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El profesor y su tropa de pequeños escritores

Vinicius Bopré. PORVIR. 14/02/2014.   Érase una hoja de papel bond y un estudiante de Letras desempleado que caminaba por los pasillos de la Unicamp. En el papel tosco y arrugado pegado en la pared, una frase, escrita a mano, decía que una escuela requería personas que pudieran ayudar a alumnos de sexto año a escribir […]

Autor: UNOi

Fecha: 16 de febrero de 2014

Foto: © Belodarova/depositphotos.com

Foto: © Belodarova/depositphotos.com

Vinicius Bopré. PORVIR. 14/02/2014.   Érase una hoja de papel bond y un estudiante de Letras desempleado que caminaba por los pasillos de la Unicamp. En el papel tosco y arrugado pegado en la pared, una frase, escrita a mano, decía que una escuela requería personas que pudieran ayudar a alumnos de sexto año a escribir sus primeros libros. Era el año 2006 y, después de una llamada telefónica, Luis Junqueira comenzó a trabajar en la Escola de Sítio, en Campinas, ayudando a los profesores en las clases de lengua portuguesa.

Lo que él no sabía es que aquello le gustaría demasiado. Le gustaría tanto que, después de convertirse en profesor, reuniría más de 6 mil páginas escritas por sus alumnos, defendería la libertad en las escuelas, crearía clases de vídeo personalizados para acompañar la producción de los textos y hasta haría de ello una empresa social. Pero vamos despacio, porque antes de que eso muchas cosas habrían de pasar, incluyendo su llegada a Sao Paulo en 2008, cuando terminó en la Escola Castanheiras, en Alphaville, llevando el proyecto en su maleta. Al año siguiente, Luis comenzó a crear su propio ejército de pequeños escritores que, a pesar de tener sólo 10 años, trabajan duro en la obra –que se lleva el año entero en prepararla.

Y todo ese tiempo no sólo se dedica a que los estudiantes escriban, ya que la producción de cada uno de los libros va mucho más allá de eso. Al principio de cada periodo lectivo, el profesor organiza lecturas de fragmentos de Oscar Wilde, Percy Jackson y José Saramago, para aproximar a los alumnos a temas más literarios, como la construcción de personajes, estilo y género. Conforme pasa el tiempo y comienzan a surgir las primeras ideas, los alumnos tienen la mitad de cada clase para dedicarse a su obra.

Imagine ahora acompañar tantas historias utilizando solamente el tiempo en el aula. Sí, es casi imposible y, por ello, el profesor también tiene que hacer su tarea en casa. Después de leer cada texto, Luis crea clases de vídeo personalizados para señalar los errores de cada uno y dar explicaciones gramaticales y literarias. En los vídeos se presentan tanto conceptos generales como las reglas del uso de «más y mas», hasta los detalles específicos de cada relato y personaje. Pero el trabajo no es sólo suyo. Luis está dispuesto a señalar cada uno de los errores, explicar, pero sin corregir, dejando la tarea final de los propios alumnos, que no salen de vacaciones con un «felices para siempre».

Después de terminar las historias, es el momento de que los pequeños escritores cambien de giro y se aventuren en las artes gráficas. Con el apoyo del profesor de educación artística, se diseñan en la computadora las cubiertas y contracubiertas. La imagen –elegida en forma colaborativa y democrática por los alumnos– llega a la escuela para decidir, junto con los alumnos, el formato de la fuente, el interlineado, el tamaño y todos los demás detalles relacionados con el diseño. Lo importante, en todo el proceso, es que el alumno-autor tenga total libertad de creación.

