Opinión UNOi - UNOi Internacional - Page 15
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 Pablo Doberti - PSurf 2

Esta semana, en la columna que publica los martes en pijamasurf.com, Pablo Doberti se detiene a reflexionar alrededor de los signos de puntuación, el debate sobre sus normas y su enseñanza y la importancia de su empleo, misma que el autor ubica más bien en el terreno del ‘para qué’.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/12/coma-punto-y-coma-o-mejor-punto/

Fredy Vota - En los caminos

“No es fácil, nunca lo es”, dijo el profeta. “Lo saben, pero preferirían no saberlo”, volvió a decirse, algo más triste. Finalmente se preguntó: “¿Por qué ahora soy apedreado por los mismos que antes me acompañaban? Sólo anuncié lo evidente, ¡cambiar es inexorable!”.

Este monólogo interior puede pertenecer a cualquier profeta, agente de cambio, revolucionario social, líder económico, innovador científico o docente que rompe con el status quo en alguna de sus formas.

Seguramente si has propuesto cambios alguna vez, de esos importantes, algo similar habrás sentido. Para tus superiores  te conviertes en una variable de riesgo, para los que dependen de ti, dejas de ser representativo. Tus amigos dejaron de serlo, se incomodan contigo. Hasta quizás has llegado a pensar que ya no te reconoces ni a ti mismo.

Cuando esto ocurre, ten la certeza de que has empezado a trasformar las cosas. No hay transformación sin mutación y esta se da, a veces, con dolor. El dolor del que quiere quedarse en el lugar hasta que la muerte lo sorprenda, el dolor del que se aparta de ti y te juzga, sólo porque emprendes lo que estás seguro, es tu camino; el dolor cuando añoras lo que fue, y no alcanzas a ver lo que viene.

Alguien dijo alguna vez, “Cuando pongas la mano en el arado, no mires para atrás”.  Y así es. Cuando emprendemos la búsqueda profunda de cambiar el paradigma que nos mantuvo en el letargo, nada nos debe quitar la vista de lo que está por delante, porque aunque regreses, ya no será igual.

En ocasiones, me ha ocurrido ver a maestros y directores que una vez iniciado su proceso de transformación pedagógica, buscan una salida de escape. Ésta siempre se ubica en algún lugar o persona del pasado, que a lo lejos, se vislumbra como la tierra prometida perdida. Elevan hasta los altares a los docentes de antaño y a las viejas prácticas, porque conservan en algún recóndito lugar, la idea falaz, de que hubiese sido mejor quedarse detenido antes que haber avanzado.

Son cantos de sirenas infames. Sirenas necias, que aunque se justifiquen intelectualmente, esconden la maldad de quién está hundido en el fango y quiere enlodar a todos, con el mismo barro de su pérdida de sentido existencial. El pasado glorioso se presenta como una excusa para truncar el camino de salida posible. ¿Seguirlas? ¡Qué error de cálculo!, ¡Que trampa mortal!

El que vuelve, no encuentra lo que dejó, encuentra despojos de lo que quedó.

El tango “Nada”, que siempre escucho con nostalgia (para eso son los tangos), retrata la búsqueda sin sentido de ese pasado que ya nunca volverá. Es la salida de escape del amante que busca la amada que no fue, ni será…

Nada, nada queda en tu casa natal…
Sólo telarañas que teje el yuyal.
……
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún…
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?
 
… Ya me alejo de tu casa
y me voy ya ni sé donde…
Sin querer te digo adiós
y hasta el eco de tu voz
de la nada me responde…..

Me conmueve esa imagen de volver y encontrar que el camino que se emprendió es irreversible, y que esa idea que uno imaginó, ya no existe. Es muy probable que en realidad nunca haya habido posibilidades de concretar ese amor. Es sólo una quimera. Quimeras que nos alejan de la posibilidad concreta y real de construir espacios dignos en nuestras vidas.

