’ está en función de un contexto literario o informativo.

Ese es el mundo que la escuela no debe y no puede perder.

Transformador es leer para comprender, para saber que significaciones se esconden detrás de esos significados.

Maestra ¿Cuántas horas dedicas a enseñar letras? ¿Cuántas en hacer planas? ¿Cuántas en disfrutar cuentos o desmenuzar textos informativos?

Profesor, ¿Cuánto tiempo dedicas a que tus alumnos generen hipótesis sobre procesos naturales o sociales y cuánto a que repitan de memoria un saber que tu das como verdad absoluta? ¿Cuántas en analizar sintáctica y morfológicamente textos y cuántas en despertar la pasión por un buen texto literario?

¿Cuándo les lees a tus alumnos con emoción y cuántas veces tomas lectura para tener una nota?

De kínder a secundaria encontramos, no pocas veces, el mismo enfoque para la enseñanza de la lengua.

Se sintetiza en saber, como repetición sin significación ni personal, ni social, ni estética.

Se requiere dar propuestas didácticas diversificadas que permitan la multiplicación de las fuentes de lectura, sumada  a la de los distintos propósitos, destinatarios, estilos.

De esta forma se logran adaptar las prácticas de enseñanza a situaciones de comunicación real de los alumnos, encontrando así una pertinencia para el aprendizaje.  

La tarea docente debería consistir en lograr que la lectura deje de ser la mera decodificación de un lenguaje de signos, para dar lugar a la comprensión integral del texto y del contexto. Se espera que la lectura y escritura puedan ayudar a los alumnos a convertirse en intérpretes de la realidad, en verdaderos autores de sus textos y por tanto de sus vidas.

Enseñar así libera la enseñanza. Nadie querrá quedar afuera de un mundo fantástico por descubrir.

Encontré a mi hijo de 11 años leyendo uno de esos libros nuevos de aventuras. De esos grandotes. Descubrí que intercambiaba lectura con play, con compu de manera alternativa. Que leer era la misma fiesta que la compu.

Agradecí a la maestra que le enseñó que detrás de esas letras en blanco y negro, monótonas a la vista, se esconde un mundo encendido, brillante y apasionante, igual o mejor que el del play.

Enseñar tradicionalmente dejará a muchos alumnos afuera (cada vez más) porque es meterlos en un molde sin significación, sin impacto emocional.

Enseñar en letras de molde, es perder la oportunidad de aprender.

Aprendí todas las letras, me cansé de hacer planas y es el día de hoy que tengo una letra espantosa. Mi médico de cabecera también. Sé que en mí es causa perdida, aún con el mejor de los cuadernos de aprestamiento. Estoy eternamente desaprobado.

Por suerte para mi escribir fue mucho más que eso.

El verdadero significado de esta nueva experiencia es emocionante y esperanzador…

El contexto, único e irrepetible (de hecho que siempre lo es, desde su concepto)…

La oportunidad de comenzar a escribir nuestro propio texto… también.

Pablo Doberti - PSurf 2

Sin duda en nuestra lengua, como en muchas otras, la palabra problema tiene una fuerte carga de connotación negativa. Si buscamos sinónimos mediante la utilidad de Word, aparecen palabras como: dificultad, inconveniente, contrariedad, complicación, molestia, traba y hasta embarazo –suponemos que está última, en su acepción de obstáculo y no precisamente de gestación.

En su columna de esta semana en pijamasurf.com, Pablo Doberti distingue entre problema e inconveniente, confiriendo al primero efectivas posibilidades pedagógicas, en tanto que al segundo simplemente hay que superarlo. “De los problemas –afirma- hay que valerse, ponerlos a trabajar”.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/09/el-inversor-el-buen-problema/

Columna Fredy Vota wp

No sé si mucho, al menos es grandilocuente, tanto que suena a quimera.

A frase lanzada al viento, al fuerte viento del olvido, de ese olvido que nunca se encarna en ninguna práctica.

Suena a curso de autoayuda, a cruzada demagógica, a fanatismo vacío…

Cambiar la educación, es necesario, pero definitivamente suena a mucho.

