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Necesito ayuda

La segunda ponencia de este domingo en Florianópolis estuvo a cargo de Pablo Doberti, director de UNO Internacional, quien habló de cómo está conformada la arquitectura del proyecto desde la perspectiva de productos y servicios diseñados para hacer una mejor gestión de la escuela.

Partiendo desde el papel, para pasar luego al libro didáctico e incorporar recursos en procesos que se desarrollan para alcanzar un objetivo general con las mejores propuestas de la comunidad educativa internacional para crear una solución completa e integral para las escuelas del siglo XXI.

Doberti describió los tres procesos que, dentro de la arquitectura de UNO Internacional, se manejan tanto para el programa en portugués SE, como para el programa en inglés BE:

1. Formación. Comprende tres espacios, para capacitar e involucrar a la personas en el proyecto en términos de pertenencia, instrumentales y de sentido, donde profesores, directores y padres de familia participan en un proceso sistemático.

2) Evaluación. Con empresas internacionalmente reconocidas en la materia como son: Lexium, Avalía y Cambridge ESOL, se trabaja sobre los resultados para hacer una estrategia y responder a los indicadores de las evaluaciones.

3) Digitalización. Donde se subraya el uso de la tecnología como una herramienta más para apoyar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

El director de UNO Internacional hizo énfasis en que el programa SE es diferente en cada país, adaptado al contexto curricular oficial de cada uno. Pare el caso de Brasil, todos los contenidos son 100% brasileños, desarrollados por autores de esa nación.

Paulo Ronca

El primer grupo de ponencias de este domingo en el Congreso Educativo de Florianópolis, Brasil, recogió la opinión de tres personalidades con amplia experiencia en el tema de la educación y sus perspectivas: el Dr. Luis Ernesto Derbez, rector de la Universidad de Las Américas Puebla, en México;  Eugenio Cordaro, director de Corus Consultores Asociados; y Paulo Ronca, doctor en sicología de la educación.

El doctor Derbez destacó tres puntos en el rumbo de la educación en América Latina y en el mundo: primero, cómo utilizar nuestros recursos; en segundo término, cuál es el contenido que debemos estar modernizando y, por último, cómo debemos manejar los procesos en las instituciones. En cuanto a la administración financiera dijo que, para que el conocimiento fluya, una buena parte de los recursos se invierte en tecnología, Señaló que ahora hay que obtener, procesar, entender y ajustar el conocimiento, lo cual denominó: aprender a aprender. Proceso en el que es importante discriminar la información que no cotribuye a la resolución de problemas.

En su oportunidad, Eugenio Cordaro hizo énfasis en que los maestros se vuelvan coordinadores u orientadores de información, conectando al niño con el mundo desde pequeño, para despertar el deseo de la investigación. Dijo también que hay que trabajar en aspectos de socialización y de habilidades de comunicación para brindarles una mejor oportunidad en un mundo donde hay una vacante por cada mil aspirantes. Se pronunció porque el ritmo de trabajo esté dado por los alumnos, pues se aburren cuando las cosas transcurren con lentitud en el aula. Esto redundaría, entre otras cosas, en una menor indisciplina.

Paulo Ronca cautivó al auditorio con la lectura de tres cartas de estudiantes dirigidas a los adultos. María de 4 años, Cristina de 14 y Fernandito de 17, evidenciaron en sus misivas la falta de correspondencia de la enseñanza en sus diferentes grados escolares con la visión, las necesidades, orientación y aspiraciones de los tres educandos. La segunda carta la firmaba María de las tres D, a quién así llamaban en función de su dislexia, déficit de atención y depresión. El mensaje final fue un llamado a los adultos que dicen que algo bueno pasa con la educación a reconocer que no es así y que son ellos, los adultos quienes tienen que hacer algo al respecto.

Priscila Cruz en El Congreso Educativo Florianópolis 2012

La ponencia de apretura abordó tres visiones sobre el estado actual de la educación en Brasil, a cargo de distinguidos especialistas.

En primer término, Priscila Cruz, directora de la plataforma social de cambio educativo en Brasil,  habló de la responsabilidad del estado y la familia y presentó datos duros sobre los resultados obtenidos en las pruebas internacionales y los factores que han llevado al éxito a los países que encabezan la lista en dichas pruebas: voluntad política, proyecto claro, excelencia en la gestión y apreciación por parte de la sociedad. Señaló también metas específicas por alcanzar antes de septiembre de 2022 en Brasil, para impulsar la enseñanza a niveles más elevados. Entre otras, estas metas incluyen la cobertura total de 5 a 17 años, la alfabetización temprana y la eficiencia terminal.