Creo, como dice Leibniz, que los hechos ocurridos siempre son la mejor combinación entre los hechos posibles. La valentía de seguir, es enemiga de la cobardía del que se queda petrificado en algún remoto pasado.

Cambiar fue bueno, seguir cambiando será mejor. Al menos para mí.

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Pablo Doberti - PSurf 2

El conocimiento no es tal si no existe el “para qué”. Este es reclamo que parece expresar en esta ocasión Pablo Doberti a la escuela, a la que –en su columna de este martes en pijamasurf.com–, ubica fuera de su centro natural que no debería ser otro que el de dar sentido a la vida de sus alumnos, a partir del proceso de aprendizaje mismo.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/11/el-inversor-aquel-eje-perdido/

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Fredy Vota - En los caminos

El error es el lugar del equívoco. De lo que no corresponde o es disonante.

Sólo mirar el error y acentuarlo muestra una concepción de la vida escasa. Es esa tendencia a buscar la equivocación, para sentirse poderosos o mejor que los otros.

Si hay escasez de miradas, de paradigmas, de concepciones, es fácil encontrar el error. Alguien se posicionará en el lugar de la verdad y mirará a los que yerran como herejes. Claro que en el siglo XXI, no los llamarán así, pero sutilmente (y a veces no tanto) los verá así, y probablemente, los tratará así.

En el mundo de la abundancia, hay espacios para los matices, para repensar desde otras miradas, para errar y volver a empezar sin miedos.

¿Cuál es lugar del error en la escuela? Las varas de los docentes a veces son cortas. La equivocación es punible, con rojo, con mala nota, con castigo, con reto, con reprobados. El error pocas veces es oportunidad de mejora. En el juego escolar el que se equivoca ¡pierde!.

Es que en el mundo de la escasez no hay otras oportunidades. Es más, a veces, no hay ninguna.

También es cierto que la vara corta del docente aplica más a los alumnos que así mismos.

Recuerdo tantos errores en mi carrera docente, ¡tantos!  Cantidad de dogmas pedagógicos que hoy me parecen nimios, tantas prácticas inútiles, tantas notas no tan justas, tantas contestaciones no del todo apropiadas (También tuve aciertos, unos cuantos, lo digo sin ninguna modestia).

Pero la escuela fue abundante conmigo y aprendí. Hoy soy mil veces mejor maestro que hace 10 años y hace 10 años era mejor que hace 20.  Aprendí. Por los errores vino la sabiduría del aprendizaje.

¿Y por qué los alumnos en el error reprueban, se llevan materias, se los castiga, repiten el año, en ocasiones deben dejar la escuela?

Propongo la pedagogía del banquete, del lugar de la abundancia y de los manjares eternos. Platón simboliza el amor como un gran banquete abundante, la escuela debería ser así.

En la vida siempre se aprende cuando se asumen los errores. Es tiempo de aprender de los fallos, vivirlos como oportunidades no como castigos. Enseñar a superarlos y a volver a hacer las cosas bien.

No digo que no deben ser marcados, focalizados y superados. Digo que no son eternos, ni lacerantes, ni irrevocables, ni tan solemnes. Digo que en el camino de la vida siempre se aprende, más aún cuando hay un docente que acompaña, sin anular, el germen que intenta crecer.

Y en cada uno de nosotros, ¿Qué lugar ocupa el error?

La mesa del banquete nos espera, no sea cosa que queramos seguir comiendo migajas.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Contra las listas, taxonomías, clasificaciones y definiciones que la escuela emplea como método didáctico, la emprende Pablo Doberti en su columna de los martes en pijamasurf.com. El autor descarta que sea necesario clasificar para aprender y afirma que sería más interesante que se nos enseñara el proceso de la clasificación en lugar de darnos todo ya clasificado.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/11/el-inversor-la-escuela-paranoica/

 Fredy Vota - En los caminos

Estamos a un poco más de un mes de cerrar un año. Un buen ejercicio en este tiempo que nos queda es evaluar y comenzar a construir algún sueño para el próximo. Un sueño es ese proyecto que hoy no está presente, pero que ordena las acciones que realizamos en dirección a lo que puede estar en un futuro.

