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MISIÓN SURVAL:   “Formar seres íntegros, felices y exitosos, capaces de mejorar y de trascender”

Por Gloria Caballero

La historia se empieza a gestar hace 35 años, gracias al sueño de dos jóvenes maestras: Virginia Togno Murguía y una socia de nombre Rosario, cuyo apellido se ocultó en el tiempo.   Ellas detectaron la necesidad incipiente en Ciudad Victoria de un Jardín de Niños bilingüe y mucho más moderno que las opciones existentes.    Arrancaron su proyecto, aún sin nombre, visitando personalmente algunas casas para invitar a las familias jóvenes a intentar algo distinto.   Y Surval inició sus actividades en 1978, con un pequeño grupo de niños en la que fue su primera sede: una linda casa situada en la calle José Martínez Villarreal en el Fraccionamiento Los Arcos, muy nuevo entonces.

Para 1982, hubo necesidad de mudarse a la calle de Quintana Roo en el Fraccionamiento Valle de Aguayo, donde sus crecientes cuatro grupos con ya más de ochenta alumnos en total, pudieron ubicarse cómodamente.    El Colegio crece, llegan nuevos asociados, se integra un Consejo de Administración y en 1983 nace oficialmente el Centro Educativo Surval, arrancando su primaria y estrenando las primeras construcciones en el Campus que todos conocemos, ya con etiqueta propia.

En 1985, la señora Togno entrega la Dirección del Colegio al Maestro José Francisco Maldonado Menchaca, quien en escasos doce meses alcanza dos grandes logros:  Redefinir el carácter bilingüe y activo de la institución y crear la Preparatoria Surval, ante la necesidad que la comunidad victorense estaba planteando.  

En 1986 asume la Dirección de Jardín de Niños y Primaria, la Maestra Leticia Pérez Rodríguez y la Dirección de Preparatoria el Dr. Carlos Moreno Meléndez, siendo en 1987 cuando se crea el nivel Secundaria, bajo la Dirección del Maestro Rodrigo Galván.

1990 es parte-aguas en la historia institucional con el cambio de administración.   El Colegio sufre entonces su primera transformación profunda:    Estructuralmente,  se crea la Dirección General que asume su Consejera Tesorera, Maestra Gloria Caballero Collado con dos Direcciones Académicas, la del Nivel Elemental que asume la Maestra Carmen Campos Vega y la del Nivel Preparatoria, que conserva el Doctor Carlos Moreno Meléndez.

A partir de entonces se define la inspiración humanista y el carácter activo y bilingüe del Colegio y todas las acciones se encaminan a hacerlos realidad.   De manera que se crea un modelo educativo propio centrado en las necesidades de los alumnos, que pondera la experiencia como base del aprendizaje y busca en todo momento la prevalencia del Amor y la búsqueda de la Libertad Responsable.   Un modelo que convierte y ratifica cada año a Surval como líder y referente educativo en el estado.     El Colegio se describe así:

“Somos una escuela humana, activa y generosa, donde el trabajo está centrado en los alumnos, a quienes vemos como seres libres, únicos y autónomos.  Confiamos en ellos y en su capacidad para desarrollarse y relacionarse bien.  Buscamos que la libertad responsable y la inteligencia emocional prevalezcan y que el maestro facilite procesos para que el aprendizaje fluya natural.    Vivimos AMOR, LIBERTAD, RESPETO, RESPONSABILIDAD, HONESTIDAD, BELLEZA Y JUSTICIA como valores o principios naturales que nos determinan.  

En Surval, el AMOR es principio creador, fuente fundamental…valor esencial que se practica dando y sirviendo. Vemos la educación como un proceso para construir conocimientos e instalar virtudes.   Un proceso que desarrolla competencias físicas, intelectuales, emocionales, espirituales y sociales.  Aprendemos sintiendo, pensando y haciendo, porque con emoción y experiencia los aprendizajes cobran significado y nos transforman.  Nuestros alumnos desde pequeños investigan, utilizan en su favor la tecnología y hablan inglés como segunda lengua”.

