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Cambiar la educación, ¿no es mucho?

No sé si mucho, al menos es grandilocuente, tanto que suena a quimera. A frase lanzada al viento, al fuerte viento del olvido, de ese olvido que nunca se encarna en ninguna práctica. Suena a curso de autoayuda, a cruzada demagógica, a fanatismo vacío… Cambiar la educación, es necesario, pero definitivamente suena a mucho. En […]

Autor: UNOi

Fecha: 13 de septiembre de 2013

Columna Fredy Vota wp

No sé si mucho, al menos es grandilocuente, tanto que suena a quimera.

A frase lanzada al viento, al fuerte viento del olvido, de ese olvido que nunca se encarna en ninguna práctica.

Suena a curso de autoayuda, a cruzada demagógica, a fanatismo vacío…

Cambiar la educación, es necesario, pero definitivamente suena a mucho.

En Babel, una película estremecedora de Alejandro González Iñárritu con guión de Guillermo Arriaga se relatan historias mínimas, de personas pequeñas, que impactan en cada punto del mundo.

Los protagonistas son unos niños jugando en Marruecos, una pareja de turistas norteamericanos visitando aquel país; una adolescente, su padre y un policía de investigación en Japón;  una niñera y los hijos de los turistas americanos que van de EEUU a México.

Personas viviendo situaciones casi cotidianas, decidiendo casi inconscientemente, repitiendo parámetros y esquemas culturales y sociales, prácticas habituales.

El cúmulo de sus pequeñas acciones, no diría equivocadas, sino fuera de foco, lanzan una catarata de tragedias.  Todos quedan parados frente a la peor de las situaciones posibles. Y entrelazados, locamente entrelazados.

Babel, toma el nombre de aquella torre pretenciosa, donde la soberbia de su empresa, hace que sus constructores cambien sus lenguas.

Vuelve la metáfora de la incomprensión, del lugar del absurdo, donde los pequeños errores se transforman en grandes pérdidas.

Es verdad que cambiar la educación es una quimera y dicho así nos puede dejar en el mismo lugar de incomprensión de aquellos constructores retratados en el libro del Génesis.

Cambiar la serie de hechos, de pequeñas acciones desafortunadas, no correctas, no del todo pensadas, nos ayudará a generar nuevas redes, nuevas sinergias.  Una red virtuosa que haga que la educación sea otra cosa.

Quizás sea eso, sólo eso. Hacer mañana algo distinto en el aula, nuevo. Novedoso de verdad, donde los alumnos sean escuchados (no para apañar sus caprichos, sino para potenciar sus capacidades de aprendizajes) y los maestros dejen de hablar tanto y sean pedagogos.

La simple tarea es hacer que el maestro ponga todo su esfuerzo al servicio del aprendizaje y no de un contenido.

Donde todas las aulas tengan la premisa que todos los alumnos pueden y deben aprender y que la misión del docente es la de hacer de puente, no de obstáculo.

Es pequeño el esfuerzo. Muy pequeño, pero decisivo. Evita la tragedia educativa de hoy.

En la primera escena de la película, dos niños juegan a tirar con un rifle que su padre les había dado. Ellos casi con inocencia apuntan a un camión que viene a 3 km, sólo para zanjar la discusión de niños, de cuál era el alcance máximo donde podía llegar una bala.

El disparo hiere gravemente a la turista norteamericana y se desata una serie de situaciones que van increcendo, hasta llegar a escenas cargadas de dramatismo.

Sólo con que ese padre no ponga en manos de esos niños el rifle era suficiente, sólo con que esos niños no jugaran con esta arma, sólo con que esos turistas no abandonen a sus hijos en manos de una niñera casi desconocida para intentar rescatar su matrimonio en tierras exóticas, sólo con que….

Sólo con que mañana algo nuevo pase en el aula…

Sólo así, cambiamos… ¿la educación?

Quién sabe, las malas decisiones repercuten en todo el planeta, ¡las buenas también!

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