María del Carmen Chude

Maricarmen Chude, consultora en educación, dirige el programa Ciencia Hoy en Apoyo a la Educación (PCHAE por sus siglas en portugués), en el que desde 2001 participan más de 11 mil profesores y 410 mil alumnos, promoviendo un cambio en el aprendizaje con una tecnología social innovadora mediante la alfabetización científica. El proyecto incluye la capacitación al docente, en donde el profesor es considerado un agente transformador de la educación, con alumnos más participativos y motivados hacia la investigación. Dijo que los niños del nuevo milenio son distintos a los de antes: interactúan, se comunican, aprenden y se divierten de manera diferente a lo que sucedía en el siglo pasado.

Walmir Cardoso

Walmir Cardoso, profesor experimentado y especialista en educación habló de la necesidad de aprender a enseñar de manera informal, estableciendo conexiones entre temas y asuntos diferentes. Dijo que las preguntas son más importantes que las respuestas y las dudas lo son más que las certezas. Es mejor, dijo, una duda esclarecedora que una certeza ignorante. Citando a Gandhi dijo que “Hay que ser uno mismo el cambio que el mundo espera”. Y para cerrar su participación con una frase esperanzadora dijo. “Tengo añoranza del futuro”.

 

Arnaldo Esté

     Las conclusiones de estas visiones estuvieron a cargo de Arnaldo Esté, director pedagógico de UNO Internacional, quien señaló la necesidad de cambiar la educación tradicional, la cual está agotada al no existir una relación entre el esfuerzo invertido y los resultados. Subrayó la violencia que implica obligar a un niño a permanecer callado durante 5 horas e invitó a permitirles poner en el papel sus estados interiores en vez de hacer planas y a modificar la relación de poder en el aula, hasta hoy centrado en el maestro.

 

En punto de las 14:30 de este sábado, dio inicio en Florianópolis Brasil, el congreso de UNO Internacional en el que se ofrecerá a cerca de 800 directores y dueños de más de 500 escuelas de muy diferentes regiones de Brasil una visión completa de esta propuesta educativa.

La apertura del evento a cargo de Leonardo Kourchenko, UNO quién acompañado por la reconocida periodista brasileña Christine Pelajo dieron la bienvenida a los educadores brasileños. Previo al inicio, Chritine leyó el texto «Hora de ángeles» de Pablo Doberti, que hace establece un símil entre estas criaturas celestiales y los educadores que el mundo necesita hoy.

El evento se conduce alternadamente en portugués y en español y todos los asistentes cuentan con traducción simultánea a través de dispositivos con audífonos.

A partir de este momento y hasta las 8 de la noche, hora local (GMT+5) las sesiones de este evento se podrán seguir en vivo a través de la transmisión de la página: http://www.nosvemosemflorianopolis.com/br/florianopolis/inicio.html

Foto: © mediterranean/depositphotos.comA través de su página Web, Sistema UNO Internacional transmitirá en vivo el Congreso Educativo a celebrarse del 23 al 25 de junio próximos en Florianópolis, en el estado de Santa Catarina, al sureste de Brasil.

En un evento al que se estima acudirán cerca de mil educadores brasileños para conocer esta innovadora propuesta, un calificado grupo de ponentes internacionales expondrá la plataforma educativa digital de UNO Internacional que está cambiando los paradigmas en la enseñanza.

Mediante un esfuerzo de la Dirección de Procesos Digitales, las sesiones podrán verse a través de www.sistemauno.com y en www.nosvemosemflorianopolis.com de acuerdo a las siguientes fechas y horarios:

            Sábado 23          2 pm a 8 pm       Brasil y Argentina
                                    12 pm a 6 pm       México (Centro), Colombia y Ecuador
                                   11 pm a 5 pm        El Salvador y Guatemala
                                     7 pm a 1 am del día 24      Madrid, GMT
 
Domingo 24         8 am a 8 pm       Brasil y Argentina
                          6 am a 6 pm       México (Centro), Colombia y Ecuador
                          5 am a 5 pm       El Salvador y Guatemala
                          1 pm a 1 am del día 25       Madrid, GMT
 
No te pierdas la oportunidad de seguir paso a paso este acontecimiento que tendrás a un clic de distancia.

Con estas palabras arrancó Freddy Vota su exposición: Cambio ¿por qué y para qué? en la sesión plenaria de este martes en el Congreso Ecuador 2012.

El Director Internacional de Formación de Sistema UNO hizo un recorrido por la situación educativa en América Latina y las pruebas que la evalúan. “Debemos recuperar el retraso educativo de la última mitad del siglo 20” dijo y –para ello- dijo, se requiere del cambio.

Freddy Vota explicó que la realidad que viven los niños en las aulas es lo opuesto a lo que viven en la vida en casa y que el reto es educarlos para enfrentar los desafíos del s.XXI. “Hay países donde se les han dado computadoras a los alumnos, pero no prepararon a los maestros y no implementaron un programa y –entonces- las computadoras se convirtieron en un problema en el aula”.  “No podemos encerrar la tecnología en el salón de computación cuando es una herramienta que es parte fundamental de su vida”, agregó.