Desde 1995, el desarrollo de habilidades emocionales ocupa un lugar especial en la atención de maestros y directivos, tarea en la que se cuenta desde entonces con la alianza del Centro de Investigación y Entrenamiento en Psicoterapia Gestalt “Fritz Perls”.

  SURVAL COLLAGE 2

La segunda transformación profunda se inició en el verano 2012 y aún no termina: Centro Educativo Surval se ha integrado a Sistema UNO para detonar el gran cambio en la calidad de sus procesos, en alianza con Apple, Cambridge, Discovery Education, Avalía, Lexium y UDLAP, avalados por UNESCO.

UNO es un desarrollo educativo sistémico, completo e integral; una solución educativa que comprende un proyecto pedagógico, una propuesta didáctica, incorpora un sistema de evaluación internacional y se concreta en recursos utilizables en la práctica escolar.  Trabaja por competencias y favorece el desarrollo de nuevas estrategias de aprendizaje.   Es un Sistema que digitaliza la escuela sin caer en radicalismos tecnológicos y asume el inglés como parte de su sistema comunicativo, en un contexto de inmersión, para formar ciudadanos del mundo.

Surval-UNO ha digitalizado la escuela para crear la atmósfera justa, que con premisas éticas y humanas, detone sin duda, una formación integradora que permita a los chicos llegar a su etapa productiva, en un mundo exigente y complejo, con  el perfil creativo, competitivo y multicultural que ya exige su momento.

Es un proceso y ya están inmersos en él.   Y vale porque sus Directores y Maestros, en formación continua y ahora en capacitación digital, avanzan con otro formato de contenidos y se encaminan, como las más modernas escuelas del mundo, hacia un universo abierto.   En Surval, construyen haciendo y asumen el cambio como parte natural de la vida, porque hoy ya no es causa sino consecuencia de la realidad.     

En Surval, ahora en 2013, están “andando el camino”, más abiertos a la conciencia y a la creatividad.     Alumnos, directivos y maestros están usando el IPAD en los salones y el corazón en su vida personal.

EN SURVAL, AHORA EN 2013…CELEBRAN SU ANIVERSARIO 35

Y LA HISTORIA APENAS COMIENZA.

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Pablo Doberti - PSurf 2

La reflexión de Pablo Doberti esta semana, en su columna de los martes en pijamasurf.com, gira en torno a un encuentro de hace un par de años con el teórico de la educación Philippe Perrenoud,. De las notas que tomó en aquella ocasión se desprende una importante premisa expresada por el también sociólogo: “Las competencias no se transmiten”, de donde Doberti concluye que para que esto ocurra en la escuela es necesario tomar algunas medidas.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/10/el-inversor-ecos-de-perrenoud/

Columna Fredy Vota wp

Para buscar culpables todos se anotan, en el momento de hacerse cargo no hay candidatos. Las escuelas son organizaciones donde esta práctica es habitual.

La conversación de la sala de profesores, tiene claros culpables. Ellos son: Los padres, los directivos, los alumnos, el sistema, la Secretaría de Educación, la corrupción. Todos otros, donde buscamos ocultarnos.

En las direcciones de los colegios los actores son los mismos, con la salvedad que se sacan a los directores y se agregan los maestros.

La misma escena se repite en la casa de los alumnos, en este caso quitarán a los padres y alumnos y pondrán al resto.

En este juego de sacar y poner, las organizaciones quedan intactas, iguales de defendidas, victimizadas y sin táctica ni estrategia.

Pablo Aristizabal en el congreso de inicio puso un video que mostraba una escena con los jóvenes disconformes en Madrid. Se los veía unirse al grito de  ¡Asístanme!, con el surrealista agregado, que se dejaban golpear por la policía.

Pasividad, es el nombre de nuestras aulas.

“Sed pasivos y heredarán la tierra” pareciera ser el mandato escolar.

Todo intento de empoderamiento escolar, es fuertemente aniquilado.

