Lo humano.
Esa variable etérea, inasible y trascendente.
¿Cuántas organizaciones mueren por no tenerla en cuenta? ¿Cuántas viven gracias a valorarla?
¿Cómo ejercemos en los hechos la insustancial e importante tarea de conducir lo humano?
Hablamos de Recursos Humanos, pero los tratamos como si fueran recursos fácilmente descartables.
¿Cuánto tiempo llevó formar a un docente para que obtenga la lógica organizacional?
¿Cuánto tiempo nos lleva lidiar con quién nunca va a subirse al tren que la escuela toma?
¿Cuánto dinero gastado en indemnizaciones y en personal que no responden sistemáticamente a los perfiles buscados?
¿Cuánto?
Sin embargo nunca terminamos de encarar el tema.
La gestión de personas es una gestión sutil, delicada y que requiere mucha inteligencia emocional.
Aunque quisiéramos, no van a responder a la voz de mando como si fueran niños, porque de hecho ya ni los niños lo hacen.
Responderán si logramos subirlo a un proyecto más grande, más amplio, más tentador que la rutina diaria
Responderán si mostramos el suficiente carisma organizacional para que quieran estar ahí, dar parte de su vida ahí, soñar con algo mejor para sí y para los demás.
Mandela, en la película El Factor Humano, le pregunta al capitán del seleccionado de rugby de Sudáfrica. “¿Cómo hace para inspirar a los miembros de su equipo? ¿Cómo hace para que cada uno vaya más allá de sus expectativas?”
El capitán sorprendido contesta con algunas técnicas vagas, muy generales y quizás poco pensadas.
Mandela, sabiendo que le esperaba una tarea inconmensurable por delante (tenía el sueño de unir a blancos y negros a través del mundial de rugby) insistió en su hipótesis, “Inspiración, inspiración nos hace falta”.
No hay educación sin un fuerte sentido de que se está haciendo algo grandioso, inmenso. Influyendo en las generaciones nuevas, poniendo marcas positivas o negativas, pero marcas al fin en los niños y jóvenes. Haciendo historia.
Sin tener esta consciencia a flor de piel, si la organización no respira esto, habrá instruido, habrá pasado contenidos, habrá preparado para la universidad, pero no formó personas dignas de este nombre.
Formar es otra cosa y requiere de un sujeto disponible, capaz de prestar parte de su ser, de sus sueños, de su vida para acompañar y modelar a otros.
Esto no se hace en un espacio de piezas móviles, de instrumentos al servicio de un poder, se hace cuando hay vida humana, de la buena, de la que se contradice pero lucha, de la que piensa y discute, pero genera acciones.
Si la escuela se parece más a un campo minado, a una tierra arrasada, a un grupo balcanizado que a un grupo humano que sueña, vive y palpita por un ideal, no habrá técnica posible, plan de trabajo ni estándar de calidad que produzca una escuela mejor
Vuelve una y otra vez a mí la imagen. Inspiración, eso hace falta, ¡Inspiración!
¿Qué te apasiona? ¿Qué apasiona a los maestros en tu escuela?
Donde está el corazón, está la acción.