por Dionisia Pappatheodorou
“Si el presente trata de juzgar el pasado, perderá el futuro.” Winston ChurchillNo hay nada que imposibilite más el logro de resultados, que la falta de consistencia o la incongruencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos… es por ello, que la inestabilidad e incertidumbre de los baby boomers, llega a marcar en forma definitiva el carácter de sus sucesores: generaciones X y Y o Net. Nacidos entre 1962 y 1981, la Generación X, vive una época en la que los cambios se dan de manera mucho más acelerada que antes, y por lo tanto se enfrentan con una sociedad más ecléctica y diversificada, pero decepcionada de todo. Predecesores de los Net, la generación X presenta como característica preponderante, la falta de claridad y definición de ideales, simbolizada precisamente, al igual que en matemáticas, por la incógnita universal o “X.”
Sin lugar a dudas, el dilema y la inseguridad de los padres, constituyen el origen de la apatía y de algunos excesos palpables en esta generación, quienes crecieron con muchas libertades y comodidades en comparación con ellos, pero con escasas o nulas exigencias. Esta combinación, aunada a la excesiva permisividad y tolerancia de sus padres, da como resultado –paradójicamente- una baja considerable de los ideales y las aspiraciones personales de estos jóvenes, la cual finalmente se traduce en un conformismo generalizado; en la idea de vivir la vida aquí y ahora, y sobrevivir con el mínimo esfuerzo.
Adicionalmente, el impresionante crecimiento tecnológico que se vive a partir de estos años, influye también de manera importante en el desarrollo y la forma de vida de la sociedad. Inicia una época en la que la estructura familiar se ve modificada, en la que los medios de comunicación tienen un significativo impacto y en la que el televisor se constituye como el medio de entretenimiento por excelencia, supliendo con enorme frecuencia el tiempo de convivencia e interacción entre padres e hijos. Lo anterior deriva en una terrible falta de orientación, que por supuesto, se ve subrayada en la siguiente generación.
Después de 1981 y antes del nuevo milenio, nace la cuarta y última generación definida, la generación Y o Net, a quienes se les reconoce como una generación perdida, sin rumbo. Hermanos menores de la generación X, los Net, crecieron al lado de padres con poco tiempo para atenderlos y en muchos casos divorciados, cuya culpabilidad se traduce generalmente en sobreprotección y esfuerzos desmedidos para cumplir todos sus caprichos. En consecuencia, llegan a ser personas neuróticas, sumamente exigentes, inmaduras, e incapaces de postergar la gratificación. Son controladores, dispuestos a lo que sea con tal de conseguir sus deseos; de hecho, se les reconoce como los pequeños tiranos, por el gran control que ejercen sobre sus padres.
Esta generación crece junto a la computadora y el Internet, por lo que están acostumbrados al sistema de computación bit 0 y 1: encendido o apagado… no hay intermedios. La clave para descifrarlos es precisamente Internet, y en este ambiente no existen jerarquías definidas, por lo tanto, no aceptan el sistema vertical del orden, ni la autoridad. Son sumamente creativos, capaces de llevar a cabo diversas tareas en forma simultánea; manejan varios lenguajes y su lema es independencia, variedad y participación. Prefieren la comunicación recíproca y rechazan el estilo estereotipado; aman la adrenalina y en términos generales poseen mala condición física. Padecen trastornos sociales y de alimentación, y tienen un fuerte conflicto con la ética y los valores. En ocasiones llegan a ser el sostén afectivo de sus padres, invirtiendo los papeles y llegando a mostrar una madurezque resulta ficticia. Los roles entre ambos géneros se vuelven más equitativos y complementarios, y las mujeres comienzan a sobresalir.
Evidentemente, cada generación posee sus propios aciertos y desaciertos, ninguna es mejor o peor que otra, simplemente son diferentes. Lo importante es aprender y tomar de ellas lo mejor; lo que nos sirve para construir mejores relaciones y elevar nuestra calidad de vida. En esto radica el verdadero valor de la historia, de cualquier historia: en la oportunidad que nos ofrece de aprender de las experiencias y de los errores, propios y de los demás… recordemos que si no aprendemos de los errores, estamos irremediablemente condenados a repetirlos.
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