Los maestros buscan imponer un orden, porque en el orden la gente no opina y se cumple su voluntad.

Ese orden que no es metodológico, como forma de adquirir nuevos conocimientos, sino que es un orden que lleva al silencio. Silencio que debe ser sólo interrumpido por la voz del docente.

Los directores también sostienen el status quo, porque  cambiar puede traer una rebelión docente o al menos cierto malestar, y ¿quién quiere eso?

Me quedaron grabadas unas palabras de una directora prospecta: “A mí me parece fascinante UNO, creo que es lo que debemos hacer. Pero esto significa tener que enfrentarme con el plantel docente”. A lo que respondí: “¿Pero Usted que cree que es mejor para los alumnos?”. Muy rápidamente me contestó: “Iniciar con Uno en el colegio, sin dudas”. Mi respuesta fue tajante (me salió casi sin pensar): “Entonces a esta altura es un problema ético”.

Saber qué es lo mejor y no hacerlo por comodidad o por no querer involucrarnos es una falta ética. Los alumnos saben que si se callan y repiten el discurso circulante, aprueban. ¿Y quién quiere llevarse las materias y tener malas notas?

Los padres temen que sus hijos puedan encontrar su deseo y no seguir los mandatos estipulados (“Serán médicos, abogados, empresarios, jugadores de fútbol, estrella de cine o modelo, lo mismo da, si no se origina en un deseo interior y propio del joven y no del padre).

Todo el sistema está orientado a disciplinarnos, a ser almas y cuerpos sumisos. En estas situaciones  la rebelión se limita a hablar por lo bajo.

Es en ese submundo donde se cuecen resentimientos, malos climas, victimizaciones… “Asístanme” es la melodía de fondo. Con cada culpable externo, se aniquila la oportunidad de construir espacios de trabajo colectivos, responsables, creativos, sinérgicos y efectivos.

Las preguntas que debemos instalar en las escuelas, en todos los actores son ¿Qué tengo que ver con lo que pasa? ¿Qué puedo hacer para mejorar la situación? ¿Qué está a mi alcance? ¿En qué colaboré para llegar a esta situación? ¿Qué puedo y debo hacer para mejorarla?

Lo demás es tirar para afuera lo que corresponde que esté adentro, o al menos cerca.

Mientras esto no ocurra seguirán las largas filas de víctimas, que lejos de acallar su consciencia, amplían su angustia.

Cuando todos pasemos de ser espectadores a actores, comenzaremos a hacer nueva la escuela, la escuela que finalmente nos merecemos.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Una aliteración del antes de las computadoras y el ahora es lo que en una serie de ejemplos nos presenta Pablo Doberti en su columna de este martes en pijamasurf.com, donde sostiene que más que herramientas, las computadoras representan una atmósfera digital que ha invadido todos los ámbitos –el de la intimidad incluido– y ha modificado en gran medida nuestras costumbres marcando pautas en aspectos como escribir, trasladarnos o establecer lazos comunicantes.

El texto puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/10/el-inversor-aires-digitales/

Columna Fredy Vota wp
 
Miré hacia el escenario.
Miré el salón,
a los padres, al maestro,
y a mí.
 
Pensé en una palabra
Pensé agradecer
Pensé mejor.
 
No era honesto decir algo
Porque se esperaba que lo dijera.
¿Falta de gratitud?
Gracias en esta ocasión no me representaba.
 
Caminé por el pasillo entre sillas y aplausos
Subí al escenario, me puse frente a él,
Tomé el papel arrollado y mi medalla.
 
Permanecí mudo
El silencio fue mi aliado
Bajé y miré para atrás
Descubrí que él tampoco esperaba nada.
 
Fui honesto,
Él también.
Fue un vínculo banal.

La rutina, la práctica reiterada, el rito vacío, la seguridad conocida, nos pone inexorablemente en estos lugares de trasparencia existencial.

Da lo mismo, haber pasado o no por la vida de los otros.

La bisagra se hace cuando hay coraje, pasión, foco en el alumno, honestidad intelectual e inteligencia puesta al servicio del educar.