Por ello, Sistema UNO, no solamente dota de iPads a los colegios, sino que les da un programa estructural e integral con fundamentos pedagógico que son el éxito de este proyecto.

“Los países que salen primero en las pruebas PISA son los que aplican el constructivismo”. Y esta es una de las bases de Sistema Uno, permitir que el niño tome protagonismo en el aula y sea capaz de construir su propio conocimiento.

UNESCO, aliado fundamental de Sistema UNO, coincide con los resultados del informe del BID acerca de cómo implementar la calidad educativa en la región, con pasos tan categóricos como una oferta integrada, basar el aprendizaje en el desarrollo de competencias y la implementación de la tecnología.

“Formar es cambiar” dijo Freddy Vota, “¿Por qué no cambiamos nuestra forma de enseñar?”.

“El cambio dijo para terminar– no es de afuera hacia adentro. Se requiere de personas y compromisos reales, y para ellos es fundamental la compañía, caminar juntos”.

Freddy invitó a la audiencia a hacer una reflexión personal: “Qué significa cambiar para mi” y planteó un reto antes de despedirse: “Debemos superar nuestras propias expectativas”.

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Para ver el video que presentó Freddy Vota en su presentación, haz click en: http://www.youtube.com/watch?v=FAe_bZGqU1g

Con música y entusiasmo inició la segunda jornada de capacitación Ecuador 2012, a la que llegaron más de 250 docentes de tres colegios en Guayaquil.

En el salón de eventos del Instituto Particular Abdón Calderón, Patricia Zorrilla –Directora Académica de Sistema UNO– compartió con directivos, coordinadores y maestros de los colegios con Sistema UNO su experiencia en la implementación de Sistema UNO en las 250 escuelas fundadoras en México.

Aseguró que con Sistema UNO, las aulas cambian. “Entreguen la estafeta a los alumnos”, dijo y agregó que los contenidos importan, pero solo como medio para que los alumnos desarrollen sus habilidades.

Su experiencia al frente de un proyecto de cambio educativo le ha dado lecciones que compartió con los maestros. Aseguró que los maestros deben impulsar a los alumnos, para que sepan que pueden –y que deben– ir más allá: saber qué hacer con lo que aprenden.

“No queremos formar niños que estén esperando que les digan qué hacer y cómo hacerlo, los niños deben indagar y tener el protagonismo en el aula”, dijo.

Aseguró que un alumno en un aula de Sistema UNO vive una dinámica diferente, porque investiga, comparte, discute, cuestiona y automáticamente, cambia la dinámica del aula.

Patricia Zorrila ofreció su ayuda y la de sus coaches durante la etapa de implementación, que reconoció como una tarea pesada, e invitó a docentes y directivos a enfrentarla con el mismo ánimo con el que se sumaron a esta iniciativa.

“Si queremos mejores ciudadanos y un mejor país, tenemos que cambiar la manera de educar en los colegios, con Sistema UNO, lo van a tener que hacer”, concluyó.

Este lunes, luego de la inauguración del congreso de capacitación Educación XXUNO en Guayaquil, Ecuador, la ponencia del día: Nuevos enfoques para Maestros en el siglo XXI, estuvo a cargo de Elaine Gallagher, Directora Internacional de Relaciones Académicas de Sistema UNO, quién –una vez más– capturó con su personalidad  la atención del auditorio.

Elaine se refirió a la enseñanza del idioma inglés, sus mitos y realidades. Dijo que una parte natural del aprendizaje consiste en equivocarse, pero que el énfasis no debe ponerse en los errores sino en la fluidez al hablar. Subrayó también la importancia de que la clase se imparta en su totalidad en la lengua que se está enseñando. Se permite, dijo, apoyar al alumno mediante, gestos, imágenes u otras frases pero nunca traducir.

La exposición fluyó como una amena charla en la que el carisma de Elaine y su abrumadora experiencia en materia de educación le merecieron, al final de la misma, una gran ovación por parte de los presentes.

Foto: © Rene Grycner/depositphotos.com

Del 26 al 28 de marzo, más de 260 maestros ecuatorianos se reúnen en Guayaquil, para acudir a una serie de talleres y capacitación impartidos por un experimentado equipo internacional,  para dar el siguiente paso e iniciar la educación en un ambiente digital con Sistema UNO®.

Sistema UNO® es un proyecto educativo de Grupo Santillana que propone una total modernización de la escuela, al diseñar y articular contenidos académicos curriculares en lenguaje digital para todos los grados de primaria. Esto quiere decir que el 100 por ciento de las asignaturas en español e inglés incluye materiales digitales diseñados especialmente para su trabajo en aula.

La puesta en marcha en Ecuador inicia operaciones en tres centros educativos con 2 mil 600 alumnos de preescolar y primaria y supone la instalación de 94 aulas digitales con las que Sistema UNO®  ha dotado a los colegios y el uso –por primera vez en Ecuador- de más de mil iPads en manos de maestros y alumnos.