Evaluar es ponderar lo hecho ¿Se hizo todo bien? ¿Se hizo todo mal? A veces las evaluaciones apuntan a estos dos extremos. Una cosa bien hecha se transforma en éxito total, una cosa mal hecha es leída como un fracaso estrepitoso. En el medio, queda la posibilidad de alcanzar algunas metas; la posibilidad de hacerlo mejor.

Las instituciones (también las personas), se transforman en miopes, no por dificultad en la mirada, sino por miedo a la reacción de los otros frente a los errores. En las escuelas (y en nuestra vida) debemos ser valientes y decirnos. “Sabemos que hemos hecho cosas muy bien y que otras hay que mejorar”.

También sabemos que hemos puesto todo el corazón. No el corazón gélido de los que se alimentan de errores ajenos. Hemos puesto la pasión constante de buscar la excelencia, de pelear por ella y de alcanzar algo de ella.

Y aquí nos encontramos, evaluando otro año.

La escuela tiene que ser un espacio de convivencia humana, donde lo humano se juega en cada acto. Y en ese juego hay aciertos y desaciertos. Eso es ser adulto, eso es ser padre, director, docente, alumno.

Queremos hacer de nuestra escuela un espacio donde podamos preguntar a cada uno y preguntarnos a nosotros mismos: ¿Que podemos mejorar? Frente a esta pregunta a veces se simula. Se simula porque todos evitamos la responsabilidad del error. La escuela castiga el error en los alumnos y los padres los errores de la escuela.

Por no reconocer los errores preferimos traducir la vida en forma de queja. La queja es la expresión de disconformidad donde el que demanda, cree que la culpa de lo que ocurre, está fuera de él. No lo involucra. En la queja, son todos culpables menos yo. Pero el quejoso es incapaz de provocar alguna acción productiva. Porque es irresponsable, decidió entregar la posibilidad de transformación a los otros, sólo para salvarse de la culpa.

 Es momento de decir las cosas como son, en la escuela somos todos responsables de lo que ocurre. Cada uno desde el lugar que le toca.

La escuela es el espacio donde crecen nuestros hijos, están nuestros amigos y transcurren nuestras vidas. Es el lugar donde los docentes se desarrollan profesionalmente, donde despliegan su vocación. Es nuestra y si hablamos de ella, hablamos de nosotros.

Les proponemos que al cerrar este ciclo lectivo tengamos un sueño,  Un simple sueño. Dar a la escuela lo mejor de nosotros mismos. Confiar en nuestras posibilidades y en nuestra capacidad de construir espacios más humanos. Todos los adultos deberíamos jugarnos tras este ideal. Que sea el lugar que nuestros alumnos se merecen. El lugar donde aprenden, son felices y se forman para la vida. Que deje de ser el campo de batalla donde las culpan impactan en los actores involucrados, pero nadie toma acciones de responsabilidad para mejorar las situaciones.

Hace algunos años Alguien tuvo un sueño, mucho más difícil de lograr. En una sociedad zanjada por la discriminación entre negros y blancos, imaginó un mundo más igualitario (parecía una quimera mucho más difícil que la que les propongo hoy). Y lo logró.

Nuestro modesto sueño, será también una realidad. Si cada miembro de la comunidad se olvida de sí y sueña con hacer lo que le toca, desplegando todo su potencial, no hay posibilidad que el espacio humano que construya no se convierta en el mejor de los espacios posibles.