Maestro no es un título, es un ejercicio.

La tragedia educativa contemporánea no se debe tanto a la falta de nivel de los alumnos (es sólo un síntoma de tantos), como a la intrascendencia que implica, para no pocos, el paso por la escuela.

Como docentes debemos hacernos dignos de un gracias sentido.

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Pablo Doberti - PSurf 2

¿Es la realidad real o hay que construirla? Esto pareciera postular Pablo Doberti en su columna de este martes en pijamasurf.com, donde cosmovisiones, posibilidades, sentido común, imposibilidades (desde luego), transformación, idealismo e innovación se entretejen en el texto para derivar en qué más sino en la escuela, y en las carencias de su paradigma como lo conocemos. En este panorama, oberti deja abierta una rendija a la esperanza.

El texto puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/10/el-inversor-la-realidad-en-educacion/

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Columna Fredy Vota wp 

En sólo dos años iba a llegar la jubilación. Escasa novedad sorprendía su práctica. Sabía en qué momento de la clase decir basta, cuándo los alumnos la pasaban mejor, cuándo se aburrían, quiénes aprobarían y quiénes no. Ya ni preparaba las clases. ¿Para qué? Sabía lo que hacía, por qué lo hacía y cómo lo hacía. Las sorpresas escaparon de su práctica docente.

Solapadamente, casi sin quererlo (al menos conscientemente) un halo de frustración rondaba cada día de su vida escolar. En silencio se murmuraba a sí misma: “es sólo este año y el que viene”. No se animaba a confesarlo, pero como un preso, contaba sus días. 

Ella era maestra, sabía lo que hacía, cómo lo hacía y por qué lo hacía. 

Ese anteúltimo año la escuela decidió entrar en Sistema UNOi. Un torbellino aturdidor se apoderó de su cabeza. Un enjambre de palabras anidaba en su mente. iPads, secuencias digitales, competencias, interacción constructiva, no hablar tanto en clase, libros nuevos, nuevas prácticas. ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? 

No daba crédito que ante sus ojos el mundo se abrió en dos. Se vio impelida a saltar más allá de la brecha o quedarse de este lado. Miró con desconfianza, porque desconfiaba. Desconfiaba de lo que no conocía. Nunca un proyecto de cambio cambió algo. Nunca. ¿Por qué sería esta vez la excepción? 

Cada situación de clase la tenía estudiada, la conocía. Si bien con el tiempo sintió que había perdido la captación total de los alumnos, algunos la seguían. Y los que no, reprobaban y con el correr del tiempo o se iban de la escuela o con algo de ayuda terminaban por pasar. No era lo mejor, pero era conocido. 

“Nunca me gustaron las máquinas, creo en la lectura, en los libros” repetía como letanía en los pasillos de la escuela. Y cada vez que la repetía, sabía (muy en el fondo), que su causa por los libros hacía años que la había perdido…y no por lo digital, sino por sus propias prácticas pedagógicas. La verdad es que ella tampoco era una gran lectora, es más, no recordaba cual había sido el último libro entero que había leído. Sin embargo. era un apóstol del formato. Y de las letras bellas, de molde, de las planas. Esa repetición reiterada hasta que salgan todas las letras iguales. Tampoco era gran escritora, hasta le aburría escribir. Pero tenía una letra preciosa. 

Pensaba, ¿Qué horror introducir el Ipad? ¿Y en qué momento enseño el alfabeto? ¿Y cuándo las planas, con renglones grandes, medios y pequeños? ¿Y los grafismos, y…..? Muchos ¿Y?, todos racionales. Dentro de su razón

Fue a un congreso. ¡De locos! Un melenudo hablaba, otro hablaba más. Todos del cambio, la gente levanta el dedo en señal de adhesión. En los talleres te daban los libros, te hablaban de participación, de dignidad, de que el maestro se tiene que callar. Pensaba en su clase y miraba la nueva propuesta. Se vio en las antípodas.