Con ello, Sistema UNO® propone el camino hacia el aula el futuro: un salón de clases interconectado con la realidad, que diseña e implementa contenidos a partir de lo que sucede en el mundo y lo interrelaciona con las materias y objetivos académicos.

A diferencia de tantos otros programas públicos y privados en los que la dotación digital se hace de una manera aislada y descontextualizada de la realidad del aula, Sistema UNO® integra este proceso dentro de un proyecto global de cambio educativo. La digitalización escolar es un proceso más, cuyo impacto real sería mínimo, sin un sistema que incluye también la formación de toda la comunidad educativa, el seguimiento y la evaluación de su desarrollo, la dotación de materiales adecuados y la gestión de proyecto de cambio a corto, mediano y largo plazo.

Este paso significa colocar a escuelas y docentes de Ecuador, a la vanguardia del cambio educativo. Representa dotar a maestros y directivos de sistemas integrales para el diseño de contenidos, de elaboración de aplicaciones e instrumentos de evaluación acordes con las habilidades y competencias de los alumnos.

Santillana ha lanzado Sistema UNO® en Iberoamérica donde una comunidad de 80 mil alumnos de México, Guatemala, Colombia, Argentina, Ecuador y Brasil, son parte del gran movimiento de cambio educativo.

 

Como cualquier reseña que hayamos escrito sobre la extraordinaria charla que nos brindó Leonardo Patrón en Punta Cana, se queda necesariamente corta para describir la profundidad y calidad con que abordó una gran variedad de aspectos en su exposición, reproducimos aquí, gracias a la gentileza de Leonardo, el texto completo de la misma.

La fiesta del conocimiento

            Debo iniciar estas palabras con dos aclaratorias y una advertencia. La primera quizás sea una decepción para ustedes. No soy precisamente un especialista en el tema familia-escuela. Mi trabajo de campo se remite a diez años explorando el laberíntico oficio de la paternidad. Tengo dos hijos, morochos, varón y hembra para más señas, que cursan actualmente el 4to grado de educación básica o primaria. Eso es todo. Quizás esto haga que mi testimonio tenga mucho de empírico, sí, pero también bastante de genuino.

La segunda aclaratoria es que vengo con más preguntas que respuestas. Siempre hemos supuesto que la infancia es el territorio de las preguntas. Crecer, entonces, debería ser una lluvia, lenta, sistemática y abundante, de respuestas. Pero lo más inquietante es que seguimos haciéndonos preguntas. Todos, ustedes también. Este mismo evento es, en el fondo, un inventario de preguntas, una búsqueda de respuestas.

A veces no dejo de preguntarme en ciertas tardes, sentado ante el milagro del mundo, ¿yo aprendí lo que necesitaba aprender? Con mi equipaje de información colegio y universidad? ¿he logrado entender la gloria y complejidad de la vida? Esos días en que aprendí números y ecuaciones, fechas y conjugaciones, ¿me colocaron realmente en el camino para entender el concierto y desconcierto de religiones, sistemas políticos, creencias, oscuridades, maravillas y miserias que es eso que llamamos civilización? ¿La escuela logró poner en mi mochila de vida herramientas como tolerancia, humildad, sed de conocimiento y sensibilidad? ¿Conozco las relaciones de los elementos: el por qué del desierto, del azul o de los grillos? ¿Soy capaz de alimentarme con mis propias manos? ¿Podría yo originar el misterio de una manzana perfecta? Sí, lo sé, en la mayoría de los temas esenciales siempre seremos alumnos. Y esa quizás sea una bendición.

Me gusta pensar que toda primavera es un compromiso, y todo conocimiento una fiesta. La fiesta del conocimiento. Así me place definirla. Y aquí comenzamos a entrar en terrenos espinosos. Una de las grandes angustias de los países en desarrollo es el nivel de la educación. Parece ser siempre una palabra en emergencia. Una prioridad que se tambalea. Una cifra frágil. Un tema por resolver. Ya sabemos que en nuestros países los precarios niveles educativos desembocan en una epidemia de pobreza, violencia, exclusión y marginalidad. Allí en las grandes barriadas latinoamericanas, en el hombre precario o desasistido, en el animal urbano de a pie, en las provincias remotas, en el desdentado, en el humildísimo ser de nuestras geografías, está representada la crisis profunda de nuestros sistemas educativos. Y no terminamos de ponerle el cascabel al gato.