En Babel, una película estremecedora de Alejandro González Iñárritu con guión de Guillermo Arriaga se relatan historias mínimas, de personas pequeñas, que impactan en cada punto del mundo.

Los protagonistas son unos niños jugando en Marruecos, una pareja de turistas norteamericanos visitando aquel país; una adolescente, su padre y un policía de investigación en Japón;  una niñera y los hijos de los turistas americanos que van de EEUU a México.

Personas viviendo situaciones casi cotidianas, decidiendo casi inconscientemente, repitiendo parámetros y esquemas culturales y sociales, prácticas habituales.

El cúmulo de sus pequeñas acciones, no diría equivocadas, sino fuera de foco, lanzan una catarata de tragedias.  Todos quedan parados frente a la peor de las situaciones posibles. Y entrelazados, locamente entrelazados.

Babel, toma el nombre de aquella torre pretenciosa, donde la soberbia de su empresa, hace que sus constructores cambien sus lenguas.

Vuelve la metáfora de la incomprensión, del lugar del absurdo, donde los pequeños errores se transforman en grandes pérdidas.

Es verdad que cambiar la educación es una quimera y dicho así nos puede dejar en el mismo lugar de incomprensión de aquellos constructores retratados en el libro del Génesis.

Cambiar la serie de hechos, de pequeñas acciones desafortunadas, no correctas, no del todo pensadas, nos ayudará a generar nuevas redes, nuevas sinergias.  Una red virtuosa que haga que la educación sea otra cosa.

Quizás sea eso, sólo eso. Hacer mañana algo distinto en el aula, nuevo. Novedoso de verdad, donde los alumnos sean escuchados (no para apañar sus caprichos, sino para potenciar sus capacidades de aprendizajes) y los maestros dejen de hablar tanto y sean pedagogos.

La simple tarea es hacer que el maestro ponga todo su esfuerzo al servicio del aprendizaje y no de un contenido.

Donde todas las aulas tengan la premisa que todos los alumnos pueden y deben aprender y que la misión del docente es la de hacer de puente, no de obstáculo.

Es pequeño el esfuerzo. Muy pequeño, pero decisivo. Evita la tragedia educativa de hoy.

En la primera escena de la película, dos niños juegan a tirar con un rifle que su padre les había dado. Ellos casi con inocencia apuntan a un camión que viene a 3 km, sólo para zanjar la discusión de niños, de cuál era el alcance máximo donde podía llegar una bala.

El disparo hiere gravemente a la turista norteamericana y se desata una serie de situaciones que van increcendo, hasta llegar a escenas cargadas de dramatismo.

Sólo con que ese padre no ponga en manos de esos niños el rifle era suficiente, sólo con que esos niños no jugaran con esta arma, sólo con que esos turistas no abandonen a sus hijos en manos de una niñera casi desconocida para intentar rescatar su matrimonio en tierras exóticas, sólo con que….

Sólo con que mañana algo nuevo pase en el aula…

Sólo así, cambiamos… ¿la educación?

Quién sabe, las malas decisiones repercuten en todo el planeta, ¡las buenas también!

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Pablo Doberti - PSurf 2

En su afán por sacudir a la escuela como institución desde sus cimientos, Pablo Doberti aborda en esta ocasión –en su columna de los martes en pijamasurf.com–, la solemnidad y rigidez que la caracteriza en sus símbolos y ritos, mismos que opina  deben  modificarse en muchos aspectos, que van desde el código que impera en la vestimenta hasta la prohibición de tomar fotos en los actos escolares.

El artículo completo se puede leer en: http://pijamasurf.com/2013/09/el-inversor-tocar-hueso/

Pablo Doberti - PSurf 2

Un relato de aula es el que esta semana nos presenta Pablo Doberti en su columna de los martes en pijamasurf.com. En él, una maestra con muchos años de experiencia y ejercicio, tanto en el sector público como en el privado, decide hacer un cambio para la exposición del tema del día.

Un cambio nada espectacular, pero que implica correr un riesgo y superar temores.

¿En qué consitió y qué resulto de ello? El artículo completo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/09/el-inversor-mi-aparato-digestivo/

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IV. DIVERSIDAD               

Arnaldo Esté               

Es frecuente encontrar, en críticos de la educación formal, con enfoque tradicional, la acusación de ser homogeneizadora: like bricks in the wall dice la canción sesentosa.