Levantó la barrera, alta, muy alta. Criticó los libros, la comida, el camión, el coach, el melenudo y su secuaz, los videos y esa máquina infernal. Criticó a su directora que no la consultó y asoció en su crítica a algunas compañeras. Las más cansadas sobre todo. Tuvieron 8 horas de camión y entraron al congreso sin respiro otras 10 horas más. El cansancio enciende más rápido el enojo. 

Un grupo (unas 6 maestras)  pidieron hablar con la coordinadora. La coordinadora las calmó, pero se angustió. Y habló con la directora. La directora descubrió que tenía un problema. Reunió a su escuela y pidió ayuda. Un miembro de aquel Sistema la acompañó. La directora le pidió que le dijeran sus quejas.

“Es que en la página 33 el ejercicio c no es adecuado”. “Es que nuestro enfoque en sociales es absolutamente lo opuesto a lo que nos proponen”. “Es que me dijeron que la plataforma no anda” “Es que…” “Es que…”. La directora (hábil en su gestión y conocedora de sus maestros) escuchó sin interrumpir. Al final preguntó. “¿A nadie le gusta la propuesta de cambio? ¿Nadie siente que nos puede ayudar a que la escuela dé un paso al frente? Primero una, luego otra (muy tímidamente) manifestaron su entusiasmo, luego otra y otra. Pero todas tenían miedo, mucho. 

La directora dijo: “Entre todos y con ayuda de todos saldremos adelante”. “A mí me entusiasma de sobremanera la propuesta. No soy ciega a los errores, pero tampoco lo soy a los aciertos y a la infinita posibilidad que se nos abre hoy”. 

Matilde sintió que perdió la batalla, pero todavía había guerra por dar. Llegó el primer día. Dejó el material nuevo de lado y revisó sus viejas hojas de clase. Las siguió al pie de la letra la primera semana. Mientras daba sus clases de siempre escuchaba que los alumnos de las otras se reían, salían contentos de las mismas.

Pero avanzó en su hipótesis. Sé lo que doy, cómo lo doy y por qué lo doy. Se encerró más sobre sí misma. Las compañeras la querían y respetaban, pero ella empezó a percibir que pasaba de ser un referente a ser una reliquia. Se sintió incomoda. Pero no dejó que su incomodidad la incomodara tanto.

Hasta que pasó ese pequeño suceso que la marcó. Fue un día de tantos, luego de 15 días de clases tres alumnos de la primera fila, el lugar donde se sientan los mejores, le dijeron: “Maestra, ¿por qué nosotros no?”. “Mi hermano me contó lo que hacen ¿Y nosotros cuando empezamos?” dijo el segundo. El remate mortal lo dio el tercero: “¿Usted no se anima?”. 

Matilde era maestra de antes, pero nunca perjudicaría de forma consciente a los alumnos. Se sintió sin palabras. Por fin, ni una sola palabra llenó el lugar de la evidencia. No diría un solo significante vacío. De esos que llenaron el lugar de la duda, de la incertidumbre. Decidió hacer. Empezar como el primer día que dio su primera clase. Sin saber que pasaría, por fin saltó. Y vio que no era tan grave, quizás era hasta bueno. 

Ya pasaron dos años de esto. Ayer le entregaron la medalla por los años de servicio. Hubo flores y aplausos. Matilde entre lágrimas dijo: “Hace dos años que dejé de contar los días para llegar hasta acá. Y llegaron igual, pasó muy rápido. Volví a ser maestra. Aprendí que las maestras no sólo enseñan, también aprenden. Y que dejan de ser maestras en el momento que se niegan a aprender. Hasta siempre queridos alumnos. Les dejo el inmenso cariño de una alumna más”.

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Columna Fredy Vota wp

Era una tarde clara. El sol ya se iba, y el tráfico estaba infernal (¿cuando no lo está?). Decidí dejar el auto en el aparcadero privado. Tenía un cartel que decía a 50 metros: “Clínica”. Estacioné, me bajé del auto, fui a la cabina a pedir mi ticket. Detrás había un cuarto pequeño, con un sillón y una televisión.

