Un pasillo decorado con flores de cempasúchil lleva al visitante hasta un arco coronado por la figura de Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, cuya cola se prolonga hasta el patio central del Queen Elizabeth School, que al filo del mediodía de este jueves abrió sus puertas para inaugurar la tradicional ofrenda de muertos que este año rindió himenaje a muralistas y pintores cuyas obras representan un legado artístico invaluable para nuestra nación.
“De nuestras raíces, México resurge al arte universal” reza la manta colocada al trasponer el arco, como anticipando el homenaje que la ofrenda, dispuesta en círculo, rinde a los artistas.
El montaje, realizado por alumnos y maestros incluye los elementos típicos de los altares de muertos pero también refleja una seria investigación y una gran creatividad para reproducir algunos de los trabajos de estos gigantes. Así, comenzando por la izquierda se eleva una estructura que se asemeja al Polyforum Cultural Siqueiros. Ante el altar dedicado a Tamayo se tiende un tapete de aserrín pintado que reproduce El día y la noche. No faltan ahí por supuesto las sandías, lo mismo dibujadas que con volumen, como tampoco faltan los alcatraces en la ofrenda a Diego Rivera que incluye además una versión a gran formato de Sueño de una tarde dominical en la Alameda.
En complemento a la muestra se exhiben trabajos de excelente factura realizados por ex alumnos de la escuela, que dan fe de la importancia que la institución concede a las artes.
Al centro del patio se levanta un templete cuadrangular, donde alumnas del coro que representará a la escuela en la final del concurso del Himno Nacional, interpretaron cantos prehispánicos acompañadas del sonido de tambores. Con ese mismo ritmo, al que agregaron el de caracolas, danzantes de aquellos tiempos interpretaron danzas que culminaron invitando a los presentes a formar un círculo de unidad en torno al patio.
Las maestras de las diferentes secciones, que departen con la concurrencia, están caracterizadas como catrinas o calaveras, o bien, visten ropas típicas mexicanas y están tocadas con trenzas al estilo de Frida Kahlo. Y cuando uno comienza a preguntarse por la ausencia de Frida o de Orozco, la directora María Elena Rojas-Ramírez Cabañas (Miss Maruca), que fue quien inauguró el evento, invita a los presentes a recorrer la ofrenda montada en la sección de Kínder.
Otro pasillo nos lleva al kínder, esta vez decorado con una especie de Tzompantli formado por una cuerda de la que penden, cual tendedero, las calaveras realizadas en su propio estilo por los pequeños. Alrededor de un lecho de pétalos de cempasúchil con una imagen de La Catrina, encontramos los altares dedicados al José Clemente Orozco, José Guadalupe Posada, Frida Khalo, Leonora Carrington, Gerardo Murrillo (el “Dr. Atl”), María Izquierdo, Remedios Varo y Jorge González Camarena.
En este auténtico Panteón del arte, cada altar presenta una original cruz, todas ellas distintas, diseñadas por las maestras de la sección. A la decoración de flores, veladoras, frutas, papel picado, incensarios y alimentos, se agregan pinceles, brochas, caballetes y reproducciones de las obras representativas de cada autor.
La muestra en su conjunto nos ofrece un recorrido completo por la plástica mexicana de ilustres creadores, heredada de nuestros antepasados y consagrada a la posteridad en sus creaciones.
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