Foto: PORVIR

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Esta libertad que puede consigo algunos imprevistos. «De vez en cuando, un alumno me pregunta si puede usar palabrotas en la historia –dice el profesor Luis Junqueira– y yo le digo que sí, que puede usarlas, que el libro es suyo y que puede hacer lo que mejor le parezca». Sólo que las cosas no son así de simples. Ante una situación como esta, Louis establece una reunión con los padres, explica la situación y la necesidad de dejar al alumno libre. «Si los padres no quieren permitirlo, lo ideal es no ‘no’ al alumno, sino intentar discutir la escena, sugerir otras formas de abordarlo, tratar de entender el contexto», explica y justifica: «La escuela ya es una gran prisión y todo el mundo lo sabe. El estudiante no elige los materiales, los horarios, la comida, las pruebas. Sin libertad, no se puede”.

Después de mucho sudar, los pequeños autores están en espera del día del lanzamiento, en el que venderán sus obras y, por supuesto, firmarán autógrafos. «Algunos estudiantes decoran sus escritorios, hacen marcadores de página para vender junto con los libros y algunos ponen a sus hermanos menores a ofrecer el libro por la escuela. Es una fiesta», dice el profesor, al tiempo que muestra su colección de títulos –y dedicatorias. Rodrigo, por ejemplo, dedica su libro a su «grandioso» profesor y, Carol, tras agradecer los consejos, dice que él es «sin duda el mejor en el mundo».

Foto: PORVIR

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Se equivocan los que piensan que todos estos elogios son sólo porque Luis ayudó a las princesas a encontrar a sus príncipes. Quizás los estudiantes todavía no lo saben, pero en medio de más de seis mil páginas escritas, el profesor encontró más coincidencias que el tradicional «érase una vez» al comienzo de las historias. Con todo este material en la mano, Luis se dio cuenta de que las dudas y dificultades no sólo son las mismas para Carol y Rodrigo, sino que podrían ser iguales para una gran cantidad de niños. Por ello, el profesor también tiene por delante una nueva –y compleja– historia: llevar su proyecto a las escuelas públicas de todo Brasil.

Segundo Acto: Brasil

En 2006, estando en la universidad, Luis hizo una llamada telefónica para ayudar a niños en una clase a escribir su primer libro. Ahora, en 2014, ya no basta una clase por año, por lo que el maestro ha comenzado ya a moverse para crear Primeiro Livro, una plataforma que pretende reunir todo su método de enseñanza para ayudar a los alumnos de escuelas públicas a escribir su primera obra.

La idea de Luis es hacer que los alumnos puedan escribir su texto en una hoja en línea, donde será leído, comentado y corregido por un máximo de tres personas: dos voluntarios y un profesor. El alumno, además de tener acceso a este material, tendrá acceso a una enseñanza más personalizada y compleja, lo que comprende Big Data. Pero, ¿cómo usar grandes volúmenes de datos de los alumnos que están escribiendo ficción? La respuesta, la fue descubriendo Luis a lo largo de todos estos años.

«En medio de tantos libros, es posible encontrar varias regularidades, como la cuestión de ‘mal y  malo’, la dificultad en la aplicación de los porqués y los tiempos verbales. Todo esto es posible convertirlo en una especie de secuencia didáctica que identificará a la propia máquina», explica. En otras palabras, la plataforma necesita un algoritmo que aprenda a reconocer los errores para, a continuación, mostrar las clases de vídeo y otros contenidos específicos para las dificultades de cada alumno.

Después de haber participado en StartEd –el programa de fomento a iniciativas en educación de la Fundación Lemann– y de haber contactado con inversores y socios potenciales para el desarrollo de los algoritmos, Luis sigue haciendo su trabajo literalmente con las uñas. Él ya creó las hojas para comenzar a cuantificar los problemas y dificultades más recurrentes de sus clases, que pueden ser los mismos en todo el país. Si en breve tendremos miles de nuevos primero libros creados por los alumnos en las escuelas públicas, es una historia. Pero esa, dejaremos que Luis la cuente.

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El artículo original puede leerse en: http://porvir.org/porpessoas/professor-seu-exercito-de-pequenos-escritores/20140214. Traducción: UnoNews.