Cuando somos niños queremos “ser grandes” y, cuando llegamos a adultos, añoramos nuestra infancia como el lugar donde todo era posible, o al menos no había reparos para intentar que lo fuese.
¿Cuándo perdimos nuestra capacidad de asombro? ¿Dónde quedó la pasión por las cosas?¿Cuándo aprendimos a mentir, a ocultar las emociones, a sentir vergüenza? ¿Por qué dejamos de atrevernos?
Para Javier Megías, especialista en innovación, un adulto creativo es un niño que ha sobrevivido y no tenemos que esforzarnos en aprender a ser creativos sino simplemente recordar cómo.
En su blog, Megías propone volver la mirada hacia características que tuvimos de niños y que quizá perdimos en el camino a la adultez. Flexibilidad, adaptabilidad, curiosidad y tenacidad son solo algunas. La lista completa se puede leer aquí.
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