El tema tiene muchas aristas, pero yo quisiera detenerme brevemente en una interrogante que me hago desde mi oficio de padre. ¿Cuán calificados, cuán apasionados, cuán rigurosos son los maestros de nuestros hijos? Entiendo que la precariedad de sus salarios también vulnera la pasión que entregan a cambio. Siempre he pensado que el día que un maestro gane más que un taxista o un vendedor de crack el mundo será más coherente. Pero el caso es que más de una vez, hojeando las tareas de mis hijos, corregidas ya por sus maestros, me he topado con errores ortográficos que sobrevivieron impunemente, con tareas calificadas como sobresalientes sin realmente serlo, o con anécdotas donde me hablan de un maestro hipnotizado por el Twitter en pleno salón de clases. Y  entonces me asalta la pregunta: ¿Cuál es la calidad y entrega de los maestros de mis hijos? ¿Basta con inscribirlos en unos de esos prestigiosos y costosísimos colegios donde hay que hacer listas de espera con 3 años de antelación? No lo creo. El prestigio no es una vacuna contra la negligencia, la cual prospera más de lo razonable en el silencio de las aulas.

Hay otro punto de inflexión en este tema. Rafael Cadenas, el mayor poeta vivo de Venezuela y profesor de la Escuela de Letras durante décadas en la Universidad Central de Venezuela, ha escrito profusamente sobre cómo la “academia” puede aniquilar el placer por el conocimiento. De la forma muchas veces mecánica y desangelada en que se transmiten contenidos, de cómo toneladas de profesores recurren a clichés sacados de manuales,  a métodos  que en nada contribuyen a la apreciación de la información, o a dictar descaradamente el contenido del día para que los estudiantes copien, con puntos y comas.  Hace énfasis, por ejemplo, en que a buena parte de la gente no le gusta leer esencialmente porque sus profesores no supieron transmitirles el goce de la lectura. Porque, en el fondo, ellos mismos no son unos apasionados de la literatura. Yo recuerdo, en mis tiempos de estudiante, cómo lo importante en el programa de Castellano y Literatura era que yo aprendiera a distinguir Tercetos de Sonetos, a separar correctamente las sílabas de un endecasílabo y no a vislumbrar el relámpago de la belleza en un texto de García Lorca o César Vallejo.   

Alguna vez Ángel Rosenblat, ese gran filólogo que investigó arduamente el Español de América, dijo algo tan demoledor como perturbador: “¿No es inquietante y extraño que siendo la lengua el más portentosos de los dones humanos, su enseñanza en escuelas y colegios se haya convertido en la más ingrata y fastidiosa de las asignaturas?” Creo que todos estamos de acuerdo en que a nuestros hijos, a la gran mayoría de ellos, les aburren solemnemente las clases de Castellano. Aquí entendemos que el problema radica, como agrega el poeta Cadenas, en: “la enseñanza de los que van a enseñar, el educar al educador”.

El otro extremo de esta línea, recta pero turbulenta, somos los padres. El axioma indica que la educación de los hijos comienza en el hogar, continúa en la escuela y se cimienta una vez más en el hogar. El gran punto de tensión, quizás el más complejo de resolver, que se le presenta a los padres con respecto a su rol en el proceso educativo de sus hijos es el tiempo. Ya todos sabemos que en el siglo XXI las horas no duran 60 minutos, sino 45 minutos, o quizás menos. Todos somos víctimas del vértigo del planeta, prisioneros del estrés, del tráfico y potenciales workaholics. Y, algo crucial, ya no es solo el padre el que juega al rol del cazador prehistórico que sale a la intemperie a buscar alimento para el hogar. La madre se ha convertido también en cazadora. Visto así el panorama, con la calle llena de gente intoxicada de trabajo, ¿en qué momento conseguimos el tiempo y el sosiego para cumplir con nuestra cardinal tarea de criar a nuestros hijos? ¿Hasta qué punto estamos ausentes en  los instantes medulares de su crecimiento?

Es innegable: La culpa nos corroe. Como paliativo, le agregamos a nuestros hijos actividades extracurriculares: natación a las 4 de la tarde, flamenco a las 5 y 15, inglés a las 6 y 30, futbol martes y jueves, kárate los sábados. Todo esto para pensar que estamos cumpliendo nuestro papel y que ellos están preparándose eficientemente para esa gran batalla que es la adultez.

Hay una permanente tensión entre lo que los estudiantes reciben en la escuela o en otras instituciones como, por ejemplo,  la iglesia y lo que los padres opinan respecto a esa información.  Recuerdo haber estado en misa con mis hijos y oír al sacerdote expresar frases como “Internet es el enemigo de Dios”. Confieso que estuve a punto de levantar la mano y disentir enfáticamente. La gran contradicción ocurrió cuando mis hijos en la tarde intentaban realizar una tarea y se valieron de la red para recabar cierta información. Internet los ayudó a completar su tarea. Ergo, ¿Dios es enemigo del acceso libre a la información, de las consultas tecnológicas? Me niego a creerlo. Y, ojo, todos sabemos que Internet es un arma de doble filo en el proceso educativo. Pero, caramba, tanto como ser el enemigo de Dios!