Una niña de unos 3 o quizás 4 años se asomaba. Se veían juegos desplegados, muñecas. En ese instante la niña, ahora escondida detrás de la puerta, le dice al padre: “Sigo armando la casita, así cuando dejes de trabajar, me ayudas a ponerle el techo”.

El padre se río, yo también. Cómplice, me dice: “La cuido yo, porque la madre trabaja en casa de familia y no puede tenerla. Hoy pasa la noche acá y ya mañana a la mañana nos encontramos con la madre y salimos a pasear”.

Caminé los 50 metros hasta la clínica. Subí al tercer piso, habitación 305. Abrí la puerta. Clarita (15 años) en la cama mirando hacia la pared, la madre mirando por la ventana. Un silencio hiriente inundaba la pieza. Saludé con cortesía. El saludo rebotaba como un eco. Fue respondido por un balbuceo de la niña y otro, homónimo, de la madre.

Me senté junto a Clara, la miré y me miró. Me dijo con una mezcla de dulzura y compromiso. “Gracias por venir”. Y me quitó la mirada. Vergüenza quizás.

La madre sólo rompió la escena para decir. “Aprovecho que está usted para ir a comer algo”. Y salió, sin siquiera acercarse a su hija.

No quería volver sobre lo ocurrido. Clara seguramente temía eso. Para qué hablar sobre la evidencia. La marca del cuello que le dejó la soga siniestra hablaba sola. Le conté de los compañeros, anécdotas de la semana (en una escuela nunca faltan) y alguna historia con profesores. Vi que se reía. Dejó de mirar la pared, pasó a mirarme a mí.

En medio de la charla me dice: “Estoy muy avergonzada”. Decidí quedarme en silencio y sostenerla desde la mirada. Hubo una pausa y siguió: “Estaba desesperada, me sentí sola, sin sentido”. Hubo otros intentos, había dejado de comer, vomitaba, se lastimaba . “En casa nadie se daba cuenta de nada”.

Como flashes me vinieron a la memoria dos episodios con la madre. El primero, una pelea con la compañera cuando Clara estaba en 3er. grado. La mamá pretendía la expulsión de la contrincante. Lo decía sin decir, pero le daba vuelta la idea de que Ángeles no era de buena familia. El segundo fue en 6º grado. En esa oportunidad la madre arremetió contra la maestra de arte. Le había bajado el promedio. Estaba muy disgustada, todos 10 y un solo 8. “Nada menos que en ¡arte! ¿Para qué les sirve?” espetó con gran disgusto.

Me pregunto ahora ¿De qué hablamos en la escuela con los padres? ¿Qué son esos diálogos/discusiones que terminan con una niña internada con intento de suicidio?

En ese momento me vibra el celular. Miro un mensaje de Ángeles preguntando por su amiga. Le cuento a Clara y se sonríe. “Ayer me vino a ver. Me pone mal, poner a mis amigas tan mal. Pero no sé que me pasó”.

“A veces estas situaciones extremas nos hacen enfrentar dificultades sostenidas y asentadas en el tiempo. Seguramente será un punto de inflexión. Los tratamientos y la compañía de todos los que te queremos ayudará”. Fue la única frase armada que iba yo a decir.

La balsa de Medusa - Théodore GericaultMe miró con ternura y me dijo: “Me acordé del cuadro de la Barca de la Medusa que vimos en arte”.(Se refería al cuadro de Gericault que retrata la trágica historia de los sobrevivientes de un naufragio). “Todos estaban en la misma situación de desesperación. Algunos se dejaban morir, otros sostenían la bandera de la esperanza. Siento que pasé de una situación a otra. Quiero levantar esa bandera”.

“Y lo harás, Clara, ¡lo harás!” Contesté con seguridad.

Nos miramos. Ya no había más nada que decir. Habían pasado como dos horas. Entró su madre. El silencio hiriente volvió a inundar el cuarto. Las despedí.