Ahora, el reclamo trasciende lo educativo y tiene que ver con el mundo que emerge y la manera, en general, de percibir a los otros. La vertiginosa fluidez de la información permite percibir, más rápidamente, las expansiones económicas y culturales,  las guerras religiosas, las segregaciones y exclusiones sociales, que parecen llegar todas al mismo tiempo a su apogeo culminante y a su agotamiento.

Por otra parte, cuando un alumno se escapa de la homogeneidad complaciente del aula tradicional, cuando su comportamiento es diferente, es objeto del bullying, de la violencia multiforme de sus compañeros, del chalequeo y la burla colectiva. Su diversidad puede ser física, como la gordura, la estatura, flacura; o puede ser  despistado, distraído o retraído; o bien,  negro, pelirrojo, chino, indio, portugués…; es decir, no importa, porque siempre se acude a estereotipos. Se reproduce, en menor escala, los consecuentes argumentos internacionales, vinculados a lo infiel, lo pecador, lo insurrecto, lo atrasado, cualquier aspecto personal disímil.  El bullying a esta escala puede ser mucho más costoso que la exclusión escolar del pasado.

Hoy es difícil hacer bandera del racismo, pero existe. Es insólito, en la comunicación abierta y difundida que genera el contacto de las más apartadas culturas, a partir de lo digital,  pensar en la presencia de la discriminación  soberbia y prepotente; pero la hay. La condición de migrante en muchos países se ha convertido en un ámbito de segregación y ultraje. Pensemos en el Apartheid. La paradoja subyace, porque todos los pueblos del mundo conocido han sido migrantes alguna vez, desde el israelita que participó del éxodo, hasta los desplazados políticos del Muro de Berlín y el conflicto colombiano. La mejor prueba de ello es el nacimiento, en 1950, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

La diversidad es otro valor emergente. Es saber que los otros no son como yo y que, además, los necesito.

Es indispensable cultivar la diversidad y con ello el reconocimiento y el respeto al otro, en cada detalle de un salón, de una clase. Aprovechar su riqueza cognitiva y cultural, para aprender de cada experiencia ajena, para enaltecerla o transformarla, y ponerla al servicio de los proyectos propios y comunitarios.

Los latinoamericanos somos evidentemente mestizos. Y aun, los más aborígenes migraron y se fundieron en su tiempo. De hecho, ya los ibéricos colonialistas eran mestizos, venían con su mezcla de sangre árabe, judía y cristiana. El ufanarse de la fatua pureza es una influencia de otros países, que buscaron la herencia de “la raza aria”.

El mestizaje se manifiesta en el lenguaje, en el “seísmo” americano y el “leísmo” español. El carnaval brasileño hunde sus raíces en el Imperio Romano, pero adquiere su propia impronta. La religiosidad andina integra sincréticamente al dogma cristiano con la teología quechua. Los mexicanos de Puebla de Los Ángeles adoran a Nuestra Señora del Rosario de Tonanzin, que es la misma Virgen de Chiquinquirá o la Coromoto. En sí, la práctica religiosa cambia y se hace hispanoamericana.

El mismo efecto se registra en la literatura y en las artes, en los muralistas mexicanos o en los textos y enciclopedias que incorporan y cuelan terminologías hijas del espacio americano. Pídale a un hispanohablante y a un ibérico que pronuncie la palabra “atlético”.  El español peninsular no reconoce la integración “tl” derivada del náhuatl y pronuncia “at-lético”.

En el espacio de la pedagogía es conveniente precisar la riqueza del mestizaje cultural y, aún más, el potencial de aprendizaje que podemos perder, por ignorar el disfrute de la diversidad. Porque la variedad no sólo atiende a lo perceptible a simple vista, que también es relevante y conveniente. Sino también incluye perspectivas disímiles, otras maneras del comprender, del conocer, del disfrutar.