Permítanme agregar otra variante al tema, una variante que se está suscitando en ciertos países del continente. Por ejemplo, Venezuela. Hablo de los retos que se plantea un padre en un país donde el Estado interviene los programas educativos incorporando mensajes proselitistas de alta carga ideológica. La reescritura de la historia de forma tendenciosa. ¿Qué rol le toca jugar al padre cuando a su casa llegan sus hijos con una nueva versión de la historia, totalmente distinta a la que él recibió? Una versión que simplifica y reduce la comprensión del mundo a un esquema de héroes y villanos, y donde ya Cristóbal Colón no descubrió América sino que básicamente vino a instaurar una primera versión del capitalismo salvaje. ¿Cómo maneja esa situación el maestro? Como vemos, cada día la educación tiene más retos que resolver.

            A esta relación de padres y escuela quiero añadirle una tercera pata a la mesa: el rol de los medios de comunicación. Y lo quiero hacer porque sería descabellado ignorarlo. Este es un siglo eminentemente audiovisual. Y todos estamos claros en que esa aula abierta que es la calle es inmensamente más seductora y poderosa que un salón de clases o un padre riguroso. La calle es la televisión, la moda, los amigos, los referentes culturales, el collage tecnológico (léase PlayStation, Wii, DDs, Ipad). La calle es el pizarrón de clases más grande del mundo.

  Yo trabajo desde hace 25 años en un medio que es considerado el villano del cuento, a la hora de hablar de la salud mental de la familia: la televisión. El huésped alienante, como lo llamó alguien. El promotor de la violencia, el inculcador de antivalores, el epicentro de la superficialidad endémica que nos invade, como dicen muchos. Insisto, trabajo con el villano de la película.

Como lo dijo alguna vez José Ignacio Cabrujas, el memorable dramaturgo venezolano, la televisión es el gran burdel. En una ocasión le oí decir que la primera vez que entró a escribir para la televisión sintió que entraba a un burdel. Esa oscura sensación de que uno se está vendiendo al mejor postor, prostituyéndose con equipaje de palabras incluido, convirtiéndose en mercenario, haciéndose público y contaminante, posiblemente vulgar y chabacano. Entre otras cosas, porque uno no será  escuchado por algún sillón académico, sino por una lavandera que vive en un humilde barrio o favela de cualquiera de nuestras ciudades. Porque uno se convierte en masa, en producto, en objeto de consumo. Y, déjenme decirles, yo también lo siento burdel, pero honrosamente burdel, porque no puedo sino reconocer que nunca como en estos largos años me he sentido jugando un rol tan tangible con la sociedad en que vivo. Rol que me preocupa, que no he solventado, pero que me apasiona y que me supone una permanente interrogación con mi oficio de escritor.

La televisión es el medio de comunicación más devastador que existe. Por su poder de penetración y por lo terrible o maravilloso que puede originar. Confieso que me sigue asombrando que con sólo apretar el botón del control remoto comiencen a saltar imágenes (un linchamiento, un dibujo animado, una historia de amor, un golpe de estado, las virtudes de una mayonesa, una canción de Lady Gaga, una sinfonía de Vivaldi, un político besando a niños y ancianas).  La televisión, sin adornos ni medias tintas, es masa, cantidades de masa, es decir, sociedad. Por eso las cifras, en este medio, siempre son en millones.

 Debemos tomar en cuenta que la televisión es el libro preferido del analfabeta. Pensemos en la enormidad de latinoamericanos que no saben leer y sucumben casi felices, narcotizados, ante los efluvios cautivantes de la televisión. Yo, para más infamia, me he dedicado al rubro más vilipendiado de todos: las telenovelas. En Venezuela, en los años 70 y 80, la telenovela era el mayor producto de exportación no tradicional. Una frase nada desdeñable en su significancia.

La telenovela, en Latinoamérica, es la gran vedette de la televisión. La estrella del burdel. La que atrae más clientes, la que gana más millones, la que se propaga como venérea por Caracas, Santo Domingo, Bosnia, Ciudad de México, Japón o España. Por supuesto, ante tanta gloria popular, es la más atacada por la inteligentzia, la más estigmatizada, la que suelen arrojar con más frecuencia a las fauces del descrédito mayor.

Ciertamente, muchas de las historias de amor televisivas suelen incurrir en simplismos, chaturas argumentales, pobreza discursiva y, según muchos de sus detractores, en influjos altamente perniciosos. Pero también sé que sin adulterar la naturaleza básica del melodrama se puede ofrecer un producto con resonancias estéticas. Hay varias misiones: Incrementar el nivel del lenguaje. Establecer una mayor complejidad y riqueza espiritual en las relaciones humanas que se dibujan. Reducir lo esquemático y maniqueo. Desplazar conceptos estereotipados y enarbolar nuevas visiones. Tanto que se puede hacer durante 200 horas!!