Volví al estacionamiento. La niña miraba televisión y se reía junto a su padre, ya eran como las 10 de la noche. Los vi felices. Y entonces recordé un postulado de Winnicott. Hace falta una madre/padre suficientemente bueno, como para que un niño crezca sano.

Suficientemente, porque tiene que tener una contención real, la del cuidado que no asfixia pero que sostiene, aún en los peores momentos.

Suficientemente, porque tendrá errores, falencias, dificultades, pero éstas servirán para construir una vida mejor por sí mismos. Como mérito propio.

¿Cuál de los dos (la madre de la clínica o el padre del estacionamiento), cumplirá con la condición de llegar a la categoría de suficientemente?

Sostener a nuestros hijos, dejarlos desarrollarse, apoyar (pero de verdad, con tiempo, con espacio, con vida) en las situaciones difíciles y en los logros es indudablemente el camino. El resto es cartón pintado.

PDoberti Huffington Post

Bajo un título que nos recuerda a Ulises (no al de Joyce o Vasconcelos, sino al de Homero), Pablo Doberti,  en su columna del portal español El Huffington Post, formula algunas hipótesis sobre las condiciones que debe reunir una idea para que se propague exponencialmente en las redes sociales. Pasando por otras varias, las presunciones abarcan desde lo absurdo hasta las revelaciones insospechadas.

Por supuesto, Doberti no puede dejar de cuestionar cuál es la relación de esto con la escuela, algunas limitaciones en este terreno, y las consecuencias de participar o quedar fuera.

Quizá haya que decidir entre amarrarse al mástil o sucumbir a la seducción.

La columna puede leerse en: http://www.huffingtonpost.es/pablo-doberti/el-canto-de-las-redes_b_3975480.html

Columna Fredy Vota wp

Hay una mirada positivista que intenta encasillar todo a partir del “método”. La ciencia es la verdad, el resto queda afuera. La escuela es la institución que vulgarizó este enfoque.

Hay una primera dificultad: toda vulgarización es traicionera. Generalmente traiciona el quid de la cuestión. Lo hace intrascendente, le quita matices y lo transforma en pedestre.

Segunda dificultad: el paradigma científico está en jaque. Mostró su límite y más aún tratando de explicar lo humano.

La ciencia tomó nota de esto, la escuela no.

Es notable ver afirmaciones en nombre de la neurociencia, de la psicología, de las ciencias de la educación en general, descontextualizadas, mal aplicadas y finalmente nocivas a la hora de educar.

Si las Vulgatas son venenosas, la vulgarización de un paradigma en decadencia es letal.

Cuando preguntamos razones de las prácticas pedagógicas, aparecen explicaciones epistemológicas que no se condicen con las propuestas en sí. Hay una teoría expuesta y otra en uso. Frecuentemente opuesta.

Mucha vulgata dando vuelta,  mucho paradigma que merece ser cambiado.

Esto sería fácil, si el cambiar se leyera como una evolución natural y no como pérdida de la identidad.

Un científico (en cualquier disciplina) no tendría ningún inconveniente en cambiar sus postulados si la evidencia fuera contrastante con ellos. Volvería una y otra vez a rearmar sus conceptos, sus prácticas, sus rituales científicos.

Los que leen las divulgaciones no pueden. Creen que esas son verdades irrefutables. Y lo que nace como hipótesis verificable (hasta que se demuestre lo contrario), se transforma en dogma. En verdad irrenunciable.

El método es creado para entender la vida y no la vida puesta en función del método.

Esto último pasa, no pocas veces, en las escuelas. La evidencia de la cuestionabilidad del método, es dejada de lado, por la seguridad del dogma.

La vida siempre impone su verdad, el problema que a veces llega tarde y es mucho lo que perdimos en el camino. Tanto como los alumnos mismos.

¿Valdrá la pena?  ¿La vida por el método y la justificación espuria que sólo está puesta para quedarnos en el mismo lugar?

Creo que falta densidad existencial. Ésta destruye cualquier intento de encorsetar la vida. La de la escuela también.

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