Con frecuencia es sutil la percepción de la diversidad en un grupo de niños. Tiempos, estilos, entonaciones, atuendos, modas, afloran en la curiosa dialéctica de querer parecerse a los otros y, a la vez, tener una identidad propia. El trabajo en grupos es propicio para hacer florecer la variedad y el aprendizaje de lo diverso, pero en el mismo espacio se reafirma el imaginario y la conformidad individual.

III. SOLIDARIDAD       

Arnaldo Esté                

Somos gregarios, nos realizamos en grupos y morimos en la soledad.

De manera que ahora resulta difícil comprender la percepción de grupos y conchabes en los salones de clase como competidores del maestro, cuando él debería tenerlos como aliados.

Pero al ver el contexto y los valores dominantes se aclara el panorama.

A la prédica y a la palabra y sobre todo a la palabra escrita, aún vigente en la falsa oralidad de los docentes, se le atribuye la capacidad suficiente para generar aprendizajes. Este valor, esta fe ha dominado la educación formal desde hace siglos, así que la clase se concibe como recinto de silencio y convergencia y el maestro un neto vigilante informador.

Ese silencio necesario y esa negación de lo gregario ha generado graves tensiones que, con mucha frecuencia, las pierde el estudiante, que permanece negado o que se fuga excluido.

Ahora bien. La solidaridad es la forma genérica del amor. El necesitar al otro para seguir viviendo.

Y si es así y lo aceptamos, ¿por qué no lo cultivamos?

Cultivarlo es una pedagogía de la solidaridad, de la grupalidad, de la cooperación. Del diálogo y la interacción.  Es una pedagogía porque no puede ser casualidad o espontaneidad o “de vez en cuando”. Es territorio de los métodos, de las maneras de aprender.

No es fácil. De cierta manera es pedirle al maestro que renuncie al pretendido poder. Y no es para entregarlo al estudiante, es eliminar el poder como manera de relación social a propósito de aprender y comprender. Pero conviene recordar que lo digital eliminó la imagen del docente erudito y, a riesgo de sucumbir, tiene que transformarse en moderador, en facilitador del aprendizaje. 

Activar a los estudiantes, centrar en ellos el asunto no es una simple concesión. Es otro comportamiento, otro desempeño, mucho más exigente que la simple verticalidad. La horizontalidad supone reconocer el acervo de cada alumno y aceptar que el aprendizaje es constructivo y compartido, donde el docente aprende con sus “aliados”, sus alumnos. Es reemplazar el Poder por el compartir y la solidaridad.

Lo gregario es una condición innata, pero también lo es la procreación. Pero así como nos procreamos al estilo humano, con cultura, lo gregario debe realizarse con cultura. Es la cultura de trabajar en grupos, donde no se niega al individuo,  sino que se cultiva al otro y se le respeta como diverso y necesario. Ese cultivo y respeto supone trabajo en curso: cada grupo debe tener siempre labor importante por hacer.

En la Interacción Constructiva, en el grupo se realiza la participación, la dignidad, el reconocimiento, el respeto. Se desarrollan los lenguajes y se evalúan sus efectos. El grupo exige a cada participante y se exige como grupo, para producir; también, el equipo reclama la investigación, las pruebas y la búsqueda de informaciones que podrán transformarse en verdaderos aprendizajes, pero contextualizadas, vinculadas al tema que el grupo trabaja, al problema en proceso.

Una clase de treinta y cinco personas puede derivar hacia cinco o seis grupos menores,  no solo aprendiendo a trabajar en equipos,  sino extendiendo los tiempos reales para permitir –y exigir– que cada quien participe, y que lo haga desde su diversidad, vocación, aptitud.

Esto, por supuesto no es una novedad. Se cree hacer desde hace muchos años,  pero en una modalidad en la que se repite en el grupo la pedagogía eleccionaria tradicional, la conducta predicativa. El grupo es entonces una pequeña clase, donde se repite el discurso del maestro o simplemente se lee lo que contienen los manuales o libros de texto entregados en el aula.

La situación propuesta en Interacción Constructiva es diferente. El grupo solidario constituido no parte de la información proporcionada, sino que  continúa la discusión del Problema Pertinente, mediante aportes escritos, leídos, presentados por cada uno de sus integrantes. Esa discusión descubre los alcances y limitaciones de los aportes de cada integrante del grupo, y procede a completar lo faltante, mediante presión, exigencia, lo que justifica la búsqueda de mayor información.

