Todos sabemos que las calificaciones de los estudiantes en lectura y otras pruebas influyen en su capacidad de éxito posterior; por ejemplo, entrar a la universidad o asegurarse un buen empleo. Pero, ¿qué pasaría si habilidades como compartir, resolver problemas o colaborar tuvieran un efecto categórico a largo plazo sobre esos mismos resultados?
La importancia de las competencias sociales
Un estudio reciente reveló un vínculo directo entre las habilidades sociales y emocionales de los niños y su éxito en un amplio rango de indicadores de salud, sociales y económicos.
Los investigadores reunieron 20 años de datos en un seguimiento a 753 niños desde el kínder hasta sus años veintes, para determinar si las “competencias sociales” en el kínder podían predecir cómo les iría a esos niños al llegar a la edad adulta. Encontraron que las competencias sociales tempranas fueron una forma consistente y significativa de predecir resultados en educación, empleo, criminalidad, consumo de sustancias y salud mental.
De hecho, por cada punto de incremento en la calificación de competencias sociales del infante, sus posibilidades de obtener un título universitario se duplicaban; las de obtener el diploma de bachillerato aumentaban en 54 por ciento; y, en 46 por ciento las de tener un trabajo de tiempo completo al alcanzar la edad adulta.
Por el contrario, la disminución de un punto en competencias sociales se asoció a una probabilidad mayor en 67 por ciento de ser arrestado en sus primeros años de adulto y, 64 por ciento más alta antes de llegar a esa edad.
En otras palabras, entre mayor disparidad en habilidades sociales, mas grande la brecha en los resultados como adulto –los niños que calificaron “bien” en competencias sociales tuvieron cuatro veces más posibilidades de tener un título universitario que los chicos en la parte más baja del espectro.
Estos hallazgos confirman lo que investigaciones cada vez mayores nos dicen sobre la importancia de invertir –y mantener esa inversión– en las competencias sociales de los niños. También nos dicen qué tanto está en juego cuando nuestros niños carecen de los fundamentos sociales y emocionales necesarios para un saludable inicio en la vida.
El desarrollo de la aptitud académica y social
La buena noticia es que las habilidades sociales pueden aprenderse. El New Teacher Center ha desarrollado herramientas y estrategias para ayudar a los maestros a poner en práctica esa intención al promover el aprendizaje académico.
Utilice estas seis sencillas estrategias para desarrollar la aptitud social y académica del niño:
- Ayúdeles a conocerse a sí mismos
Incluso los niños pequeños pueden practicar la autoconsciencia. Las rutinas de aula como el “círculo matinal” o “conexiones y reflexiones” ofrecen un ambiente seguro en el que los alumnos aprenden a nombrar sus sentimientos e identificar sus fortalezas y retos.
- Haga que se pongan en los zapatos de otros
La habilidad social decisiva de ver desde la perspectiva del otro, sustenta el éxito académico junto con las competencias sociales. A estudiantes de todas las edades les encanta practicarlo –a través de juegos, cambio de roles o debates.
- Enséñeles a dar y pedir retroalimentación
Ser receptivo a la retroalimentación útil prepara a los niños para el aprendizaje de por vida. Aun los más jóvenes pueden ver ejemplos de excelencia y descubrir cómo mejorar su propio trabajo.
- Practique la escucha
Todos aprendemos más cuando escuchamos bien. ¿Nos estamos saliendo del tema?, ¿adelantando conclusiones?, ¿interrumpiendo o desechando ideas que no compartimos? Los jóvenes piensan con más profundidad y se comunican con mayor claridad cuando de manera explícita les enseñamos, practicamos y evaluamos habilidades de escucha. Otra ganancia es que los maestros que escuchan saben más sobre sus alumnos.
- Enséñeles a colaborar
Quienes comienzan temprano a trabajar con otros, usarán esas habilidades a lo largo de su trabajo académico y su vida personal. Cuando de manera regular modelamos, practicamos y evaluamos la colaboración, los niños aprenden a compartir el micrófono, a hacer planes con otros, a asumir un papel y, a alcanzar soluciones juntos.
- Trate los errores como oportunidades
En los viejos tiempos, la perfección se llevaba los elogios. La neurociencia nos ha demostrado que aprendemos más al arriesgarnos al error. Los maestros pueden inculcar temprano esta mentalidad convirtiendo cada error en una oportunidad. Este hábito desarrolla aprendices curiosos, creativos y motivados, que crecerán y contribuirán, sin importar lo que les depare el futuro.
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El artículo completo, escrito por Jennifer Ng’andu en colaboración con Olga Acosta y Wendy Baron, puede leerse aquí. Traducción UNOiNews.