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Sentido de competencia

por Dionisia Pappatheodorou Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado.  Un esfuerzo total es una victoria completa. Mahatma Gandhi El medio en el que vivimos ejerce una gran influencia en nuestras costumbres y en nuestras formas de vida, y a diferencia de otros países, el sistema capitalista en el que […]

Autor: UNOi

Fecha: 13 de noviembre de 2014

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

Foto: © eltoro69/depositphotos.com

por Dionisia Pappatheodorou

Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. 
Un esfuerzo total es una victoria completa.

Mahatma Gandhi

El medio en el que vivimos ejerce una gran influencia en nuestras costumbres y en nuestras formas de vida, y a diferencia de otros países, el sistema capitalista en el que vivimos promueve fuertemente la iniciativa individual, valorando el individualismo y colocándolo por encima del trabajo colectivo y la iniciativa grupal.

En este contexto, no resulta difícil deducir por qué tendemos más a competir con los demás que a encontrar la forma de unir esfuerzos para conseguir logros grupales que nos beneficien a todos.

Por razones obvias, como individuos somos sumamente competitivos, actuamos con base en comparaciones y al hacerlo, surge la necesidad de estar por encima del resto y hacemos lo que sea para tratar de conseguirlo, a veces inclusive en formas poco éticas. Esto tiene un origen cultural, resultado de nuestras formas de interpretar la realidad, pero no por ello resulta inamovible.

Los conceptos van evolucionando con la historia, y si expandimos el significado que de ellos tenemos, resulta también posible modificar nuestro enfoque y nuestra manera de proceder. Con base en esta idea, intentaré ampliar y profundizar entonces en el concepto de competencia.

De acuerdo con la Dra. Laura Frade, experta en educación, el término competencia tiene dos acepciones. La primera, la más antigua y la que más comúnmente empleamos, proviene del griego «agon, agonistes» que significa compites, y se relaciona con las competencias olímpicas, cuya finalidad es enfrentarse y rivalizar con otros para definir al mejor. La segunda, surge en el ámbito jurídico y proviene del latín «competere»: te compete, es de tu competencia; define lo que le corresponde cuidar, hacer y respetar a cada quien, implica responsabilidad.

Más recientemente, en 1960, el lingüista Noam Chomsky utiliza este término para aludir a la capacidad innata que poseemos los seres humanos para crear, emplear y transformar el lenguaje de manera permanente. A partir de entonces, el término se generaliza y aplica para definir la capacidad para hacer algo.

En la actualidad, el término ha sido adoptado y es ampliamente utilizado en educación para referirse a metas específicas de aprendizaje y de desempeño. Las competencias educativas o competencias de aprendizaje definen concretamente lo que deseamos aprender y saber hacer al finalizar un curso; involucran los conocimientos o comprensión de la información relacionada con la meta en cuestión, el desarrollo de habilidades y destrezas requeridas para su aplicación práctica, y valores que se traducen en la disposición y actitud necesarias para llevarlo a cabo.

La competencia en el sentido de competitividad, implica que realicemos comparaciones de manera externa, respecto de las destrezas, bienes o el potencial de otras personas en relación con el nuestro.

Desde este enfoque, siempre habrá un ganador… y también un perdedor; lo cual, en sí, puede ser positivo, siempre y cuando sepamos asumir la posición de perdedores cuando nos corresponda y podamos sacar ventaja de ella. Darnos cuenta de los aspectos en lo que podemos mejorar, nos permite plantearnos nuevas metas de desarrollo personal y trabajar para conseguirlas; lo cual nos lleva directamente a la segunda definición, que alude al enfoque educativo. Sin importar las circunstancias, siempre habrá algo en lo que podamos mejorar y también algo que podamos hacer al respecto.

Estas son oportunidades de crecimiento y nos ayudan a movernos en dirección ascendente hasta lograr mayor competencia en las áreas que nos resulten importantes o trascendentales en nuestra vida. Constituyen siempre una cuestión personal.

La comparación con otros nos ofrece parámetros, puntos de referencia o modelos por los que podemos optar para acortar distancias. Sin embargo, somos individuos, únicos y diferentes de los demás, y por ello, lo más sano, a mi juicio, será siempre enfocarnos hacia nuestro interior, competir contra nosotros mismos, buscando ser cada día más competentes de lo que ahora somos, en lo que a cada quien le resulte útil y valioso.

Esto nos permitirá darle un significado distinto y un valor a las competencias de los demás, potenciar nuestras diferencias y capitalizar en ellas para hacer equipo y unir esfuerzos a fin de conseguir éxitos más contundentes, como grupo y como sociedad.

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