El sueño será tan real, como la capacidad de hacerse responsable, y de tomar acción en consecuencia, que tenga cada uno de los involucrados.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Esta semana en su columna de pijamasurf.com Pablo Doberti traslada a la escuela una elaboración en torno a la creación y la traducción partiendo de una idea de Borges. De su texto se desprende que la creación de la institución educativa es demasiado añeja y sus sucesivas traducciones no terminan de mejorar el original. Doberti afirma que a la escuela hay que reescribirla, crearla de nuevo sin la seguridad de quien traduce algo hecho. La experiencia vendrá después.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/11/el-inversor-con-la-experiencia-por-delante/

Fredy Vota - En los caminos

En silencio bajé la escalera. Fui a la dirección. Golpeé la puerta. Sentí que no sentía nada. Aquella mujer alta abrió la puerta. No se sorprendió. «López, ¿qué lo trae por acá?». «Me manda la profesora de lengua», dije. «Siéntese… Supe que venía un largo sermón, y con la primera frase mi cabeza volaría a otra dimensión. No confiaba en palabras, escuché muchas. ¡Todos hablan mucho! No le creí a la directora. No le creo a los adultos en general. Mi mamá también me habla, pero luego nunca está. Mi viejo ni me habla, pero tampoco está. No sé si le importo a alguien, la verdad es que no sé si me importo. No sé porque actúo como actúo. No sé si quiero otra cosa. Quizás lo mejor sea caer un poco, irme de acá. Quizás no haya ningún quizás. La escuela… ¿qué es eso? Nada me importa, casi nada.

Fui un poco más contento al colegio, raro, pero ocurrió. Hice un trabajo para literatura que me impactó. Debo confesarlo, a pesar de mis pronósticos, me gustó. El guardián entre el centeno. Esa caída a la nada, me dio vértigo. Sentí que podía sentir cosas semejantes. La profesora nos habló del autor y la generación de posguerra de escritores norteamericanos. Nos leyó otro cuento de Salinger, sobre el pez banana, o algo así. Discutimos entre todos. Cada uno pensaba cosas distintas. A mí me gustó esa locura del autor, ese juego que no lleva a ningún lado. Sentí que lo podía sentir. Me dio escalofríos cuando se acerca a esa nena… Me gustó leer y que me guste. Me hizo bien. Entendí cosas, no sé bien cuáles ni cuántas, pero acomodé algunas ideas. O no, pero algo pasó ahí. La discusión me develó a mis compañeros. Pensé: “Mirá, Pedro detrás de esos anteojitos lo que es capaz de pensar. ¡Bien!”.

Nos sentamos uno atrás del otro, en fila. Sin compañeros  a los costados para no copiarnos. Había estudiado, siempre en matemática parece poco, porque si aparece un ejercicio con alguna trampa, podés caer. Igual tampoco me maté, pero algo había estudiado. Me sentí nervioso, bastante. Repartió las hojas. Cuatro ejercicios. Uno era fácil, 2 más o menos, el último era lo más complicado que vi. Saqué cuentas: tengo que hacer los 3 primeros perfectos para aprobar. Ejercicio 1. Terminé. Me dio un número raro, no puede ser me dije. Volví, volví y volví, una y otra vez. “No me doy cuenta donde está la falla” me dije. “Tengo que hacer los tres primeros perfectos para aprobar”; esa idea me taladraba la cabeza. Justo cuando empecé la cuarta vez a rehacerlo tocó el timbre y la voz de “Entreguen” sepultó mi esperanza.

Escenas de la vida escolar donde se cuelan viejos dolores, nuevas amarras, vidas… ¿Qué sentido tienen? ¿Para qué están puestas ahí esas prácticas ancestrales? La profesora, la dirección y su director/a, el diálogo vacío, la literatura, la evaluación, la nota, los retos, las charlas, la carpeta, las matemáticas. ¡Y cuántas cosas más! ¿Qué función cumplen? Creo que es momento de preguntarnos en profundidad, dejando de lado las respuestas rápidas y cerradas. ¡La educación no es un multiple choice! Los de marketing no lo entienden, ni tienen porqué. Los docentes tampoco y sí deberían. Es momento de meter la cabeza y desentrañar la racionalidad que trae la realidad, tal como viene, no como imaginamos o quisiéramos que venga.

Quizás…  es hora de repensar algunos ritos sin excusas. Y sin excusas hacer los cambios necesarios.