Un detalle más aclara el concepto de “grupo solidario”. En esta acción compartida emergen los acentos de la colaboración, del remar todos los integrantes del grupo en una misma dirección. Supone discusión, pero también exige negociación para llegar a acuerdos. Ninguno tiene la última palabra. Cada miembro del equipo tiene las mismas obligaciones, deberes y derechos. Se aprende a conllevar, distribuir, corresponder, coincidir y a pensar con el otro. Además, de aquí surgen los compañeros, compinches y lealtades, donde se produce la solidaridad del conjunto.

Ese es el cultivo de la necesaria solidaridad para que un pueblo, una nación se cohesione y se realice en su proyecto común, en su producción compartida, en sus creaciones solidarias.

Columna Fredy Vota wp 

La soberbia no ayuda

No ayuda creer que lo sé todo, que doy clases perfectas, que mi escuela es la mejor, que mis proyectos pedagógicos no tienen comparación con ningún otro.

No ayuda creer que el fracaso escolar se debe a que los alumnos cambiaron, los programas no son buenos, el estado no apoya la gestión educativa, Unoi no cumple con los tiempos de entrega.

Aunque todo sea verdad, no ayuda.

Recuerdo haber leído hace tiempo,  una historia de Francisco de Asís.

Ya era un orador consagrado. Los frailes y el pueblo entero se reunían entusiastas para escucharlo.

En una ocasión, como tantas otras, todos los frailes y poblanos congregados esperaban sus palabras.

Francisco se sentó en el suelo y se puso cenizas en la cabeza, en señal de penitencia. “No soy digno de hablar”. Se levantó y se fue. A partir de eso decició escuchar más.

Él, el hermano de todos, el líder de un movimiento que daba por tierra todo lo conocido. ¡No tenía nada que decir!

Asumió su condición de aprendiz.

Invito al silencio del que aprende de todos y de todo.

 Escuchar.

 Escuchemos lo que acontece, sin juicios.

Escuchemos a los alumnos, a los padres, a los pensadores de la educación, al señor de la esquina de casa, al empresario, al obrero, al joven, al sentido común, a los resultados obtenidos, a los logros y fracasos.

Escuchemos sin justificar nada.

Sólo guardando las palabras escuchadas.

Y luego, sólo luego, pensemos como hacemos lo que hacemos.

Pensemos si lo hacemos bien o lo podemos mejorar, más aún, cambiar.

Nadie nos juzga.

Nos tocó un cambio de época. Nos tocó trocar prácticas, mudar paradigmas. No somos responsables de esto.

Nos toca ponernos al frente o quedar detrás, detrás para siempre, Inexorablemente relegados. De esto sí somos responsables.

Escuchemos como galopa la nueva escuela.

Escuchemos como debemos dejar de hablar y escuchar más.

El maestro escucha! Escucha sin juzgar, sin juzgarse.

Hace unos días, me encontraba entusiasmado, de más, lo reconozco, mostrando una didáctica de matemática donde se propone que los alumnos razonen y resuelvan problemas complejos. Les comentaba al grupo de directivos reunidos como los alumnos se entusiasman en la clase, se activan… En medio de la explicación un director intervino y dijo. “Yo vi un alumno que aplicaba esta metodología y necesitaba las tablas, porque no las sabía de memoria”

Todo cayó por tierra. Los directores debatieron sobre la idea de volver a enseñar como antes. Que sepan las tablas y reafirmar los algoritmos.

Nadie niega las tablas. Negamos el encuadre que sostiene que saber las tablas es saber matemática.

Negamos el encuadre que se niega a escuchar, a abrir la posibilidad de aprender, porque ya se las sabe todas.

No por nada en la mayoría de las religiones y éticas, la soberbia es el inicio de todas las rupturas humanas. Babel es la metáfora.

La soberbia, que puede ser defensiva, no ayuda. Envilece la posibilidad de cambiar.

La angustia del cambio no se salva con soberbia, ni acallando su fuerza disruptiva.

