Por: Redacción UNOiNews/Jovel Álvarez
Hubo un momento en que los padres confiaron ciegamente la formación de sus hijos a los maestros. En este periodo, la formación doméstica era absorbida por los niños como parte de la dinámica del hogar, pero nadie parecía tener consciencia de que lo verdaderamente valioso se aprendía en casa.
Afortunadamente, esto ha cambiado. No del todo, pero sería poco realista pensar que no se ha transitado sustancialmente a una educación que da un rol activo y preponderante a los padres de familia.
Ya no se trata sólo de transmitir valores (misión que sigue estando circunscrita al entorno familiar), sino de enseñar a los niños y niñas desde edades tempranas sus derechos como ciudadanos.
Son muchos los casos de niños que llegan a casa y le dicen a sus padres que de discutir frente a ellos o recibir algún castigo físico, llamarán a a la policía, porque en la escuela les dijeron que es su derecho.
¿Es posible que en pleno siglo XXI se siga dejando que los programas educativos transmitan a nuestros niños los derechos que nosotros debemos enseñarles?
Esta pregunta es muy amplia, pues son numerosos los derechos que los niños deben conocer para crecer en la consciencia de que su integridad vale en todos los ámbitos.
Desde temprana edad los niños deben saber que tienen derecho a que se proteja su vida, su supervivencia, su dignidad y a que se garantice su desarrollo integral. No pueden ser privados de la vida bajo ninguna circunstancia.
Tienen derecho a la identidad, a vivir en familia, a no ser discriminados, a vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral, a una vida libre de violencia y a la integridad personal, a la protección de la salud y a la seguridad social, a la educación, al descanso y esparcimiento.
Los niños con algún tipo de discapacidad deben saber que la inclusión es su derecho, y los padres deben enseñar a sus hijos a aceptar y convivir con las diferencias de quienes tienen capacidades especiales.
Todo menor tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, pensamiento, conciencia, religión y cultura, a la libertad de expresión y de acceso a la información y a la participación. Y desde luego, debe sentir como prioritario el derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación, así como a los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, incluido el de banda ancha e Internet.
Cada niño debe sentirse seguro en casa, sabiendo que es ahí donde nace el derecho a la intimidad, a la seguridad jurídica y al debido proceso.
Para enseñarles los deberes que tienen con la sociedad, con la familia o con los padres, habrá toda una vida. Es más, muchos progenitores son expertos en la enseñanza de los deberes. Sin embargo, si alguien va a empoderar a nuestros niños con los derechos, es mejor que seamos nosotros, desde casa, y aprendiendo todos la importancia de conocer las garantías que tenemos como ciudadanos del mundo.