Autor: UNOi

Fecha: 30 de marzo de 2012

Mejorar la disposición para aprender

Aimee Verdisco*. 27/03/2012. ¿Será que estamos siendo testigos de dos fuerzas opuestas en los intentos por mejorar la educación a nivel mundial? En la búsqueda […]

Aimee Verdisco*. 27/03/2012. ¿Será que estamos siendo testigos de dos fuerzas opuestas en los intentos por mejorar la educación a nivel mundial? En la búsqueda de una educación de mayor calidad, los gobiernos están invirtiendo más en maestros, tecnología y capacitación. Sin embargo, mientras esto sucede, los niños están menos dispuestos a aprender que nunca antes.

El cinturón que rodea al planeta se está ensanchando. La “globesidad”, término dado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a esta epidemia global de sobrepeso y obesidad, se está convirtiendo con rapidez en un problema mayor de salud. Se le asocia con el aumento desmedido en diabetes y enfermedades del corazón, con costos directos e indirectos que alcanzan un monto exorbitante. En los Estados Unidos, estos costos asociados a la obesidad son del alrededor de 150 mil millones de dólares al año, o casi tres veces el PIB de Bolivia, donde actualmente resido.

El problema no se limita a los adultos. En todas partes, los niños se están haciendo más gordos y, son pocos los países que tienen posibilidades fiscales para invertir una porción siempre creciente de su PIB en aspectos de salud que muchos expertos consideran en gran medida prevenibles (Youfa and Lobstein, 2006).

Desde los años setenta hasta la fecha, se ha duplicado e incluso triplicado la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños en edad escolar, en países tan diversos como Brasil, Chile, Finlandia, Grecia y Japón. Se proyectó que para el 2010, la mitad de los niños en norte y sur América tendrían sobrepeso u obesidad. Datos de la OMS dan a Argentina el dudoso honor de encabezar a América Latina en la tasa de obesidad de menores de cinco años: 7.3%.

Estas tendencias trascienden todos los niveles socioeconómicos y no desaparecen al madurar estos niños en adultos. Las estimaciones sugieren que la mitad de los niños obesos y el 70% de los adolescentes obesos mantendrán ese estado en la edad adulta. Esta última cifra se eleva a 80% si por lo menos uno de los padres es también obeso (Whitaker et al., 1997). Como adultos, estos adolescentes tienen menores niveles de educación e ingreso que sus pares más sanos. En los adultos, la obesidad podría estar asociada con una señalada disminución en el volumen del cerebro en áreas relacionadas con la atención, la memoria y la cognición (véase Burkhalter and Hillman, 2011).

La nutrición conlleva una fuerte asociación con el desarrollo del cerebro y la niñez, y los bloques de construcción de la buena nutrición son esenciales para mejorar la cognición y el desempeño académico. Las atrofias en el crecimiento en la primera infancia (medidas mediante desviaciones estándar inferiores a -2 en estatura-edad) son provocadas por una nutrición deficiente más que por diferencias genéticas y se le asocia con daños cognitivos irreversibles. Nuevos datos (aunque limitados) apuntan a problemas similares asociados con el consumo excesivo. En pruebas cognitivas, los niños y adolescentes obesos tienden a desempeñarse peor que sus pares con peso normal. Además, ser obeso en el kínder parece conducir a una declinación en el desempeño académico durante toda la educación, siendo las niñas las que están en mayor riesgo. Las niñas de peso normal en kínder, que para el tercer grado se clasifican como obesas, muestran una disminución importante en la calificación de sus exámenes. En comparación con sus pares de peso normal, es 50% más probable que las adolescentes obesas repitan un grado; los adolescentes varones son dos veces más propensos a abandonar la escuela (Ibid).

Parte del problema reside en el cambio de los patrones nutricionales de los niños. Las raciones diarias de fruta, verduras y fibra están cayendo por debajo de los lineamientos recomendados, al tiempo que las grasas saturadas y el sodio se consumen en exceso. Esta tendencia es universal. Las dietas en los países en desarrollo, particularmente en áreas urbanas, se asemejan cada vez más a las de Europa y Estados Unidos. Pero también se observa una disminución en la actividad física, desde moderada hasta vigorosa. Datos reportados para los Estados Unidos indican que entre los 8 y los 18 años, niños y adolescentes pasan más de cinco horas al día frente a una pantalla.

Las soluciones a los problemas de gran escala nunca son sencillas y con frecuencia son difíciles de implementar, pero como este blog argumentó desde su primer comentario, los datos son claros con respecto a la importancia de la actividad física. Existe una relación clara entre la salud física y la salud mental. Sin una atención explícita a esta relación, ninguna cantidad de tecnología, capacitación u otras acciones orientadas al cambio, es probable que produzca las mejoras en calidad que demandan las sociedades en todo el mundo para sus sistemas educativos.

Lecturas recomendadas:

Kelishadi, Roya (2007). “Childhood Overweight, Obesity, and the Metabolic Syndrome in Developing Countries.” Epidemiologic Reviews. 27:62-76. http://epirev.oxfordjournals.org/content/29/1/.

World Health Organization. WHO Database on Child Growth and Malnutrition. http://www.who.int/nutgrowthdb/en/.

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* Aimee Verdisco es Especialista en educación en el Banco Interamericano de Desarrollo. Es autora de diversos informes técnicos y ensayos sobre educación y reforma del sector, primera infancia y desarrollo de fuerza laboral en América Latina y el Caribe.

La nota original puede leerse en: http://blogs.iadb.org/education/2012/03/27/improving-readiness-to-learn/   Traducción: UNONEWS.