Defensiva u ofensiva, está ahí, lista para volver todo atrás.

Pongamos a nuestro vetusto maestro interior con cenizas en la cabeza. Quizás así logremos un diálogo honesto, audaz, renovador y necesario.

Ahora sí, me llamo a silencio.

Silencio activo.

II. PARTICIPACIÓN       

Arnaldo Esté       

La dignidad se realiza por la participación. Es decir, como ejercicio de la dignidad se transforma en demanda de solidaridad. Es la obligación hacia los otros, la conciencia de nuestra necesidad gregaria. La participación es acción y  ejercicio comunicativo para dirigir, construir y crear y disfrutar. Estas formas de participación se aprenden al cultivarlas simultáneamente, cotidianamente, para asegurar su desempeño eficiente.

No se trata de algo esporádico, de mecanismos complicados o de vehículos de propaganda y formas elitistas. Se participa desde y con todo lo humano. Desde todo y con todo lo que somos como cuerpo humano: HABLAR, ESCRIBIR, CANTAR, DANZAR, GESTICULAR, PINTAR, RECITAR, CONTAR VERDADES Y MENTIRAS, INVENTAR, REPARAR COSAS, COCINAR, AMAR Y COMUNICARLO AL SER AMADO de muchas maneras,  PORQUE EL SER AMADO LO ESPERA Y NECESITA…

Deviene en la formidable percepción de sentirse parte particular de un todo, que no está completo sin mí, pero tampoco sin “el otro”. Y esta afirmación es pertinente para el espacio digitalizado. Se concurre a la permanente creación, a la inmanente producción que marca a toda realización humana.

En el lenguaje político, equivocadamente, se ha relacionado la participación con el poder y la dirección de lo social. Otra dimensión más consecuente sería la participación de las comunidades en propiedad. También se suele asociar con las ocasionales y confusas elecciones. Al ciudadano se le convence de que su participación consiste en simplemente sufragar.  Luego, la representatividad se olvida…y la participación se transforma en manifestaciones de protesta. Esta situación exige una mayor formación ciudadana, hacia la reciprocidad y consciencia social

Pero no puede ser de otra manera, si en las tradiciones educativas se participa por asistir a clases con puntualidad, por decir “presente” sin necesariamente estarlo, por contestar falsas preguntas de las que ya se saben las respuestas, responder lo que el docente quiere escuchar, de forma repetitiva y sin sentido propio; además, la participación en estos espacios se traduce en “portarse bien” al no hacerse sentir y aceptar conductas de sumisión;  memorizar lecciones y reponerlas en exámenes; ser acólito y convergente. Ser simplemente “bueno” cuando ello significa existir dócil y pobremente.

Así, en ninguno de los dos ámbitos (político o escolar), con estos comportamientos, no se accede la participación, no se permite la intervención, no se es dueño ni señor de ella. Conviene reiterar que la participación se aprende con el desempeño y se refuerza con la convicción personal, generada al sentirse agraciado o beneficiado,  porque es reconocido y contribuye como persona en el trabajo compartido.

En consecuencia, la debemos transformar hacia la producción, la formación política y ciudadana, hacia el disfrute y la realización personal.

Lo Digital, como valor emergente, amplía el concepto y es oportuno  referirse a la Cultura de la Participación: en la WEB, así como todo puede bajar, todo puede subir y, es más, hay una necesidad de hacerse sentir, de participar, de crear en los espacios virtuales. Se manifiesta la abundancia de recursos e informaciones para lo que todavía no estamos preparados y que seguirá permeando toda nuestra vida y cotidianidad.

En este contexto digital, renovar nuestros valores y competencias es imprescindible para tomar decisiones y ejecutarlas, ante las nuevas realidades y relaciones virtuales. Es formarnos para navegar, disfrutar, buscar lo que requerimos, seleccionar lo conveniente y evitar sus trampas. Y no con represión ni nuevas exclusiones, es con la solidez de quien es dueño de su timón.

Hay entonces que cultivarla y su cultivo es hacerla florecer en cada quien: problematizar, angustiar, intrigar… hurgar en la inmediatez de cada quien para que ella aflore. Es lo que llamamos problemas pertinentes.