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Pablo Doberti - PSurf 2

Esta semana, en la columna que publica en pijamasurf.com, Pablo Doberti discurre alrededor de ‘el hacer’, de esa competencia que la escuela se supone debería promover y que muchas veces obstaculiza con sus métodos y prácticas repetidas una y otra vez a lo largo de la historia.

¿Qué hacer para hacer? parece preguntar Doberti y fundamenta en el estímulo la respuesta .

Para cerrar, como botón de muestra, Pablo propone un ejercicio interesante que quizá algunas escuelas quieran poner en práctica.

El artículo puede leerse en: http://pijamasurf.com/2013/11/el-inversor-esa-capacidad-de-hacer-cosas/

Columna Fredy Vota wp 

Los valores y la pedagogía UNOi

Es casi unánime el consenso sobre la necesidad de educar en valores. Una educación sin valores sería un mero proceso de transmisión de información y no un proceso formativo. Formar integralmente implica transmitir valores, conocimientos y competencias. Aquí no hay divergencias.

La mayor dificultad está en pasar del enunciado a la efectividad. En este tránsito, las mejores intenciones generalmente hacen aguas. Hay enunciados grandilocuentes y prácticas exiguas. La pedagogía debe desde su matriz transmitir los valores que se pregonan. Más que decir, hay que hacer y favorecer espacios donde vivenciar los valores que se creen.

Este proceso siempre es imperfecto, porque imperfecto es el ser humano. Por esto es un proceso continuo, nunca acabado.

Mirado desde este lugar, la educación en valores es un planteo que involucra a todos. Alumnos, padres y docentes. Toda la comunidad educativa debe practicar aquellos valores que se proponen.

 UNO tiene cinco valores principales:

 La Dignidad: Como el espacio donde se despliega la profundidad de lo humano. Cada persona es digna de ser escuchada, es sujeto de derechos y obligaciones.

La Participación es la plataforma donde se despliega esta dignidad. Para que una persona actualice su valor como sujeto, debe construirse a través de su participación en un colectivo. Pasar de ser espectador a actor.

La pedagogía UNOi a través de la interacción constructiva propone un momento de revalorización de los sujetos, de sus pensamientos y sentimientos (Momento individual), y otro momento donde participan y construyen el colectivo. (Momento grupal)

El Respeto a la Diversidad, es el reconocimiento de que cada participación individual necesita dar cabida a otros, que el conjunto construye un espacio social superador.

Por ello, a la diversidad se sigue el consenso, la capacidad de ponerse en lugar del otro y actuar en función de las necesidades del conjunto.

A esto llamamos solidaridad, que es construir colectivamente aún en la diferencia, siendo empáticos y responsabilizándonos de lo que ocurre a nuestro alrededor. (Momento de la puesta en común)

El itinerario sería: La presentación individual (dignidad) se construye una respuesta conjunta (participación y respeto a la diversidad), que se plasma en un producto colectivo (solidaridad). La propuesta didáctica va de lo individual a lo colectivo.

El último valor que propone UNO es  la capacidad de interactuar con el entorno de manera armónica, por ello, el último valor propuesto es la sustentabilidad o continuidad con la naturaleza.

Sería la contracara de la dignidad individual. Propone el respeto a lo dado, a la naturaleza puesta al servicio del hombre, no para su destrucción, sino para su uso responsable. Esta manera de disponer de ella, se traduce en actitudes sustentables, tanto individuales como colectivas.

UNOi propone trabajar con este eje desde kínder hasta secundaria, para que el mundo se transforme, a partir de nuestras acciones, en un mundo más habitable. Este recorrido axiológico, nos permite, no sólo enunciar grandes ideas, sino construir una plataforma didáctica, capaz de permear la vida de los alumnos.

Estamos seguros que los niños y jóvenes, muy a menudo, no escuchan lo que decimos, pero siempre miran lo que hacemos y recuerdan de manera indeleble lo que experimentaron.

Los valores no son enunciados, son prácticas cotidianas.