Oyeron bien, 200 horas. Aproximadamente 12 mil páginas! 60 mil escenas! En 8 meses! Una desmesura! Una locura narrativa! Diagramar el día a día de esa historia, diseñar el perfil de 40 personajes,  planear 199 pequeños finales y un gran final operático, repartir miserias y virtudes en función de la acción dramática, pulsarla cotidianamente ante un auditorio inicial de 4 ó 5 millones de personas es casi una proeza física. Un trabajo que marca modas de vestir, costumbres de léxico, criterios de conducta. Y si entendemos que tenemos que jugar un rol ante la sociedad, aquí hay un lugar, un espacio para hacerlo. Sabotear la mediocridad es, evidentemente, una de las misiones capitales del escritor contemporáneo.

Escribir televisión es quizás el único rol en el que un escritor no puede apelar a esa hipócrita idea de “sólo escribo para mí mismo”. No tienes más remedio que escribir para un público. ¿Y cómo es ese público? ¿Cuál es su nivel socio-cultural? ¿De qué color son sus ojos? ¿Cuál su criterio estético? La respuesta es apabullante. Porque ese público tiene los ojos de un nativo de Culiacán, el criterio de un dominicano o un ruso, el sentido del humor de un bogotano o un italiano, los índices académicos de un panameño y las ganas de ver televisión de un caraqueño o un limeño. Ese público es el mundo, entero, europeo, asiático, latino, el mundo anchísimo y siempre ajeno. Nuestras novelas deambulan por los televisores de países insospechados.

Hace algunos años se solía decir que la telenovela era un género esencialmente femenino. Las mujeres, mientras planchaban la ropa de sus hijos, se entregaban a los avatares de un amor imposible, más operático, más grandilocuente, más épico que el suyo. Y se decía que con sólo pensar en qué cosas le emocionarían a la señora Silvina, residente del muy pobre barrio La Bombilla de Petare, el mandado estaba hecho. La idea era que a la señora Silvina se le quemaran sus plátanos o tajadas, atrapada en algún nudo novelesco. Que se le hicieran agua los ojos, que se le dibujara un salto en el pecho, que se sintiera reivindicada en su modesto aburrimiento, mientras algún Luis Fernando se le declaraba a alguna Rosa Inés del momento. Pero resulta que, realmente, la señora Silvina, como su marido, o su cuñada, o sus tres hijos, uno de ellos estudiante de administración, el otro un insigne disidente de la educación secundaria, y la menor con problemas de aprendizaje en el colegio, resulta que todos, absolutamente todos, pueden estar viendo tu bendita escena.

Antes, yo pensaba que escribir para el horario estelar suponía un público determinado: mujeres mayores de 18 años. Pero nunca olvido el día en que escribiendo una telenovela llamada Amores de Fin de Siglo una señora me llamó para reclamarme que uno de mis personajes hubiera cometido la “lindeza pornográfica” de pronunciar la palabra orgasmo, y que “¿ahora cómo carrizo le explico yo a mi hija de seis años qué significa eso?”. Yo, en un principio, quise contestarle, más bien: qué carrizo hacía su hija de 6 años viendo una telenovela a las 9 de la noche. O que podría decirle a su hija que un orgasmo era una felicidad a futuro. Pero hubiera sido un simplismo intolerable de mi parte. Entendí, pues, que mi público era realmente amplio, no de criterio, sino de edad. Es decir, yo tenía meses escribiendo un tinglado de historias para una niña de seis años de edad y no me había dado cuenta. Craso error. Por eso, desde entonces, entiendo que cada persona que cruzo en la calle es un potencial espectador, sin importar clase social, antecedentes penales, equipo de béisbol favorito, sexo (sea mucho, indefinido o matutino) o cuál es el mercado donde compran el apio y la cebolla. Conclusión aterradora: se escribe para todos. La silueta que me reta y me espera detrás de la pantalla, es amorfa, gigante y sin domicilio definido. Puede gustarle Buñuel o Chespirito, leer a Garcilaso o a Condorito, puede vivir en un rancho o en un penthouse. Quizás quien nos ve es un alcohólico corredor de seguros, una militante del Opus Dei o una millonaria adúltera y políglota. Ese es el perfil de nuestro espectador. Ambiguo y múltiple como el azar.

Desde entonces, desde ese momento de modesta clarividencia personal, he entendido que mi oficio también entraña una responsabilidad social. Estamos perfectamente claros en que sería absurdo depositar en la televisión la responsabilidad de inculcar el grueso caudal de valores y conocimientos, responsabilidad inherente al sistema educativo de cada país y a todos nosotros, padres y representantes. Ciertamente, como dirían los ejecutivos de la industria, una cosa es el show bussiness y otra el salón de clases. Una pantalla de televisión no es una maestra en un pizarrón. Es irreal endosar la paternidad de la violencia de nuestras calles a los contenidos de las películas de acción. Pero sí creo que mucho se puede hacer en concurso y sintonía con los organismos adecuados. Recientemente, en un estudio realizado por la cadena O’Globo de Brasil se concluyó que una mujer promedio, a sus 45 años, ha visto más de 9 mil horas de telenovelas!!! Y que, por ejemplo, una maestría en que cualquier especialidad requiere apenas 720 horas. Cifras escalofriantes, ciertamente.

