Cada año, millones de niños aprenden a leer y escribir bajo escrupulosos esquemas escolares. ¿Y luego qué? pregunta Pablo Doberti en su columna de esta semana. Pues luego vienen los programas de fomento a la lectura, el énfasis en la ortografía y algunas magras bibliotecas, cuando las hay.
Sin embargo, todos estos esfuerzos no se traducen –paradójicamente– en personas que lean y escriban. Doberti cuestiona la falta de conexión entre la técnica de la lectoescritura con la lengua y la literatura; relación ésta que parecería truncada de origen.
Conoce los detalles de esta reflexión en: http://pijamasurf.com/2014/12/el-inversor-escuela-y-lenguaje/
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