Por eso creo fervientemente que algo de luz se puede y se debe agregar al huésped alienante. En mis historias de televisión siempre ha habido una constante: la representación de la madre soltera, una especie que invade nuestra realidad desde el norte de México hasta la pampa argentina. Siempre hay la historia de un hombre que un día salió a buscar cigarros a la bodega de la esquina y más nunca volvió. Y la templanza de una madre que ha sabido levantar un hogar en los fogones de la carencia y el amor. Es más, me atrevo a cometer la temeridad de hablar en nombre de todos los guionistas latinoamericanos: no hay historia novelada que no represente con mayor o menor fidelidad esta abrumadora realidad.  

Vale la pena preguntarse cómo funciona la familia del siglo XXI. Cuáles son sus prioridades. Sus valores. Su forma de entender el mundo. Pareciera que está de moda la familia de estructura no tradicional (núcleos afectivos donde hay una madre y tres hijos de distintos padres. O una unión homosexual de dos madres y una niña. O la consabida fórmula de los tuyos, los míos y los nuestros). Y la familia disfuncional (algún padre delincuente, alguna hija descarriada en drogas, algún duelo mortal de caracteres). Son formas de familia que tienen rato ocurriendo en la realidad y que la ficción no ha tenido más remedio y deber que representar.

Me pregunto cómo encara la educación a ese nuevo perfil de la familia contemporánea.  Me lo pregunto y me inquieta.

Yo he procurado hablar en mis historias de temas como  la Violencia de Género, la Maternidad Precoz, la Exclusión, el Cáncer de Mamá, el Autismo, el HIV, el Alzheimer, el Alcoholismo o la Discriminación Racial. Estoy en un territorio fangoso donde procuro sembrar ciertas semillas. Sé que no hay nada más peligroso para un programa de entretenimiento en la televisión que proponer temas en tonos didácticos o moralizantes. Sé que la estrategia debe ser sutil e ingeniosa. Sé que si a la relación padres-escuela le sumamos esa tercera pata llamada televisión, no como un enemigo sino como un aliado, ciertas cosas podrían ocurrir. No soy cándido. Tengo demasiadas canas para serlo. Los ejecutivos de la industria de la televisión no quieren educar a nadie. Su prioridad es el rating, no la educación. Su objetivo es crematístico, no pedagógico. Pero muchos escritores sentimos el impulso de inmiscuir en nuestros seriados un tanto de ética y dignidad. Mucho se puede hacer. Ya algunas experiencias afortunadas han habido. Sería un error desdeñar las posibilidades de conciliación con esa aula abierta y tantas veces desentendida de las urgencias educativas. 

El siglo XXI nos impone un mandamiento a padres y escuelas: reinventarnos. El aula debe convertirse en un sitio impredecible, lúdico, divertido. En un territorio de experimentación. En una pista de despegue. En una fábrica de artistas y delirantes. En una vacuna contra el óxido y las telarañas pedagógicas. El maestro debe asumirse como un histrión del conocimiento. Un seductor a carta cabal. Los padres ameritamos ser más cómplices. El mundo ahora es dinámico, voraz, interactivo. ¿Sabemos  serlo nosotros, padres y maestros?

Allí está la tecnología, enamorando a nuestros hijos con el lenguaje de lo inesperado.  Allí la televisión digital, el cine en 3D, tocándoles el hombro con historias y códigos de abrumadora versatilidad. Padres y maestros debemos urdir un extraordinario complot para convertir el conocimiento en una fiesta. Para que la tiza y el pizarrón sean el principio de todas las sorpresas. Para que las tareas en casa convoquen la aventura y el hallazgo entre padres e hijos. No hay tiempo que perder. El siglo XXI es un caballo trepidante. Y nosotros no podemos ser los espectadores en la tribuna, sino los jinetes en el viento.

En fin, es solo esto. Quise traer mi costal de preguntas, una que otra idea suelta y mucho de mi entusiasmo por sentir que en Latinoamérica pueden comenzar a ocurrir cambios cruciales para el forjamiento del nuevo hombre que todos aspiramos en nuestros hijos. Ustedes han decidido reunirse para invocar vueltas de tuerca, reflexiones y acciones en el futuro inmediato con respecto al tema más crucial y subestimado de todo el planeta: la educación. Yo me sumo, desde un costado, con mi aplauso, mi rústica experiencia y mi equipaje de preguntas. Muchas gracias!